Marcel Rochas: un innovador
Su nombre reinó en la haute couture, la vida parisina y la moda desde 1925, cuando se inició, hasta 1955. Hoy la marca posee una boutique en Buenos Aires, que es, además, el punto de partida hacia América latina
Marcel Rochas tenía sólo 22 años cuando creó su casa de modas. Era entonces el tiempo de Erik Satie y del restaurante Le Boeuf Sur le Toit, donde Jacques Doucet tocaba el piano durante horas; el de las fiestas del mundo del arte en Montparnasse; el de la Europa de Joyce, de Foujita; el descubrimiento de Max Jacob, Picasso, Stravinsky… El charleston se bailaba en los salones, la Revue Nègre y las Dolly Sisters ponían en primer plano el cuerpo y Mistinguett cantaba ondulando su pollera de plumas en Eldorado. En esta tierra fértil donde se mixturaban el arte negro, la influencia de Paul Poiret –uno de los couturiers más relevantes de la primera mitad del siglo XX–, el gusto por el deporte y las repercusiones de la Exposición de Artes Decorativas, que había tenido lugar en 1925, nacieron los primeros espacios de mannequins de modistos.
Arte y moda estaban estrechamente relacionados y lo estarían siempre para Marcel Rochas. No hay que olvidar que después de la guerra, Sonia Delaunay abrió una casa de modas, realizó sus primeros bordados y sus telas en 1916, creó al lado de Robert Delaunay los Vestidos-Poemas en 1921 y cerró su boutique en 1929 para dedicarse sólo a la pintura. Chanel impuso en esa época el vestido camisa; introdujo el suéter, el conjunto de lana; elevó el tejido de punto y el escocés al rango de telas de lujo agregándoles toques particulares de su genio para los accesorios y su pasión por el negro.
Los otros modistos eran Paquin, Vionnet, Lucien Lelong, Lanvin y Patou. Dos nuevas personalidades causaban sensación: Elsa Schiaparelli, con su moda provocativa, y Marcel Rochas, que dio inicio rápidamente a una moda parisina hecha de elegancia y femineidad.
Siempre cerca del mundo artístico y literario, de artistas como Jean Cocteau o el Grupo de los Seis, tomó parte en todas las iniciativas culturales integradas en esa época a la vida mundana: bailes en casa de Etienne de Beaumont –que hizo viajar a París a los ballets suecos y rusos–, veladas en casa de Charles y Marie Laure de Noailles. Pero también descubrió con el avión a los Vecinos-Sport y las carreras, el nuevo reinado de la velocidad. Rodolfo Valentino posaba junto a su mujer en la Avda. Montaigne, frente a su auto deportivo; Hermès inventaba el cierre relámpago para el equipaje destinado a mujeres “desenvueltas” que iban a Bouquet, a Biarritz o a Deauville.
Por eso, algunas palabras se repetían frecuentemente en las revistas de moda: baños de mar, esquí, golf, weekend, impermeables Burberry, pijamas para playa. Era la época en que Gloria Swanson aparecía con suéter y falda plisada, en La mujer indómita, para despertar la envidia de las mujeres, y Lanvin lanzaba el perfume Cross Country. En este giro, el muy joven modisto Marcel Rochas proponía con entusiasmo y creatividad una nueva moda, muy personal, para una nueva generación.
Como un escultor
Su moda, su estilo, su naturaleza, muestran que Marcel Rochas amaba a las mujeres. Embellecerlas, modelarlas, destacarlas era su fin. Desde el inicio, cuando su talento asombró a Paul Poiret –quien le “prestó” a su primera mannequin–, intentó expresarse a través de un tipo ideal de belleza que finalmente descubriría en una joven llamada Hélène, la que lo inspiró y a quien le dedicó, en 1944 y como regalo de bodas, su primer gran perfume:
Femme. A Marcel Rochas le gustaba repetir:“Se debe respirar a una mujer aun antes de haberla visto. Cuando se abre la puerta de su departamento, una bocanada de su imagen salta a mi olfato. Si no la conozco, la imagino. Si la conozco, es un agradable prólogo”. Fue en ese momento cuando pudo representar mejor el rol de escultor. Gracias a su joven mujer, que le aportaba una nueva inspiración, él, tan sensible a la gracia de los gestos, el andar, la femineidad, inventó una nueva belleza armónica y delicada: de sus manos surgió una nueva silueta depurada, feminizada.
