Manuel Belgrano y el glorioso éxodo jujeño
Enviado por el gobierno para hacerse cargo del desmoralizado Ejército del Norte, Manuel Belgrano estableció contacto con la tropa en Salta. Avanzó hasta Jujuy, en donde estableció su cuartel general. Realizó un soberbio acto patriótico en el segundo aniversario de la Revolución de Mayo. Bendijo la bandera en la Catedral.
Mientras tanto, las tropas realistas de Goyeneche iniciaban su avance victorioso por las principales ciudades del Alto Perú. La retaguardia de Belgrano poco podía hacer por sostener la marcha de los realistas. La caída de Potosí y de Chuquisaca alarmó a los poblados del norte. Frente a esa situación, el general tomó una resolución muy grave. El bando que dirigió a los ciudadanos de Jujuy el 14 de julio de 1812 comenzaba con estas palabras que definían su postura acerca del bien común:
Cuando el interés general exige las atenciones de la sociedad, deben callar los intereses particulares, sean cuales fuesen los perjuicios que experimentasen. Este es un principio que sólo desconocen los egoístas y los esclavos, y que no quieren admitir los enemigos de la causa de la Patria. Causa a que están obligados cuantos disfrutan de los derechos de propiedad, libertad y seguridad en nuestro suelo, debiendo saber que no hay derecho sin obligación y quien sólo aspira a aquel sin cumplir con esta, es un monstruo abominable, digno de la execración pública y de los más severos castigos.
Es digno de remarcarse: "no hay derecho sin obligación, y quienes solo aspiran a los derechos sin cumplir con las obligaciones son monstruos abominables".
El bando proseguía con demandas para que tomaran las armas y se prepararan para realizar sacrificios. Era un llamado a la conciencia general: iban a tocarle jornadas aciagas a la ciudad de Jujuy. El clima festivo por celebración del 25 de Mayo se había cambiado por una sensación general de incertidumbre.
En los días posteriores, advertido de la cercanía del ejército enemigo, asumió una delicada decisión: ordenó al pueblo que abandonaran sus hogares, sus haciendas, sus cultivos, sus raíces.
De los tres mil quinientos habitantes, unos mil quinientos partieron con Belgrano rumbo a Tucumán. Aquellos que no lo hicieron, que en su mayoría pertenecía a la clase alta, se escondieron o directamente huyeron, a costa de perder su patrimonio. En mayo de 1810, en Buenos Aires había nacido un nuevo gobierno. Allá lejos en Jujuy, en agosto de 1812, la ciudad de San Salvador era devastada por sus propios habitantes, para sostener los principios del Mayo.
El objetivo de que el enemigo no encontrara nada de provecho era una experiencia que había vivido el propio Belgrano durante la expedición al Paraguay en 1811, cuando al adentrarse en el territorio guaraní se topaba con tierras arrasadas y poblaciones fantasmas.
Los bandos publicados por Belgrano enfurecieron a los jefes realistas, quienes consideraron que estaba llegando al límite de la intolerancia con los pueblos. Pocos podrían haberse animando a tanto. Pero Belgrano era un eterno suplicante de sacrificios. Él entendía que nadie podía recibir los beneficios de arriba. Siempre debían hacerse sacrificios y esfuerzos para obtener recompensas.
Marcharon los jujeños hacia un destino incierto, en medio de un inclemente frío invernal. Eustaquio Díaz Vélez fue el oficial que quedó a cargo de la retaguardia, cubriendo la salida del pueblo y del ejército del Norte. Belgrano se llevó hasta los documentos y papeles de gobierno de Jujuy. La última columna partió el 24 de agosto a las tres de la mañana, con el enemigo pisándole los talones.
A las seis de la tarde, el coronel realista Ángel de Huici, al mando de trescientos hombres, ingresó a la ciudad. Esa noche escribió a su superior, Pío Tristán:
No he encontrado en ella más que cuatro o cinco vecinos que han podido quedarse escondidos y una porción de mujeres honradas y niños que, anegadas en lágrimas de las confinaciones de maridos y padres, y de las pérdidas que han experimentado en sus casas y bienes, daban gracias al Todopoderoso de la llegada de las tropas del rey a quien aclamaban con repetidas voces.
Apenas algunos vecinos. La sorpresa de Huici se deja traslucir en los siguientes párrafos. La ciudad había sido arrasada. El jefe realista lo informó con las siguientes palabras:
Ha sido tan oportuna la aceleración de mis marchas sobre el enemigo, y la persecución de ayer tarde, que ha evitado en mucha parte las inicuas y horrorosas miras que tenía publicado por dos bandos el caudillo Belgrano.
Sin embargo, como tenía tomadas sus disposiciones de antemano, ha extraído todas las facturas de efectos que existían pertenecientes al comercio de Buenos Aires, toda la plata labrada de la iglesia matriz y convento de San Francisco, tres custodias [piezas de oro que resguardan la hostia consagrada para adoración de los fieles] y porción de ganados y caballada de las estancias inmediatas que ha dejado escuetas.
La penosa marcha de Jujuy a Tucumán necesitaba ser respaldada por una estricta disciplina. Dos soldados que se separaron un poco del camino por el cual había obligación de transitar fueron ejecutados por orden del general. Era implacable con los transgresores de las reglas.
¿Cuánto tiempo duró el éxodo? Las respuestas están en el libro de actas del Cabildo de Jujuy. Al margen del documento fechado el 24 de agosto de 1812 se lee: "Aquí empieza el Cabildo del tiempo de los tiranos". Asimismo, en el asiento del 22 de febrero de 1813, figura la siguiente inscripción: "Aquí concluye el Cabildo establecido por la tiranía que fue repulsada, arrojada, aniquilada y destruida con la célebre victoria que obtuvieron las armas de la Patria el 20 de febrero de 1813, siendo el primer soldado de ellos, Manuel Belgrano". Ambas anotaciones son del puño y letra del gran patriota y la referencia es a la batalla de Salta, que ya trataremos.
La fórmula final, que podría vislumbrar cierta arrogancia, está muy lejos de eso. En su correspondencia, Belgrano solía emplear, a tono con los tiempos, el vocablo "primer" en el sentido de "más". Y al decir, "el primer soldado", se refería a que se sentía el más amante soldado de la Patria.
Por fin los jujeños regresaban a su tierra, la que habían abandonado.
No significaba que dejarían de sufrir el rigor de la guerra de la independencia. Pero su acción dejaría una marca indeleble. Habían dado un ejemplo de abnegación como nunca antes se había visto en el territorio de la Patria.
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