María Merlino. "La cultura y todo lo artístico quedó muy relegado"
"El teatro nos da identidad acá y en el mundo, hay que cuidarlo", señala María Merlino, y alcanza con revisitar el parate que sufrió la actividad durante los ocho meses de cuarentena para que esa expresión recobre aún más sentido. Es que la actriz –oriunda de Benito Juárez– volvió a subirse a un escenario, en el marco del denominado distanciamiento social, preventivo y obligatorio, que entre otras cosas autorizó la apertura de salas con un treinta por ciento de aforo, al menos en la ciudad de Buenos Aires. Y a pesar del escueto público que permite el tiempo de pandemia, la experiencia inédita llegó con una ovación para Happyland, la obra escrita por Gonzalo De María, dirigida por Alfredo Arias, en el Teatro General San Martín, y mañana hará lo propio con el reestreno de Nada del amor me produce envidia, la pieza de Santiago Loza, bajo la dirección de Diego Lerman, que presenta en El Picadero. Ahí está Merlino, de regreso, entre ambas interpretaciones, la de la costurera, que se debate entre confeccionar un vestido para Libertad Lamarque o engalanar a su archirrival, Eva Perón, y la de Charito, la mucama multitasking, que acompañó a Isabelita, incluso durante la prisión en la residencia El Messidor. Y aunque imaginarlas juntas no sería más que el resultado de un destino delirante, se hacen presentes en el relato de la artista quien no solo les da vida en escena, sino que además las interpela, y a partir de ellas repiensa el rol y la proyección de las mujeres, aquí y ahora.
–¿Cómo transitaste la abstinencia de no subir al escenario?
–Conscientemente no extrañaba, venía de hacer El porvenir, que se juntó con Happyland y Nada del amor… No tenía la sensación física de necesitar actuar, aunque cuando hice una pequeña efemérides de Lolita Torres para la TV Pública, volví a recrear esos nervios de antes de salir a escena, pero en general estaba muy entretenida en casa con la familia, mis hijos y sus clases online, en ese maremoto de cosas nuevas.
–Aún en los peores momentos del país, incluso en dictadura, hubo teatro, y fue un bastión de resistencia. ¿Pensás que ahora tardó en volver?
–La cultura y todo lo artístico quedó muy relegado. Soy una afortunada porque fueron muy pocas las obras que volvieron y justo estoy en dos. Me preocupa mucho el teatro independiente. ¿Qué haces con una sala en la que pueden entrar diez personas? ¿Cómo se le paga a la técnica de ese día? Es inviable, también es cierto que ahora tengo la posibilidad de actuar pero es todo una incertidumbre. No se sabe si va a durar un mes y también tenemos el fantasma de lo que pasa en Europa, que va a cerrar todo otra vez. Estamos en la nebulosa, y quizás se podía haber previsto antes. Faltan los cines, un montón de cosas. No sé cómo se va a solucionar.
–¿Qué fue lo positivo de la cuarentena?
–Hice un montón de cosas que valoro, también al estar tanto tiempo juntos, los cuatro, más las dos mascotas, tuvo un saldo muy positivo. Fue un momento para compartir inusual, porque no es lo mismo que las vacaciones. Siempre cociné pero siento que ahora lo hago mejor (risas). Me puse más creativa o en la búsqueda de nuevas cosas. Empecé a hacer compostaje que nunca había hecho. Lo de compostar me parece genial, y es algo que se lo debo a la cuarentena.
–Hablás de la nebulosa, y al principio no se sabía bien cómo era la enfermedad, ahora no se sabe si habrá rebrote, es como un guión inconcluso. Si supieras cómo es la historia, que viene una cuarentena, ¿cómo te prepararías?
–Creo que es fundamental entender que el contacto con la naturaleza es imprescindible. Por suerte acá tenemos bastante verde, pero mucha gente que vivía en un departamento y que solo iba a dormir ahora se está replanteando irse al gran Buenos Aires. Eso no solo pasa acá, sino también en otras ciudades del mundo: dónde vivimos o cómo queremos vivir.
–En Nada del amor…, el personaje de la costurera está en su casa-taller y su contacto con el exterior está mediatizado por lo que le cuentan, vive en una especie de cuarentena...
–Sí, totalmente. Uno puede imaginarse que sale a comprar para comer y nada más. Nunca lo había pensado, pero sí. Es como que vive "encuarentenada" desde antes. Hay gente a la que le vino muy bien la cuarentena, los más antisociables, ermitaños, no lo sufrieron tanto.
–Y en las dos obras hay situaciones históricas contadas de una manera muy singular, si bien son personajes diferentes, ¿se pueden vincular en algo?
–Hay una semejanza, y es que los dos están relegados, más al margen. Charito no es de los personajes importantes y la costurera tampoco. Es gente más gris, que está en la sombra, cumplen funciones pero no van a decidir cosas importantes. A la vez, Charito, puede decir cosas, amparada en su rol de mucama, y a veces parece tener más luminosidad que la misma Isabelita. Tiene ese monólogo final, donde relata lo que pasa con Eva y los perros, que es de una sensibilidad que quizás no hay en otros personajes.
–Mencionaste a Lolita, Libertad, Eva, ¿te fascinaste con esa época?
–Empezó con Nada del amor…, y después de estrenarla pensé que no iba a hacer nada más. No me imaginaba que podía sostener un unipersonal, de una hora, actuando y cantando.
–¿Por qué?
–Porque no había tantos unipersonales. Era como la consagración de una actriz ya grande, con mucha trayectoria, que se daba el permiso de hacerlo. Intenté arrepentirme pero Diego (Lerman, director de la obra y su pareja) me empujo al abismo, y por suerte lo hice. Después, leí una nota en un diario en Córdoba, sobre Fanny Navarro y Juan Duarte, y pensé que era una linda historia. Pasó un tiempito y también lo hice. En general hay que darle bola a esas cosas, ideas, mundos, o algún cuento que vuelve.
–Tu militancia feminista ¿sobrevino con la ola verde y la salida de las mujeres a la calle o es anterior?
–Soy acuariana, así que tengo ideas que tienden a rebelarse. La palabra feminismo, en mi caso, está mucho más consciente en esta época. Hay cosas que mi hija se da cuenta que yo nunca antes lo hice. Los chicos y las chicas nos hacen ver cosas que tomamos como normales. Cuando volví a hacer Nada del amor… este año, me chocó que el primer tango que canta el personaje se llama "Volvé" y habla de una mujer totalmente sumisa. Pensé en cómo cantarlo ahora. También me acuerdo que a una función vino Rita Segato y me dio una devolución sobre el poder decidir en un rol tan relegado como el de una costurera. En esta temporada me hizo replantear temas que antes no había visto, que la obra habla de algo tan importante como la toma de decisión que una mujer puede hacer.