María Marull: "Escribir me salvó de algo"
Dramaturga, directora y actriz, tomó la maternidad como motor creativo. Su marido, Damián Szifrón, le aporta practicidad
A María Marull le cuesta hablar en singular. Sus recuerdos de infancia, sus trabajos, su vida en Buenos Aires siempre incluyen a alguien más: su hermana gemela, Paula. Es que ambas tienen un recorrido muy parecido. Trabajaron como modelos, fueron noteras en el programa Atorrantes y coconductoras del programa 1,2,3, Out, viven a media cuadra de distancia, tienen hijas de las mismas edades y desde hace unos años las dos escriben, dirigen y actúan.
Así como su pareja, el cineasta Damián Szifrón, se convirtió en uno de los referentes del cine nacional, María - y claro, también su hermana- ocupa hoy un importante lugar en el circuito teatral independiente, con varias obras en cartel. "Es diferente para mí actuar en las obras de Paula que en otras. Es más que actuar. A veces, siento que seguimos jugando como cuando éramos chicas, pero ahora en el teatro. Es lindo y divertido", confiesa esta rosarina de 42 años.
Cuatro veces a la semana, el teatro se convierte en su segunda casa. Los miércoles interpreta a Dorita en Yo no duermo la siesta, escrita y dirigida por Paula. Los jueves se pone en la piel de Mónica, en Los ojos de Ana, donde también tiene a su hermana como directora. Los viernes y sábados cambia de rol y dirige La Pilarcita, obra que escribió bajo la tutela de Mauricio Kartun y que va por su segunda temporada. Además, participa en el film Primavera, de Santiago Giralt que se estrenó a principios de este mes.
-La Pilarcita agota localidades y tiene tres nominaciones a los premios ACE. ¿Por qué creés que le va tan bien?
-Hay una cuota que es un misterio. La gente se emociona mucho. La obra tiene una historia concreta, se entiende, no es algo que el espectador tiene que hacer un esfuerzo, no es pretenciosa, pero es profunda. Te sentás y el relato te va llevando. Lo que siento es que todos los que hacemos la obra ponemos lo mejor. La pulí, la ensayé, la reescribí, los actores trabajaron un montón. Hay algo de eso que está, que se nota y que lo cuidamos en la obra. Los personajes tienen un recorrido y la gente se conecta un poco con eso que planteamos sobre qué es la fe: ¿Es tener esperanza o es ir a buscar lo que querés?
-El tiempo es algo muy trabajado en la obra. Los tiempos del interior son muy diferentes al ritmo de la ciudad. ¿Extrañás eso?
-Pienso mucho en los tiempos de la infancia, de cosas que pasaron y por otro lado, no tengo el deseo de volver ahí. La infancia no la tengo idealizada. Uno no tiene libertades como cuando sos un adulto. Tenés una visión del presente más acotada y a veces, un poco dolorosa. Me gusta mi presente. Yo no la pasé tan bien a los 20 años. Tampoco tengo idealizado el pueblo. Hay algo que es lindo, que no sé si es del pueblo o de la época, que tiene que ver con los tiempos. Ahora siento que hay una superposición de cosas. Esto del WhatsApp, donde tenés todos los temas juntos: las madres del colegio, los grupos de teatro, una amiga. Todo tiene el mismo valor, todo te suena todo el tiempo. Pienso que en el pasado era diferente y me parece que todo esto es un poco nocivo. Hay una necesidad de que el chico este todo el tiempo ocupado para que no se aburra. Cuando era chica, me quedaba en casa con mi hermana. Me aburría y de ese aburrimiento salían ideas. Me encantaba escribir.
-¿Y qué escribías?
-Escribía mucho, más que nada diarios íntimos y poesías. En la infancia, escribir me sirvió como vehículo de escape. Mis padres se separaron cuando era chica. Creo que escribir me salvó de algo. Era un lugar que me hacía bien y me gustaba. Después, terminé el colegio industrial y estaba bastante perdida sobre qué me gustaba hacer. Hoy pienso: "¿cómo uno no registra lo que le gusta?". A mí me gustaba tanto escribir y decía: "voy a estudiar Arquitectura". Después, empezamos a estudiar teatro con Paula. Hice un taller con Ricardo Monti que lo sigo hasta hoy, con interrupciones. Yo escribía cosas, pero no me había dado cuenta de que podía sacarlas para afuera.
-¿Y qué te pasa ahora cuando escribís?
-Cuando no estoy en proceso de escritura, lo extraño porque me pongo más exigente con la vida. Cuando escribís es como un refugio. Todo es puro presente, pero lo usás para llevar cositas para otro lado. Te permite una mirada desde arriba, de extrañamiento, te permite no enojarte tanto o no amargarte tanto con situaciones que son tremendas, las usás para algo y sentís que le estás haciendo una trampita a la vida.
-En su cuenta de Twitter, Paula se define como: "No soy mi hermana". ¿Las confunden mucho?
-No tomo conciencia cuánto la gente se confunde. Creo que es más de lo que me doy cuenta. Los que nos conocen no nos confunden. Siento que en nuestro caso aparte de ser gemelas, somos muy amigas. Nos acompañamos, nos elegimos, nos potenciamos, la pasamos bien, tenemos mucha afinidad en eso. No lo vivo como algo negativo. De Paula admiro muchas cosas. Es generosa, buena mamá, amiga, buena persona. Me gusta que todas las cosas que se propone las hace. Es divertida y nos reímos mucho juntas.
-Cuando leyeron Yo no duermo la siesta, ambas terminaron llorando porque había algo de su infancia ahí plasmado. ¿Qué era exactamente?
-La obra tiene muchas cosas de nuestra infancia. Nosotras jugábamos mucho a la hora de la siesta. Teníamos ese vínculo que tienen las nenas con Dorita, la señora que trabaja en la casa de la obra. Nos íbamos a dormir a la pieza de ella, sufríamos mucho cuando se iba. Cuando leí la obra no paraba de llorar. Hay momentos que me evocan muchas sensaciones de la infancia, de inventar juegos. Con las obras de Paula me pasa de volver a ciertas zonas. Es lindo, me gusta, es un plus.
-¿Qué te aporta la mirada de Damián a tus textos?
-Él me dice lo que piensa. Me ayuda. Conoce mucho lo estructural. Tiene algo más práctico que está buenísimo y a mí me sirve un montón. Yo soy más de cositas, sensaciones y escucho mucho lo que él me dice y su punto de vista. Siempre que me ha hecho aportes, están buenos.
-¿Te costó volver a trabajar tras la maternidad?
-Trabajo más desde que soy mamá. Me puse más selectiva sobre en qué utilizar el tiempo y lo maximicé. A veces, tener todo el tiempo para uno no es sinónimo de productividad. Usás gran parte para sufrir, dar vueltas, hacerte preguntas. Mis hijas me colocaron más en un presente. Amo la maternidad. Me parece algo muy creativo. Una nueva dimensión llegó a mi vida. Soy bastante nostálgica y la maternidad me permite volver a ciertos lugares.
Con el mate a todas partes
María no dudó ni un segundo a la hora de elegir su bebida favorita: el mate. "Me encanta. Tomo todo el día. A la mañana, sí o sí. A veces tengo el mate en el auto. Damián me regaló para mi último cumpleaños el mejor regalo: un bolso divino con mate y termo que llevo a todos lados. A veces, le pongo yuyos; si no, solamente yerba. No me puede faltar."
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