Marcia Clark, de fiscal del caso O.J. Simpson a estrella televisiva
LOS ÁNGELES.– ¿Quién lo hubiera pensado? Ni en un millón de años luz se me hubiera ocurrido que pasara algo así", exclama con alegría Marcia Clark. La abogada, exfiscal y actual novelista de thrillers responde sobre el éxito de crítica y público de la miniserie El Pueblo contra O. J.: American Crime Story, ganadora de nueve premios Emmy, entre los cuales estaban Mejor Miniserie, Mejor Actor de Reparto (Sterling K. Brown), y mejor Actriz (Sarah Paulson). "Jamás me imaginé que Ryan Murphy decidiera volver a contar esta historia, dando a conocer el sexismo y la misoginia que existía en ese momento", continúa.
La miniserie del creador de Glee y American Horror Story cuenta el juicio del asesinato en 1994 de Ron Goldman y su amiga Nichole Brown, quien fuera la esposa del exjugador de fútbol americano O. J. Simpson. El caso fue uno de los primeros juicios mediáticos de la historia con la cámara de televisión constantemente presente en el tribunal, algo que los involucrados aprovecharon para beneficio propio, desde la propia defensa de Simpson hasta el juez Lance Ito. La fuga de Simpson por las autopistas de Los Ángeles, televisada en vivo, fue un suceso que atrajo a 95 millones de personas. El juicio duró once meses hasta octubre de 1995 cuando O. J. fue declarado inocente. ¿Quién fue el asesino? Es la pregunta que hasta el día de hoy sigue sin responderse, aunque el libro de Jeffrey Toobin sobre el cual está basado el caso deja pocas dudas sobre la culpabilidad del exdeportista.
Por entonces, Marcia Clark era una abogada de 41 años que había estado trabajando durante una década como fiscal hasta que le cayó por sorteo el caso Simpson. Toda su vida cambió: de la noche a la mañana se convirtió en una figura pública. Cuando terminó el juicio, Clark renunció a su cargo, escribió un libro sobre el caso, Without a Doubt (Sin duda, por el cual recibió más de 4 millones de dólares), y se dedicó a escribir novelas sobre una abogada llamada Rachel Knight y comentar casos de alto perfil en la televisión cada vez que la requirieran.
Tras el éxito de American Crime Story, A+E la convocó para la serie Marcia Clark Investiga (martes a las 20), documentales episódicos de dos horas de duración, en los cuales la abogada busca pistas en las primeras 48 horas de casos policiales resonantes de los últimos años, como la muerte de Caylee Anthony, una niña de 2 años, de la cual fue acusada su madre; el asesinato de Bonny Lee Bakley, la esposa del actor Robert Blake, que actuó en la película A sangre fría; la muerte de Jam Master Jay, del grupo de rap RUN-D.M.C. y otros más.
Si bien el género crimen verdadero, como se lo denomina, ha sido siempre exitoso en la televisión, con casos policiales de Hollywood como el célebre E! True Hollywood Story o Forenses (HBO) en los años 2000, ha habido en los últimos tiempos una nueva ola de documentales que acrecentaron la oferta de estos productos. Seguramente Netflix sea un poco responsable con documentales como Making the Murderer, Wild Wild Country, Amanda Knox, Wormwood, Casting JonBenet, The Thin Blue Line, The Staircase y Evil Genius, para nombrar unos pocos.
–Después de 20 años volviste ser una figura pública gracias a American Crime Story.
–No esperaba que la gente la mirara y mucho menos que la genia de Sarah Paulson me interpretara. Sarah hizo un gran trabajo; no sé cómo lo hizo, porque no nos encontramos nunca ni me consultaron. Pero aún más sorpresivo fue el impacto que causó en la opinión de la gente, que logró cambiar la historia y su actitud hacia mí, lo cual estoy eternamente agradecida. Ver la miniserie fue muy doloroso para mí, porque, si bien no pudieron reconstruir muchas cosas de la misma manera –condensaron algunas–, ella me interpretó de manera sorprendente.
–¿Por qué el género es tan popular?
–Creo que es una pregunta que cada uno debería responder por sí mismo. No puedo especular qué ve cada persona, pero siento lo mismo que todos. Soy una más. Entonces, y lo digo por mí, es siempre fascinante ver lo que hacen las personas y por qué lo hacen. Y el extremo de lo que la gente hace es precisamente cometer crímenes horribles. Asesinar a alguien es algo que está por fuera de la realidad de la mayoría de la gente. Por eso, hay una fascinación por saber cómo pasó, por qué, y si buscas en la tragedia clásica griega, hay un análisis de qué somos y por qué hacemos lo que hacemos. El definitivo acto de matar es el ejemplo perfecto de eso.
–¿Por qué 48 horas? ¿Qué tiene de especial ese número?
–El programa ha estado emitiéndose en A+E por muchos años y eligieron ese número porque es un axioma de que si en un investigación el caso no se resuelve en las primeras 48 horas, las posibilidades bajan al 50%. El nuestro es un derivado de ese programa original.
–¿Qué pasó con O. J. en esas 48 horas?
–Oh, Dios mío. Pasó de todo. Las 48 horas se empiezan a contar desde que se encuentran a las víctimas. Con el caso Simpson, no recuerdo todos los detalles, pero habíamos encontrado pruebas como para condenarlo quince veces: la sangre que iba de la habitación a su coche. Encontraron el guante ensangrentado en su patio, cabellos que eran consistentes con los suyos, huellas de su tamaño de calzado, ¿qué más quieren?