Desde el principio de las creaciones de Rochas hubo una suerte de búsqueda casi obsesiva de juegos gráficos en sus abrigos y tailleurs. El cuerpo estaba ahora en su lugar. Marcel buscaba los puntos de apoyo de su nueva línea: hombros marcados, talle marcado y delgado, busto moldeado, caderas chatas y línea recta hasta el borde de la falda mediante procedimientos que la acentuaban. Cruce de líneas y rayas al bies, cortes en triángulo, apliques de trenzas en diagonal, botones cruzados en punta: todo llevaba a realzar el busto por encima del talle, sin preocuparse por las mangas, generalmente estrechas. También, atrevidas incrustaciones de estampados con sisas muy novedosas, destacaban los hombros y, a veces, también las caderas.
En 1936, así como se lo llamó a Marcel Rochas el “modisto de la juventud”, podría haberse agregado “y de la velocidad”: la estética de la elegancia se hizo dinámica. Rochas “limpió” la moda de adornos excesivos. La ropa para él no era un medio de exhibición, sino una forma de vestirse de manera cómoda, eficaz, y deportiva si era necesario. La mujer conquistadora reemplazó el automóvil –todavía considerado en los 30 como un deporte que daba oportunidad de desplegar “atuendos chics”– por el avión, el barco, el tren rápido. Falda acampanada al bies para estar cómoda, combinada con una capa de igual tela. Suéter liviano para facilitar el movimiento en la parte alta y el forro.
Por otra parte, Marcel Rochas viajaba como “el hombre apurado” de Paul Morand, llevando a Inglaterra a sus mannequins: fue el primero que construyó un puente con los Estados Unidos e incluso llegó a Brasil.
Los materiales
En 1934, Marcel Rochas comenzó un trabajo en equipo con fabricantes de telas que duraría veinte años. Su intervención en la creación y la fabricación de nuevas texturas fue primordial. Couturier Fructus creó el cloqué annamita, realizado exclusivamente para Marcel. Rodier inventó para él un nuevo jersey cloqué llamado antracita que le permitía la flexibilidad con la que la seda imita a la lana y la lana a la seda, y también el twitchouck, de gran relieve. Riqueur creaba su famosa y exclusiva tela diente de león, que envolvía el cuerpo ajustándolo, sin apretarlo ni aplastarlo.
Rochas visitaba a todos los fabricantes de sedas para inventar con ellos nuevas variedades: Ducharne mezcló el metal con muselina; Johann Colcombet, el padre de Hilaire, buscó incansablemente hilos artificiales aún desconocidos y lanzó un tejido revolucionario para trajes de baño que unía el aspecto de celofán con las cualidades elásticas del látex. Marcel Rochas pidió a Moreau telas secas que imitaran el homespun y a Blanchini, su loranza y el tortaz, tan particularmente apto para retener sus colores inéditos.
Los estampados de colores alegres, su luz y sus arabescos, tienen en efecto un lugar glorioso en sus colecciones de primavera. La apertura a la India, a la Polinesia, al arte de Oceanía, fue remplazada poco a poco por la alegría de las cabezas al sol y las flores, las telas livianas que permiten los movimientos de la vida y el andar etéreo. Pero su elección recayó en flores de diseño moderno sobre fondos nuevos, y fue allí donde una vez más innovó.
Los accesorios eran muy importantes para Rochas. Era la época en que Cartier creaba el vanity case; Hermès, el cinturón con dos hebillas, y Kayser, las medias de seda artificial. Por eso, Rochas inventó los guantes bicolor o bordados o con incrustaciones de encaje (Roger Faré), los largos sautoirs de perlas (Gripoix) con alhajas de fantasía, los grandes cuadrados de muselina en dos tonos, simplemente subrayados por una luz en degradé de colores.
Rochas por Rochas
Y a la hora de definirlo, nadie mejor que él: “Veinticinco años… ¿Por qué esta fecha? Asombra, lo sé porque no soy más viejo que algunos «jóvenes modistos» de hoy. Pero, caso excepcional, yo tenía sólo veintidós años cuando creé mi propia casa. La suerte quiso que mis inicios audaces coincidieran con una fecha fatídica: 1925. Punto culminante de una época extraordinaria que buscaba expresarse de forma nueva e integral. La moda participó de esto íntimamente. Mi guía fue, entonces, mi época. Mi generación, salida de la guerra de 1914, descubría simultáneamente el sol, la velocidad y el deporte: el automóvil, el avión y la cámara fueron sus dioses.
