Amante del arte, feminista, bohemia, desenfadada e intelectual, la reina Margarita II de Dinamarca (80) –con uno de los reinados más longevos de la historia de su país (lleva 48 años en el trono)– es una soberana poco común: fumadora, aunque hace veinte años que dejó este hábito para la intimidad, habla cinco idiomas (además del danés, maneja fluidamente inglés, francés, sueco y alemán), es miembro de la Sociedad Danesa de Ornitología desde los 13 años, no usa teléfono celular, ha pintado la mayor parte de su vida, le interesa la arqueología, tradujo al danés a Simone de Beauvoir, diseñó su propio sarcófago (costó 3 millones de euros), nunca mandó un email, conoció a Elvis Presley y cada diciembre –como si fuera tradición– viaja a Londres, donde hace las compras de Navidad y visita a su amiga, la reina Isabel II.
Popular y muy querida por su pueblo (durante su reinado Dinamarca tuvo nueve primeros ministros y veinticuatro gobiernos) Daisy, como la llama su familia, debe la corona al voto de los daneses que, en 1953, aprobaron por abrumadora mayoría el referéndum para reformar la Constitución y eliminar las antiguas leyes que sólo permitían acceder al trono a los varones.
EL PRINCIPIO
Margarita Alejandra Thorhildur Ingrid nació el 16 de abril de 1940 en el Palacio de Amalienborg, en Copenhague (durante sus primeros cuatro años de vida, también fue princesa de Islandia, lo que se refleja en el tercero de sus nombres). Su nacimiento era muy esperado por la familia real y por los ciudadanos, porque tuvo lugar en un momento clave para el país: una semana después de la invasión por parte de la Alemania nazi. Sus padres, Frederik IX e Ingrid, tuvieron dos hijas más, las princesas Benedicta y Ana María, con quienes Margarita mantiene una relación muy cercana desde que eran chicas.
La futura reina pasó su adolescencia entre Londres y Copenhague, porque tras terminar su formación en la escuela N. Zahles Skole, a finales de los 50, comenzó a estudiar en Cambridge, donde se licenció en Ciencias Políticas y cursó estudios de Economía y Arqueología, una de sus grandes pasiones (en unas vacaciones de verano acompañó a su abuelo, Gustavo II de Suecia, en la aventura de una excavación en Italia).
Durante su infancia, Margarita y sus hermanas pasaban Navidad y Semana Santa en la Casa de Trend, una construcción de madera ubicada el noroeste de Farsø, en Himmerland, que era una verdadera casa de cuento y donde compartieron momentos muy felices. Según sus propias palabras: "Disfrutábamos estar en Trend, que es una casa de un piso, y eso solo fue maravilloso para nosotras. Salíamos por la puerta y entrábamos directamente al bosque". Igual que en las vacaciones familiares de esquí en Noruega –una tradición que se inició en 1954 y que la Reina mantuvo hasta hace poco tiempo, cuando iba a esquiar con amigos cercanos, como la reina Sonia de Noruega–, cuando se divertían las tres juntas. Desde jóvenes, Margarita, Benedicta y Ana María entendieron que su estilo de vida era distinto al de otras chicas de su edad y supieron de las obligaciones y privilegios que conllevaba ser miembro de la familia real.
EL AMOR
Henri y Margarita se conocieron en Londres, en 1965, mientras ella estudiaba y él se desempeñaba como diplomático francés, aficionado a la música, el arte y el buen vivir (tenía su propia bodega en su castillo francés de Caix). Durante dos años vivieron su romance en el anonimato ("fue un amor realmente apasionado por ambas partes", asegura la Reina en el libro Dronning Margrethe, de la periodista Karin Palshoj), y el 10 de junio de 1967, Margarita y el conde Henri Marie Jean André de Laborde de Monpezat se casaron en la iglesia de Holmen, en Copenhague (él se convirtió en el príncipe Henrik de Dinamarca, pero nunca fue Rey, que era lo que deseaba). Para ese día tan especial, la novia lució un vestido diseñado por Jorgen Bender, hecho en seda y encaje irlandés con falda acampanada, escote cuadrado y manga larga. Llevó un velo que perteneció a su abuela y que también usó su madre el día de su boda, una espectacular diadema de brillantes de Cartier y un broche con forma de margarita, también de brillantes, que combinaba con su ramo de novia. Tras la boda, la futura reina y su marido se mudaron a la Mansión de Christian IX.
Un año después, el 26 de mayo de 1968, nació el primogénito, el príncipe heredero Federico de Dinamarca, y casi trece meses más tarde, el 7 de junio de 1969, llegó su segundo hijo, el príncipe Joaquín. En los primeros años, la familia se alejaba de su tierra en verano, para disfrutar del Mediterráneo en el castillo de Caix, propiedad de la familia de Henrik, un lugar de origen medieval donde desconectaban de la rutina y el protocolo y aprovechaban el buen clima.