–En la televisación del caso de O.J. te veías muy seria, pero en persona sos muy divertida. ¿Qué cambiaste en estos veinte años? ¿O es una parte de tu personalidad que no mostrás en el juzgado?
–Bueno, cómo te comportás en el juzgado es distinto de cómo te comportás en la vida cotidiana. No puedo contar historias o chistes, la gente espera que sea de una manera muy formal. Además, yo estaba en un juicio donde el juez estaba enamorado de la defensa, enamorado de los medios y se metía siempre que podía. Para mí, entrar en la sala significaba enfrentarme con la injusticia, porque sabía que apenas pudiera se iba a entrometer. Así que nunca olvidaré cuando fuimos a las transcripciones para buscar algo que decía un testigo y cuando levanto la mirada veo que a cada objeción decía "a lugar" y que cada uno de esos testigos tendría que haberse mantenido. La defensa no tenía sentido. Todos sabían que eran boludeces, cosas irrelevantes, pero a nosotros nos decía "a lugar" todo el tiempo. Cuando permitís que al jurado se le muestren esas tonterías, lo confundís y empieza a dudar y distraerse de la realidad. Tenés que enfocarte en lo que es el caso real. Sabíamos que enfrentaríamos a un juez que nos iba a tratar como mierdas, porque decía "Señor Shapiro…, Marcia". Ese tipo, que hacía comentarios sobre mi pelo y mi falda, era al que tenía que ver todos los días, así que eso no me predisponía con el mejor humor.
–Puedo entenderlo.
–Sí, jaja. Me hizo un poco más perra. Así que estaba siempre a la defensiva. Lo peor fue que las noticias, lo que veía la gente, eran los primeros minutos. Y hay muchos minutos en un día, ¿me entendés? Nunca se me ve sonreír, cosa que uno hace si tiene una vida, que yo tenía pero no ahí.
–Me imagino que si el juicio fuese ahora, la actitud sería diferente.
–Es un momento histórico, en el cual las mujeres se están haciendo oír y la gente oye. Nunca pensé que iban a venir estos movimientos como #MeToo o Time’s Up.
–¿Cómo te sentís al trabajar en un caso como el de Casey Anthony? ¿Cómo fue trabajar ahí?
Fue interesante ser espectador y no participante activo. Seguí el caso, comenté el caso y cuando llegó el momento lo volví a investigar para el show: pero no quería interponer mis pensamientos personales. Así que en esa investigación descubrí que me fascinaba el rol del investigador imparcial. Estuve en ambos lados de la Justicia: defensora y abogado litigante. Mi parte favorita era investigar, salir con detectives, golpear en todas las puertas. Eso es lo que hago, más que ir al juzgado. Ahora tuve que volver a investigar, analizar la evidencia, hablar con los abogados sobre hipótesis. Es un privilegio estar en esta posición, como un detective, para buscar la verdad y mostrarte las pruebas. Lo que más amaría es poder ver las reacciones del público, saber qué piensan. Lo que sea que piensen, pero saberlo.
–¿Hay algún caso que te interese trabajar, como la desaparición no resuelta de Jimmy Hoffa o la muerte del rapero Tupac?
–¿Tupac? Tocaste un nervio. Quiero hacer ese, todos lo trabajaron. ¿Quién lo hizo? Vi hace poco un documental en A+E, ¿Quién mató a Tupac?, y nombraron un tal Orlando Anderson como culpable. Tengo dos hijos adultos, y uno de ellos es tan belicoso como yo. Yo le decía: "El asesinato de Tupac está conectado con el de Notorious B.I.G. en Nueva York". Y él me contestaba. "No, estás equivocada. No tiene nada que ver". Y yo: "Sí, sí, sí". Y él: "No, tiene que ver con una pelea en el casino MGM unos minutos antes". Y tenía razón al final.
–Uno de estos casos de la serie, el de Jam Master Jay, está relacionado con el hip hop y fue luego de la muerte de Tupac. ¿Cómo elegiste ese caso?
–Porque no estaba resuelto y había testigos cuando le dispararon. Ellos sabían quién fue porque era un lugar tan grande como esta habitación. Si viene alguien con una pistola y dispara en un lugar como este, no hay manera de que no lo podamos ver. Si inspiramos a que los testigos pierdan el miedo, el programa habrá funcionado. Cuando investigamos el caso mucha gente se acercó a nosotros porque él fue mentor de muchos artistas de hip hop. Muchos del barrio vinieron porque de verdad lo querían. Me gustaría iluminar su caso, mostrar los pruebas, mostrar quién era y animar a que los que saben la verdad se animen a hablar.
–¿A quién te gustaría encarcelar?
–A la gente culpable. Me gustaría mostrar a alguien que no haya sido culpable y haya sido encarcelado para exonerarlo. Vi uno de esos casos donde… no puedo hablar de esto, la próxima vez que nos veamos, sí.
–¿Qué te hizo ser abogada?
–Tengo una adicción por hacer justicia cuando veo un crimen. Eso me pasó desde chiquita. Como podés ver: aquí estoy. Es la que soy yo. La batalla contra la injusticia es muy importante, es personal. ¿Qué es lo que más amás en la vida? La justicia, eso es para mí. Nunca tuve imaginación, no sé por qué pero creo que es una cuestión de ADN. Cada niño es diferente y aunque intentes modificar algunas cosas son lo que son. Esa era yo. Es un milagro que tenga amistades. Usaba a mis amigos para investigar en el vecindario, en una casa abandonada. Me gustaba buscar crímenes. Me sorprende que los padres hayan dejado que se juntaran conmigo.
–¿Entonces O.J. es culpable?
–Ja, ja, ja.