Marcela y Elisa, el “matrimonio sin hombre” que shockeó a la Argentina del 1900
En 1901 la pareja de mujeres pasó por el altar, pero se descubrió su secreto y la historia llenó las páginas de la prensa
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Hace más de 120 años hubo dos mujeres que estaban enamoradas e iban a hacer todo lo posible por pasar el resto de sus vidas juntas. Desde hacerse pasar por un hombre, engañar a las autoridades y casarse por la iglesia, hasta huir a Portugal y luego a la Argentina.
Se trata de Marcela Gracia Ibeas y Elisa Sánchez Loriega, dos españolas que se conocieron en 1885, en la Escuela Normal de Maestras de la ciudad de La Coruña. Las mujeres desafiaron reglas consuetudinarias, legales y religiosas, sin saber que un siglo más tarde se convertirían en pioneras en la lucha por la igualdad.
Su historia no solo inspiró libros y artículos periodísticos, sino también una película en Netflix.
Un “flechazo”
“¡Ay, mamá! ¡Si vieses qué amiga más simpática y más buena tengo! Estoy encantada”, le dijo Marcela a su madre cuando conoció a Elisa. Desde ese día, no se separaría más de ella. Ambas comenzaron una amistad que fue afianzándose con el pasar de los años. Marcela tenía 18 años y estaba estudiando magisterio; Elisa, 23 y trabajaba en la escuela.
Pero al poco tiempo, los padres de Marcela comenzaron a percibir de forma negativa la relación que mantenía su hija con otra mujer. “Llegaron a verlas con desagrado primero y luego con disgusto muy vivo”, aseguraban las crónicas de la época. Incluso, con el objetivo de separarlas, enviaron a Marcela a Madrid. Pero la distancia no logró frenarlas.
Años más tarde, ambas fueron destinadas como maestras a dos aldeas vecinas de Galicia. Elisa fue a Calo y Marcela, a Dumbría. Pero el afán por estar juntas era enorme y cada noche, durante dos años, Elisa caminaba los 12 kilómetros que separaban a los pueblos, para reencontrarse con Marcela.
Durante ese tiempo, las mujeres se mostraban juntas y, a pesar de vivir lejos del asedio, decidieron dar un paso más. Estaba decididas a pasar por el altar y abandonar la clandestinidad.
Un arriesgado plan
En 1901, para evitar levantar sospechas, las dos mujeres fingieron pelearse. Según el diario El País, Elisa afirmó que no aguantaba más y que se iba del pueblo. Lejos de todos, se cortó el cabello y cambió los vestidos y polleras por pantalones y sacos.
Para darle veracidad a su nueva identidad, decidió tomar la de un primo de ella que había vivido en Londres y que había fallecido en un naufragio. A partir de ese momento, comenzaría a llamarse Mario. Además, para justificar la razón por la que no había sido bautizado le dijo a todos que sus padres eran protestantes.
Con una apariencia masculina, engañó al párroco de la Iglesia de San Jorge, en la ciudad gallega de La Coruña, y el 26 de mayo logró que el cura la bautizara como hombre.
Al mismo tiempo, Marcela anunció que se casaría con Mario, “el primo de su amiga”. Consciente del parecido que había entre Elisa y Mario, Marcela encaraba la situación y aseguraba: “No he visto cosa más parecida a Elisa. Es de su misma estatura, tiene la misma voz e iguales maneras. ¡Hasta su mismo genio!”.
Unos días más tarde, el 8 de junio de 1901, a las siete de la mañana en la iglesia y con el mismo sacerdote que había realizado el bautismo, Mario y Marcela contrajeron matrimonio. “Después de la boda tomaron los esposos chocolate en el domicilio de la madrina, salieron de compras y a la vez fueron a retratarse a la fotografía del señor Sellier”, informaron las crónicas de la época.
La noche de bodas fue en la pensión Corcubión y luego, ambas volvieron a Dumbría. Se trató de la primera boda lesbiana en España y la única realizada por la iglesia.
Persecución y huida
Pero la felicidad duró poco, y rápidamente comenzaron los rumores sobre la pareja. Algunos vecinos descubrieron que en verdad Mario era Elisa y el caso llegó a la ciudad. La prensa local no tardó en brindar una exhaustiva cobertura a la noticia.
La primera vez que la sociedad conoció la noticia fue el 22 de junio de 1901, unos días después de la boda, cuando el diario La Voz de Galicia lanzó una serie de crónicas bajo el título: “Un matrimonio sin hombre”.
La relación conmocionó a los contemporáneos, quienes no podían concebir que dos mujeres se amaran y que se pudiera engañar a la Iglesia de esa forma. A Elisa le impidieron conseguir empleo y ambas comenzaron a sufrir burlas por su elección sexual. Además, fueron acusadas de escándalo público, cargo al que se solía recurrir para perseguir la homosexualidad, y decidieron huir a Oporto, en Portugal.
Allí, detalla BBC, Elisa se hizo llamar Pepe y la pareja convivió como marido y mujer durante unas semanas. Hasta que el 16 de agosto, ambas fueron detenidas y acusadas de falsedad documental y travestismo.
Sin embargo, en Portugal comenzó un movimiento de solidaridad hacia las “dos españolas matrimoniadas”, como eran llamadas, y tanto la sociedad como la prensa se pusieron de su lado. Ante la presión social, el proceso de extradición terminó con su absolución, y ambas recuperaron su libertad a los 13 días.
Una hija y la venida a la Argentina
El 6 de enero de 1902 Marcela dio a luz a una beba, a la que llamó María Enriqueta. Según se cree, el padre de la menor era un vecino y ambas mujeres se casaron con conocimiento del embarazo. Algunos llegaron a teorizar que Elisa se casó para darle un marco “legal” a su amiga y que esta no diera a luz siendo soltera.
Ese mismo año, Elisa y Marcela resolvieron viajar a “un lugar lejano” y poner un mar de por medio para alejarse del escándalo. Eligieron la Argentina. Según describe el diario El Mundo, primero se embarcó Elisa y, a los tres meses, Marcela y su hija.
Una vez que pisaron territorio rioplatense, cambiaron su identidad, Marcela se hizo llamar Carmen, mientras que Elisa pasó a llamarse María. Ambas consiguieron empleo como trabajadoras domésticas y de noche, Marcela también se desempeñaba como costurera.
Lejos de las polémicas del Viejo Continente, volvieron a esbozar un plan para pasar el resto de sus vidas juntas. La idea consistía en que Elisa se casara con Christian Jensen, un anciano de origen danés que le llevaba 20 años, con la esperanza de enviudar y compartir la herencia junto a Marcela.
Pero de nuevo, el plan no llegó a buen puerto.
El matrimonio entre el danés y Elisa comenzó a flaquear y el hombre empezó a sospechar de su flamante esposa, quien se negaba a mantener relaciones sexuales con él, según indican los artículos periodísticos.
Después de hacer indagaciones, el marido descubrió que estaba casado con la persona que en España había protagonizado un “matrimonio sin hombre”. Tras destapar la trama, denunció a Elisa y solicitó la anulación del matrimonio.
Finalmente, Elisa fue absuelta en el juicio y en este punto de la historia, el rastro de las dos mujeres terminó por perderse. Solo se sabe que Elisa siguió frecuentando a Marcela hasta que murió de cáncer a los 58 años.
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