“Fui entonces promovido como el modisto de la juventud, porque la vestía naturalmente en su nuevo rol. Mi lema publicitario era: Elegancia, simplicidad, juventud. Ya que la moda masculina enamorada del atletismo nos dotaba de hombros importantes, lancé para nuestras compañeras la moda de los hombros cuadrados, que marcó toda una época. Al mismo tiempo, mientras reinaba la seda, yo ponía de moda el vestidito de lana, más adaptado a la vida moderna deportiva. Toda actividad era para mí pretexto para la creación: una exposición colonial, un rascacielos, un auto, un pájaro, una flor… Subyugado por el eterno femenino, reaccionaba contra el estilo garçonne, el cabello corto. Estaba bajo la influencia del cine y de sus estrellas.
“Pero como el destino del verdadero modisto es quemar lo que adoró, después de la guerra rompí con la línea recta para adoptar la línea curva; intenté en 1941 una renovación de las faldas largas, después de haber sido el apóstol de las faldas cortas en 1935. Así presentí la nueva silueta: hombros redondos, cintura fina, senos y caderas destacados, falda más larga. En la misma época creé la guêpière (cintura de avispa), nombre y objeto a la vez. Además, compuse mi perfume en su ánfora envuelta en tul de encaje: Femme. Con su nombre conquistó algunas temporadas el título de mejor perfume del mundo. Luego de veinticinco años de actividad al servicio de la moda, debo el éxito de mis creaciones, primero, a mis obreras y oficialas de taller, verdaderas hadas inclinadas sobre mi destino; a mis fabricantes de telas, maravillosos creadores e intérpretes de mis deseos más insensatos; a París, finalmente, teatro único de la moda, lugar eterno de encuentro de la mano, la materia y el espíritu."
Para saber más: www.estiloymoda.com
Una marca actual
En el año 2006, Procter & Gamble decidió encargar estratégicamente al departamento de licencias masculinas el desarrollo de Rochas con empresas profesionales en el management de marcas, en diferentes países y/o continentes.
De esta forma, Rochas produjo su desembarco en la Argentina, asociándose con Profit Label SA, empresa argentina con experiencia en la comercialización de marcas internacionales. Así, se abrió la primera boutique Rochas menswear en Buenos Aires que sería el punto de partida de un proyecto que implicaría la apertura de sucursales en los centros comerciales más importantes del país. En síntesis, Rochas reanuda un plan de crecimiento en la Argentina que apunta a valorizar el pret-à-porter masculino. Tal vez esto se deba a las palabras de monsieur Rochas, que supo decir: “Descubrimos en un hombre, mediante su presencia aromática y su forma de vestir, la virilidad, el poder de seducción, la personalidad”.
Aromas de París
La sociedad de Perfumes Marcel Rochas se creó en 1944, siempre en el 12 de la avenida Matignon, y el tout Paris recibe una mañana una invitación para tomar una suscripción de la edición de lujo del perfume Femme, en frasco de cristal numerado, firmado por Lalique. Durante mucho tiempo, para conservar a Femme como su sello más exclusivo, el perfume sólo fue vendido en su salón. Hubo una polvera Femme, un lápiz de labios, ambos en plata grabada, combinados con otros accesorios de encaje chantilly negro sobre fondo blanco.
Pero en 1949 Marcel Rochas se dijo: “Los hombres tienen sus accesorios de moda: corbatas, sombreros, calzado... Sus alhajas: gemelos, anillos chevalière… ¿por qué no tendrían también un perfume que los personalice?” Imaginó entonces el primer perfume masculino en Francia, utilizando sólo esencias del bosque, musgo y frutos raros prescindiendo de las flores que eran base de sus perfumes para mujer. Lo completó con agua de toilette, agua de colonia, jabones, loción para después de afeitarse. Fue la primera gama de lujo completa en la historia de la perfumería. Pero no encontraba un nombre que le gustara. Paseando un día por el Museo del Louvre, el retrato barbado y con bigotes de Carlos I cazando, pintado por Van Dyck, lo hizo detenerse repentinamente: moustache (bigote) era el nombre que buscaba. Madame Rochas será, a la muerte de Marcel, la más joven presidenta de una gran sociedad. Por eso, en 1960 decidió lanzar un perfume para mujeres jóvenes como ella que se habían emancipado, eran activas y con responsabilidades. El perfume Madame Rochas fue creado para corresponder con esta nueva generación conquistadora y libre. Un perfume florido, fresco y danzante, para costumbres nuevas, que dio la vuelta al mundo y fue uno de los mayores éxitos de la perfumería.