No es la primera vez que le toca barajar y dar de nuevo. Por eso, María Vázquez (45) toma las riendas de su casa con firmeza pero también con dosis extras de amor para sostener los ánimos de su marido, el polista diez de handicap Adolfo Cambiaso (45), y de sus hijos, Mia (17), Poroto (14) y Myla (9). Se suponía que mayo los encontraría con la temporada en Palm Beach concluida e instalados en Inglaterra, como hacen desde hace más de dos décadas. Pero la pandemia lo cambió todo. Y entonces María volvió a armar los bolsos (los prefiere a las valijas) y desde Florida organizó el operativo retorno a Cañuelas. "El patrón de Adolfito levantó campamento y hasta que pudimos volar hicimos cuarentena voluntaria", le cuenta a ¡HOLA! la modelo y conductora, desde el otro lado de la línea. Y sigue: "Me pierdo de ver a mis amigos o de visitar a mamá, pero la verdad, la cuarentena no me cambia mucho porque soy muy ama de casa y la que controla la psiquis de todos estando acá o afuera. No me da miedo limpiar el piso, cocinar, hacer camas o planchar, que me encanta. En eso soy muy normal. Vengo de una casa donde mi mamá se dedicó exclusivamente a nosotros y me enseñaron a ser todoterreno. Aunque ahora es de manera intensiva, acá somos cinco más un perro, así que siempre colaboro. Ser jefa de familia para mí siempre fue un valor", asegura.
–¿Es cierto que limpiás hasta las suelas de los zapatos?
–Sí. En casa, desde siempre, los zapatos se dejan afuera porque no te pasás limpiando para que vengan con el barro del campo y ensucien. Todos, novios, amigos, el que sea, los deja afuera. Y después limpiamos las suelas antes de guardarlos. Lo mismo con los zapatos de fiesta, antes de guardarlos en sus cajas. Ahora estoy chocha porque mi casa brilla y es mi responsabilidad. [Se ríe]. Me funciona estar en control de las cosas.
MIA, TRAS LOS PASOS DE MAMÁ Y PAPÁ
Más allá de que cada vez que vuelve a Buenos Aires (suele ser en septiembre) retoma el contacto con los medios (el año pasado, por ejemplo, reemplazó con muy buena crítica a Pampita en su programa de televisión), María siempre está dispuesta a nuevos desafíos. Dos años atrás desembarcó en el mundo de los perfumes con dos fragancias; en 2019 debutó con una cápsula de ropa para Lanhtrop y ahora está trabajando con proyectos propios para la marca; y hace muy poco sumó el diseño de joyas artesanales para Rokkus. "Son proyectos que puedo hacer donde esté y me conectan con la moda desde otro lugar. Además, me gusta ponerle mi impronta a cada una de estas marcas", asegura. Este año, además, Mia, encantada con la ropa de su mamá, se animó y posó con algunos de sus diseños.
–¿Cómo viviste esa experiencia?
–Yo sufro porque mucho no le gusta. Es tímida, todavía no se dio cuenta lo linda que es. Pero a mí me gusta eso de ella. En este caso, me lo propuso mi socia. Fue algo casual, muy simple, porque necesitábamos contenido para las redes sociales. Hizo dos fotos, lo justo y necesario.
–Por ahora la habíamos visto brillar como polista y es todo un referente…
–Mia está cursando su último año de colegio y, con la exigencia de tener que saber qué hacer, la estamos apoyando para ver por dónde es la cosa. Así que, como mamá, me encuentro en esa tarea por primera vez, tratando de ayudarla y dándole los instrumentos.
–¿Pensás que podría interesarle una carrera de modelo?
–No sé si querrá tener una carrera en los medios, pero el mundo en el que está le permite probar y así como un día se sube a un caballo y juega una final de polo femenino y se transforma en un referente de eso, también tiene la posibilidad, por ser mi hija, de trabajar para algunas marcas. No es lo que más le gusta, pero cada tanto accede y juega un rato. Yo empecé un poco más grande que ella y tampoco sabía que me iba dedicar a esto ni lo busqué, aunque claramente lo artístico era algo que me interesaba. Hoy hay un montón de posibilidades para trabajar en los medios que no son delante de una cámara pero siguen formando parte del arte. Nunca se sabe por dónde la vida te puede llevar. Estando afuera, por ejemplo, hicimos unos trunk shows y Mia me ayudó a armarlos, a elegir la ropa con mucho detalle. Y lo hizo muy bien.
–¿Se parece a vos?
–En personalidad, increíblemente, es la más parecida a mí en mi etapa adolescente. Yo era tímida, no era dada y era muy observadora. Mis dos hijas se conectan mucho con el arte, pero mientras Mia es perfeccionista, la chiquita es todo para afuera. Ella quiere ser youtuber.
–¿Cómo es sostener a tus hijos, con edades tan diferentes?
–Mia no sabe cómo va terminar su último año de colegio, y olvidate del viaje de egresados. Además, está lejos de su novio [Martín Zubia, también polista]. Hay que contener. En el caso de Poroto, es pragmático, está mucho con su papá haciendo las actividades del campo. Como estamos en cuarentena, son ellos dos lo que tienen que ponerse el trabajo al hombro. Él es muy responsable, así que se levanta temprano y primero estudia. Y Myla vive haciendo Zoom maquillada a más no poder. Me hace cocinar todo el día. La harina que estaba prohibida ahora está sobrevaluada, entonces hacemos ñoquis caseros, pizza casera, rogel y ¡comemos! Adolfito va a tener que jugar en elefante y yo voy a aumentar un par de talles.
