Mariano, un chico trans y su camino al cuerpo deseado
Cuando nacés te ponen un enterito rosa y deciden, de acuerdo a tus genitales, que sos mujer y que te van a gustar las muñecas, vas a ser delicada, femenina y charlar en ronda con tus amigas sobre chicos. ¿Pero qué pasa cuando todo eso que te imponen desde chica te incomoda? Bueno, si bien estas etiquetas son per se adoctrinadoras, cuando te sentís tan diferente a todo eso, tengas la imperiosa necesidad de decirle al mundo que no va a ser posible, que no sos ni cerca eso que quiere que seas.
Ninguna de estas cosas que se plantean son novedad, aunque al sistema y a la sociedad le cueste o se niegue a entenderlo: lo que cada quien haga con su cuerpo, con su género y su sexualidad, siempre y cuando no moleste a un tercero, no debe se motivo de molestia, valga la redundancia.
En nuestro país durante el año 2015 se firmó el Decreto 903, que reglamenta las cirugías para el cambio de sexo y los tratamientos hormonales. La ley establece en su artículo 11 que pueden acceder a las intervenciones quirúrgicas (totales y parciales y/o tratamientos integrales hormonales) todas las personas mayores de edad sin requerir autorización judicial o administrativa. Las prestaciones están incluidas en el Programa Médico Obligatorio (PMO) y son los servicios de salud del sistema público, de la seguridad social de salud y de los sistemas privados quienes deben garantizar ese derecho e incorporarlo a sus coberturas.
Mariano tiene 21 años y decidió realizarse el tratamiento para modificar su cuerpo y que sea el lugar en el que él desea habitar desde siempre. A través de las redes mostró algunos de los cambios que transitó a partir de la toma de testosterona. Cuando lo conocí me sorprendió lo chiquito que era para tener las cosas tan claras, pero tiene sentido su desbloqueo mental: ser trans en esta sociedad te hace crecer de golpe.
"En el mundo pensamos todo de a pares y opuestos. Pensamos en hombres y mujeres e imaginamos un cuerpo para cada uno. ¿Pero son todos los cuerpos y sus realidades iguales? ¿Cómo es el cuerpo travesti o el cuerpo trans? ¿Lo imaginamos?", se pregunta.
La modificación a través de pastillas y/o bisturí del cuerpo es un proceso digno de contar, de leer y de aprender. "Soy un varón trans, esto quiere decir que el género con el que vivo hoy es distinto al que se me asignó al momento de nacer en base a mi genitalidad. Como yo, existen millones de personas en el mundo que viven el ser trans de muchas maneras, porque como ya deberíamos tener claro desde hace rato, la biología no es destino para nadie", agrega.
"La Ley de Identidad de Género existe para que podamos sentirnos más cómodos con nuestros cuerpos y sobre todo, habla de trato digno y del respeto por parte de todos y todas, con una mirada más humana, lejos de la estigmatización y la patología, porque no estamos enfermos y somos merecedores de iguales oportunidades ante la vida. Pero debido a la discriminación, muchas veces esto último no es tan fácil", cuenta Mariano.
Celeste, rosa, muñecas, camiones, autitos, todas decisiones que prácticamente no pasan por nosotros ni nosotras cuando somos bebés, son la pesadilla y la tortura de mucha gente que se siente distinta a lo que el mundo le exige que sea. Como muchas personas trans, Mariano empezó a sentirse incómodo desde que tiene memoria con estas cuestiones. "A mí me gustaba hacer burbujas con alambre y detergente, jugar a los bloques y andar solamente en bermudas. De más grande me doy cuenta de que realmente no me percibía mujer y que no tenía por qué forzarme a ser alguien que no me llenaba. Viendo un video en internet entendí lo que me nacía de adentro y pude ponerle nombre: soy un pibe, un pibe trans", explica.
Durante mucho tiempo se dijo que una persona trans nacía en el cuerpo equivocado y tenía, a través de tratamientos, que modificarlo para sentirse bien. Hoy, con la cuestión de género instalada en los medios, la agenda política y la sociedad, ese supuesto se borró de un hondazo y lo que el colectivo trans explica es que muchas veces no es el cuerpo el equivocado, sino el mundo.
Bajo esta premisa, gran parte del movimiento LGBTQI comenzó la ardua tarea de separar al género autopercibido del cuerpo y explicarle al mundo que no siempre una persona trans tiene que modificarse físicamente para ser feliz. Pero así como si sos mujer no necesariamente tenés que lucir como tal, también puede pasar que sí quieras, que realmente necesites un cuerpo distinto al que tenés.
"A mis veinte años me propuse llegar a sentirme lo más cómodo conmigo posible y es por eso que en junio de ese año me operé y en diciembre comencé el tratamiento de reemplazo hormonal con testosterona o TRH (hormona liberadora de tirotropina), en una búsqueda de verme como yo siento y quiero", detalla.
"En los primeros meses de la TRH comencé a sentir mucha más energía, aumento de vello corporal y justo al cuarto mes, la voz se me puso re gruesa. La musculatura aumentó, la estructura ósea también y la grasa fue cambiando de lugar, por lo tanto me puse rectangular, de todos lados", explica.
"Los cambios cada vez eran más evidentes, cada vez me sentía más en la posibilidad de habitarme deseosamente y en calidad de quien soy", cuenta quien, admite, tenía un vínculo muy especial con su voz y era una de las cosas que más le generaban ansiedad de todo el proceso.
"Mucha gente registra con fotos el antes y el después, pero yo lo viví distinto. No quería alimentar el concepto binario de que antes era algo y que ahora soy otro. No sé, no quería. El cambio de mi voz sí me impactó. Porque siempre tuve una relación linda con mi voz de antes, entonces tenía ganas de ver qué onda", admite.
Lo complicado de hacer este tipo de notas es que es muy fácil caer en un antes y un después, simplificarlo de ese modo y así no sólo activar el morbo a lo distinto sino además alimentar el binomio mujer- varón que tanto le complica la vida a muchísima gente. La idea de este artículo no es mostrar sólo a quien antes lucía como una chica y hoy cambió, sino todo el entusiasmo, el tiempo, las ganas y el esfuerzo que tuvo él para estar tranquilo, aún sabiendo que todo eso le costaría caro porque esta sociedad no entiende, o no quiere aún entender, de diversidades.
"Fue un proceso muy largo, tanto físico como emocional y en construcción permanente. Después de vivir cosas muy feas, siento que en cierto modo firmé la paz con mi cuerpo", dice y después se toma un momento para repensarlo y agregar: Igual, la lucha es de todos los días y calculo que durará toda la vida, porque el cuerpo trans es profundamente político".
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