Mariana Telleria: obras, no palabras
"Nací en Rufino en octubre de 1979. No fui a talleres ni a clínicas particulares." Así de concisa es la biografía de Mariana Telleria en Bola de Nieve, proyecto destinado a difundir la obra de artistas argentinos. "Yo no soy al hablar –aclara en la página de la galería Ruth Benzacar–. Hablar es un simulacro más tramposo que el hacer. Y por suerte creo no haber hecho lo suficiente".
Esa capacidad de acción la llevó a ser la primera artista seleccionada por concurso para representar a la Argentina en la Bienal de Venecia y a participar en los últimos días de la Semana del Arte, con una escultura instalada en la Plaza Intendente Seeber.
Una cruz realizada con restos de una camioneta llevó el mismo título que la emplazada hace dos años en el jardín del Centro de Arte Contemporáneo del Muntref, en el marco de Bienalsur. Aquella versión de Dios es inmigrante, que aún puede verse en la entrada del antiguo hotel que ofreció alojamiento gratuito a miles de personas llegadas a la Argentina a comienzos del siglo pasado, está compuesta por diez mástiles de barcos con forma de cruces. "Avancemos –señaló entonces Telleria–. Las ideas universales son inmigrantes".
En otra ciudad que sirvió de puente intercontinental, y que supo alojar la flota más potente del Mediterráneo, produce en estos días Telleria las siete esculturas que exhibirá en la "madre de las bienales" desde el 11 de mayo hasta fines de noviembre de este año. El nombre de un país, título de este "archivo de sentidos desacralizados" compuesto por iconografía religiosa y objetos encontrados, evoca a su vez el de la primera muestra realizada en Buenos Aires por esta artista formada en Rosario.
La ciudad santafesina –también portuaria– fue cuna de artistas argentinos de gran proyección internacional como Antonio Berni, Lucio Fontana y Adrián Villar Rojas. Este último, responsable del envío veneciano en 2011, presentó a Telleria en la exposición Algunos artistas de artistas en la prestigiosa galería Marian Goodman, en 2014, y estuvo presente meses atrás en el Palacio San Martín, cuando la Cancillería argentina anunció el resultado del concurso.
Ni Telleria ni Florencia Battiti, curadora del envío actual, adelantaron entonces demasiado. "Hay en la obra de Telleria un denodado afán por hacer estallar el lugar común –se limita a decir Battiti–, por deshabituar la mirada de la funcionalidad de los objetos, por arrancarles sus secretos y hacerles hablar un lenguaje desconocido".
Un lenguaje que se expresa con imágenes y acciones, no con palabras.
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