–¿Y a vos quién te sostiene?
–He hecho mucha terapia, ahora con esta cosa virtual hago cada tanto un reset. Hoy me propongo metas chicas, mi realidad es mi casa, limpiar, cocinar. Leer y ocuparme de los míos es mi mejor terapia. Hasta hace poco estuve estudiando italiano, también hice un curso de historia argentina que no lo pude terminar pero me interesa. Después, tengo tres días bien y uno muy para abajo, te empezás a agobiar porque tenemos un montón de responsabilidades… Preocupa la incertidumbre del trabajo, el no saber cómo sigue esto, porque nosotros somos el hobbie de la gente, que es lo primero que se recorta. Tengo claro que somos privilegiados con respecto a muchos y cuando esto pase nos repensaremos de alguna manera. Por otra parte, tengo amigos y hermanos en cada punto estratégico de la pandemia. Tratamos de mantenernos sanos y unidos, hacemos una vez por semana Zoom y nos divertimos.
UN VESTIDO Y UN AMOR
–Hace poco subiste a tu Instagram una foto de tu casamiento. Llamó la atención porque no se habían visto imágenes de ese día.
–Sí, me la mandaron y es un recuerdo memorable porque está papá (murió en 2007), con quien tuve un muy lindo vínculo. Fue de esos momentos en familia disfrutables, de mucha ilusión compartida.
–¿Cuántos años hace que están juntos con Adolfito?
–Empezamos a salir en el 94 y nos casamos en 2001, así que veintiséis.
–¿Cómo fue la propuesta?
–Hacía siete años que estábamos de novios y me propuso casamiento por enésima vez, porque ya se había suspendido varias veces. No sabía si creerle o no. [Se ríe]. Él tenía terror al casamiento, a la fiesta, a ser el centro. Después de varios "atentados", como digo yo, me dijo que quería algo muy relajado y que él se iba a ocupar de todo. Y lo armó casi de una semana a la otra. Mis hermanos estaban afuera y no les pude decir. Yo en ese momento estaba muy expuesta y él no quería que se filtrara nada. Hicimos un asadito y sólo estuvieron Ricardo (Piñeyro, que era su manager), mi mejor amigo, y nuestros padres. Yo agarré un vestido de Trosman Churba que tenía nuevo, me peinó el peluquero de Cañuelas, salimos al Registro Civil y no mucho más. Mamá venía de capelina y acá hacía un calor que se caían los pájaros. Estaban todos muy enojados porque yo era la única mujer, se esperaban por lo menos la catedral de San Isidro, una cola de 20 metros… [Se ríe].
–Alguna vez te escuché decir que no fue fácil domar los egos…
–No, no fue fácil. Pero la etapa que viene tampoco lo es. Los chicos son más grandes, independientes de pensamiento, de accionar. Por lo general, cuando tenés chicos, pensás "ya está, ya formé mi familia". Pero falta que se independicen, que se enamoren, que elijan sus profesiones, que lleguen sus hijos… La familia es un acto de amor, una construcción día a día.
–¿Cómo le pegó a Adolfito que se cancelara la temporada?
–Está como todos, con mucha incertidumbre. Estamos acostumbrado a trabajar y a mantenernos activos. Él es un gran hacedor y generador, así que esta situación que lo excede, como a tantos otros, no le resulta fácil. La virtualidad no le suma porque su trabajo no lo puede hacer online. Yo, en cambio, puedo ocuparme del colegio de los chicos y hacer algunas cosas en las redes. Por el momento, estamos esperando y acatando. [Piensa]. Adolfito es un tipo que siempre está queriendo volver al país. Podría haber elegido quedarse allá, donde se podía mover y seguir generando cosas, pero prefirió volver a su país. No en vano lleva la bandera argentina en su casco. Eso me llama mucho la atención y me genera algo muy lindo que comparto.
–Vi que están apoyando juntos algunas causas solidarias…
–Sí, él desde su lugar y yo desde el mío aunamos fuerzas y es muy lindo. Nos gusta dar una mano, en especial en momentos como este. En el caso de la Cruz Roja, ni lo dudamos, hay muchísimas necesidades. También nos convocó Diego Schwartzman, que es amigo nuestro, para sumarnos a la ChamPlay (desafío mundial de Play solidario), que armó con Paulo Dybala y recaudó muy bien. Y más allá de las movidas grandes, también tengo amigos de la industria que necesitan una mano y no cuesta nada darla.
–¿La cuarentena te trajo alguna enseñanza?
–A lo largo de la vida viví muchos momentos de incertidumbre, como la cárcel de papá en la época de la dictadura, sus viajes como embajador en los que yo estaba sin mi núcleo, distintas situaciones económicas, los huracanes en República Dominicana, donde viví cuatro años y terminé mi primaria [la mitad de la secundaria la hizo en Nueva York, donde se recibió al tiempo que seguía un sistema de educación a distancia]... Lo que nunca me faltó fue amor y, en esta situación, mis afectos están acá, adentro de esta casa, entonces me siento muy contenida y los cuido mucho. Pero mi angustia no es sólo por mí, sino por el todo. Estoy segura de que cuando esto pase cada uno se dará cuenta de qué aprendió. Mientras, intento cumplir con lo que me toca de la mejor manera posible.
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