La gran evolución de Emanuel como jugador, en un punto, ha sido física. Porque en cuanto a gesto, en cuanto a cualidades, él siempre tuvo las mismas virtudes.
Primero, la penetración. Después, el lanzamiento largo. Cuando lo dirigí en sus inicios, Manu ya tenía su tiro y su penetración. Y un fisiquito. Porque si bien era espigado, no era impresionante. A medida que fue creciendo atléticamente, en Bahía, por caso,fue pegando saltos de calidad. De algún modo, ya vivía más en el aire que en el piso. Y, después, ya empezó a desplegar sus cualidades en la NBA, donde pudo manifestar toda su sabiduría en un equipo que se adaptaba a su juego.
Todas esas cualidades, tanto la del tiro como la de la capacidad atlética, se manifestaron mucho más aún en un equipo atípico como San Antonio, donde el pase era el principal argumento, con una concepción de juego diferente de toda la NBA. Porque la NBA siempre fue anárquica, del 1x1 y el 2x2, y de repente Manu tuvo la suerte de caer justo en un equipo donde el entrenador, Gregg Popovich, empezó a diseñar para que él pudiera ejecutar. Y donde todos los jugadores tenían esa capacidad de pasarse el balón. Salvo un momento de Tony [Parker], que fue demasiado absorbente.
Porque la NBA siempre fue anárquica, del 1x1 y el 2x2, y de repente Manu tuvo la suerte de caer justo en un equipo donde el entrenador, Gregg Popovich, empezó a diseñar para que él pudiera ejecutar.
Cuando hablamos de penetración, me refiero al dribbling o, en sintonía futbolística, a la gambeta. Para mí, Manu era como Orteguita. Iba viboreando en el aire. O sea, él iba pasando obstáculos. Cuando él dribbleaba, cuando él atacaba el aro, él no definía lo que iba a hacer. No era un jugador previsible. Muchas veces, el jugador, siempre que penetra, culmina. O siempre descarga. Pero cuando Emanuel penetraba, no se sabía qué iba a hacer: si se la iba a pasar abierto a Robert Horry, Steve Kerr o Bruce Bowen, o si iba a culminar con una volcada. Ese es Emanuel.
En mi oficina, yo tengo el primer playbook de cuando llegamos a San Antonio, es una carpeta que incluye la filosofía y las reglas de juego del equipo. Para haber podido triunfar, más allá de su talento dentro de la cancha, ayudó mucho su cultura, su mentalidad y saber inglés. La franquicia te pedía, permanentemente, mucha sabiduría táctica, mucha memoria en sistemas de juego, mucha memoria en situaciones especiales. La NBA, para San Antonio, no era un juego donde uno atacaba y los otros cuatro miraban. No, estaban todos jugando, todos en movimiento, en situaciones que Pop se quedaba a inventar después de cada práctica. Para Manu, para Tim, para Tony o para el que fuera.
Para mí, Manu era como Orteguita. Iba viboreando en el aire. O sea, él iba pasando obstáculos. Cuando él dribbleaba, cuando él atacaba el aro, él no definía lo que iba a hacer. No era un jugador previsible.
Manu fue una evolución. Al principio, no podía transmitir esa evolución del juego durante el primer año. Porque en la NBA se paga derecho de piso. Nosotros, antes de cada práctica, íbamos a comprarle las donas para llevárselas a Tim Duncan y a Kevin Willis. Es una regla rookie. Él había llegado como el mejor jugador de Europa, pero ahí eso no importaba. Entonces, para afrontar eso, vos tenés que tener una cabeza y una familia atrás. Y mantener siempre la humildad. Y bancarse que, si perdía una pelota, lo mandaran al banco. Emanuel convivió con esa inseguridad porque podía ser cortado el primer año. Porque no se le permitían los errores. Pero después, él lo acostumbró a Pop a jugar con riesgos.
Y Pop lo bancó porque sabe de la competitividad de Emanuel. Y porque Emanuel es uno de los pocos jugadores que siempre pensó en el equipo. Yo dirigí 1300 partidos de Liga. Y les puedo asegurar que, después de los partidos, el que está contento es el que hizo 25 puntos, por más que el equipo haya perdido. Emanuel tuvo una cualidad que la gente deja pasar por alto: él jugó de sexto hombre.
Y eso significa una cosa: que hay que tener cabeza para jugar de sexto hombre sabiendo que sos parte de la historia de los récords de la NBA, de los playoffs o de lo que sea. Y él se la bancó. No cualquiera hace eso. Y él podría haber sido titular en cualquier equipo de la NBA. La evolución de Emanuel ha sido atlética, pero la cabeza de él fue constante.
Hay que tener cabeza para jugar de sexto hombre sabiendo que sos parte de la historia de los récords de la NBA, de los playoffs o de lo que sea. Y él se la bancó. No cualquiera hace eso. Y él podría haber sido titular en cualquier equipo de la NBA.
Podría haber caído en Milwaukee y no en San Antonio. Pero cayó en la mejor franquicia de todos los deportes del mundo. Y cayó en un equipo con una población latina que lo adora. Y jugó 14 años seguidos con un química de juego de memoria. Y a eso sumale la picardía constante de los jugadores argentinos.
Una vez, cuando ya tenía 38 años, le pregunté en qué tenía que mejorar. "Ya no tengo las piernas de antes", me dijo. "Entonces no puedo jugar de igual a igual con un chico de 23 años. Hay jugadas que no puedo culminar, entonces tengo que mejorar la flotadora, con parábola descendente. Y, mucho más, la efectividad del tiro de tres puntos".
Al ser un jugador tan completo física y mentalmente, Emanuel hizo todo. Pasaba la bola como el mejor, tiraba tiros como el mejor y penetraba como nadie. Con pelo, culminaba. Sin pelo, hacía la flotadora y pase más tiro. Si hasta agarró un murciélago con la mano. Él podía hacer cualquier cosa. Está tocado por la varita mágica. No hay con qué darle. De todos modos, probablemente, su mejor argumento de juego haya sido su cabeza, una mentalidad superior, distinta de la de cualquier otro.
*Oscar Huevo Sánchez es el entrenador con quien Manu Ginóbili debutó en la Liga Nacional de Básquetbol con Andino de La Rioja, el 29 de septiembre de 1995.
Oscar "Huevo" Sánchez
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