EL TRONO
El 14 de enero de 1972, exactamente catorce días después de la muerte de su padre, el rey Frederik IX, la princesa accedió al trono como la primera soberana danesa. Un hecho histórico para el país y para la monarquía, que se consolidó en el momento en el que Margarita II de Dinamarca –ella decidió usar el número romano II como reconocimiento a Margarita I (1353-1412), quien nunca fue formalmente monarca de Dinamarca, pero realizó esa tarea como regente de su hijo, Oluf VI, monarca de Dinamarca, Noruega y Suecia– saludó a los ciudadanos desde el balcón del Palacio de Christiansborg acompañada de su marido, el príncipe Henrik. Margarita II se convirtió en el monarca número veintiuno de la dinastía Oldenborg en el trono danés, linaje que en 1863 pasó a la rama Glücksborg, inaugurada por su tatarabuelo, Christian IX. "Nunca sentí que ser mujer haya sido un problema para mí. De hecho, ha sido un lindo desafío", dijo la Reina en una entrevista hace poco tiempo. Durante su reinado, se aprobó una enmienda –en el año 2009– que establece que el primogénito del rey será el heredero, no importa cuál sea su género. Otra curiosidad: Margarita II diseñó su propio monograma, además del de sus hijos y su nieto, el príncipe Christian, nacido en 2005 y segundo en la línea sucesoria.
La monarquía danesa, una de las más antiguas del mundo, es constitucional desde 1849, razón por la que la reina tiene roles institucionales como la aprobación del gobierno y la representación del país en el exterior, pero no puede involucrarse en política.
EL ARTE
Apasionada por el mundo del arte (de chica aprendió ballet y su primera vez en el Teatro Real de Copenhague, a los 6 años, marcó a fuego en su corazón el amor por el teatro), la Reina es una talentosa pintora –se destacan sus acuarelas y sus piezas en acrílico– y ha expuesto algunas de sus obras en distintas ciudades de Europa. Pero, además, Margarita II diseñó escenografías y vestuarios para obras de teatro, ballets y películas, y hasta se animó a tener un pequeño rol en una adaptación para cine de Los cisnes salvajes, de Hans Christian Andersen. Todo empezó cuando leyó El señor de los anillos, en 1969 –más tarde ilustró la edición danesa bajo un seudónimo–, libros que significaron mucho para ella tanto intelectual como artísticamente. Cuando sus hijos eran pequeños, les leía la trilogía y en sus habitaciones infantiles les dibujaba los paisajes imaginarios que Tolkien describía en los libros.
Dueña de un estilo único, es una reina que brilla por su original estilismo temporada tras temporada, incluso a los 80 años, y a la que nunca le importó que sus looks llamen la atención por los colores audaces o combinaciones excéntricas. Tiene una importante colección de tocados y sombreros, sin duda su complemento favorito, todos con su sello en el color y el diseño.
EL PRÍNCIPE
Desde el día de su boda hasta el de su muerte –en febrero de 2018, a los 83 años– Henrik, príncipe consorte, mantuvo su reclamo: quería el título de rey. Nunca lo consiguió y, con los años, su frustración se tradujo en una sucesión de escándalos monárquicos (en 2002 llegaron a vivir un tiempo separados). La tensión entre ellos estalló en 2016, cuando la Reina le pidió que se retirara de la vida pública, y él se llevó el enojo a la tumba: a contramano de la tradición de enterrar juntas a las parejas reales, Henrik pidió ser cremado, porque según decía si no fue rey en vida no quería serlo muerto. "Fue su decisión, era una persona libre. Y lo respeto", explicó Margarita casi un año después de la muerte de su marido, a quien despidió con toda la pompa correspondiente y acompañada de su gran familia perruna: Nelly, Tilla y Helike, los tres teckels de la pareja real (durante toda su vida en común llegaron a tener dieciséis perros), ocuparon un lugar privilegiado en el último adiós a su dueño.
EL HEREDERO
Según las encuestas, el 82 por ciento de los daneses está en contra de abolir la institución, y la Reina es muy popular entre sus súbditos porque supo "modernizar una monarquía envejecida y adaptarla a las evoluciones de la sociedad sin sobresaltos", explicó el profesor de la Universidad de Copenhague Lars Hovbakke Sørensen. Y aunque desde que enviudó parece más aferrada a la corona ("yo seguiré en el trono hasta que me caiga de él", dijo), siempre tuvo una excelente relación con su hijo mayor, Federico, a quien preparó para que siga su estela paso a paso. El príncipe, por su parte, que en un documental por sus 50 años admitió que de adolescente fue muy incómodo darse cuenta de que tendría que asumir como Rey, también contó que desde que se casó con la abogada australiana Mary Donaldson (2004) se siente absolutamente preparado para reinar.
Antes hubo aventuras y romances que le valieron más de una reprimenda, hasta que su madre decidió enviarlo a Harvard para terminar sus estudios de Ciencia Política. Hoy, Federico tiene cuatro hijos con la princesa Mary (Cristian, Vicente, Isabel y Josefina) y el mayor, tercero en la línea de sucesión, ya marcó una importante diferencia con sus antepasados: es el primer príncipe heredero en asistir a una escuela pública.
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