Mambrú, un sueño que lleva 40 años: la historia del ícono de Mar del Plata que casi desaparece en un incendio
Se trata de la famosa pizzería ubicada sobre la avenida Libertad que se convirtió en uno de los lugares más reconocidos de la costa; a mediados de enero sus dueños sufrieron un duro golpe y buscan recuperarse
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Varios minutos pasaron de las 20 y el servicio ya está a su máxima capacidad. Por las mesas, tenuemente iluminadas por una lámpara color naranja, pasa Cristian Schmidt y reparte cartas, vasos y platos. Afuera, el olor a mar acompaña a los comensales que eligieron el aire libre para cenar, mientras que adentro el aroma a pizza y el calor del horno se funden con las paredes de ladrillo cuidadosamente elegidas años atrás. Fernando Ball Llatinas sale de la cocina y se para en el mostrador. El restaurante que su padre fundó en Mar del Plata hace más de cuatro décadas está lleno, otra noche más.
Sin embargo, el camino no fue fácil. Mantener un negocio vivo durante más de 40 años es una ardua tarea que incluso varias veces los puso a prueba. La hiperinflación de 1989 y la crisis del 2001 golpearon de lleno al sector gastronómico y Mambrú no fue la excepción. Pudieron salir adelante y con la misma energía que siempre los caracterizó, abrieron sus puertas sin importar lo que ocurriera después. Pero los desafíos continuaron. La pandemia dejó a Fernando con muchas deudas y justo cuando parecía superar el mal momento, el 15 de enero su negocio se prendió fuego.
“Pensé en no seguir después del incendio”, le contó Fernando a LA NACION. “Es un momento jodido ver a tu negocio prenderse fuego. Si tengo que ser honesto, fue más ruido que nueces pero no quería ni mirar los medios. No lo sé explicar. No sabía si bajar los brazos, sentía culpa pero la gente y el personal me dijo cosas muy lindas, incluso me ofrecieron plata. Eso te da mucha fuerza”, agregó.
Afortunadamente, el fuego no alcanzó el interior. “Si vos entrás al local el mismo día del incendio decís ‘acá no pasó nada’”, detalló Fernando. No obstante, el arreglo del techo y el cielo raso no será barato. A falta de un presupuesto definido y solo por una parte de las reparaciones, el equipo de Mambrú ya gastó $500.000.
En una temporada con niveles prepandemia, los vecinos y turistas sintieron el golpe. “Es de esos lugares que pensás que siempre van a estar ahí”, manifestó un vecino sorprendido por la noticia. Las clásicas pizzas, enormes hamburguesas y salsas tendrán que esperar un poco más. Hoy, la histórica pizzería de La Perla tiene sus puertas cerradas aunque el deseo de llenar sus mesas está más vivo que nunca. “Mi ilusión es volver en 20 días, no sé si voy a llegar. Hay cuestiones administrativas, hay un montón de cosas. Todavía no sé el presupuesto completo ni los tiempos pero hay personas que nos está ayudando a full”, proyectó su dueño.
Mambrú, una pizzería con cuatro décadas de historia
Mambrú fue el sueño de Jorge Ball Llantinas, que la fundó el 1 de enero de 1981. Porteño de nacimiento, se enamoró de un estilo de cocina que era poco común en aquel entonces. Hoy, varias pizzerías reconocidas como Güerrín o Las Cuartetas ostentan este tipo de preparaciones: media masa, 500 gr de mozzarella y una lluvia de ingredientes que provocan el deseo de muchos.
Pero a Mar del Plata eso no le terminaba de convencer. Emblemas como Pedrito preparaban una pizza a la piedra que parecía ser el gusto de quienes pasaban sus días mirando el mar y no había mucho lugar para la innovación.
“Mi viejo hacía pizza al corte en una propiedad que era del hermano. Se la jugó, vendió todo lo que tenía, pidió mucha plata prestada y se puso acá en la avenida Libertad. Abrió en un lugar que ni hoy está en el circuito gastronómico. Le gustó la casa, alguna intuición habrá tenido”, recordó Fernando con orgullo pero también con nostalgia.
Lo que cuenta es una verdad innegable. Mambrú está en la Avenida Libertad 3321, a un par de cuadras de la reconocida plaza España y el balneario Alicante. Cuatrocientos metros la separan de la costa pero aún así sigue sin ser una zona muy transitada.
Si hoy, pleno 2022, es difícil encontrar la pizzería “de pasada”, más aún lo era en 1981. “En un momento estaban con las reformas y mi viejo salió a pedir fuego. No sé cuánto tiempo estuvo que no pasó nadie. Él entró y dijo ‘es una locura, me voy a terminar fundiendo’. Terminó el local y cuando lo miró, tampoco le gustaba como había quedado porque le parecía que se veía como una casa de té. Decidió romper con esa estética con un cartel que decía ‘Pizza de mozzarella a un palo’. Fue un éxito desde el primer día”, relató.
Así fue como los años pasaron y el nombre de Mambrú fue haciéndose conocido por toda Mar del Plata. A medida que los turistas llegaban y preguntaban por un lugar donde comer, los lugareños ya tenían una recomendación que no iba a fallar. Las pizzas llenas de queso y los famosos calzone ya hablaban por sí solos mientras que las hamburguesas, un éxito de la casa, también resaltaban entre las opciones de la carta. Cuando Fernando y Cristian recuerdan los inicios de su menú, se enorgullecen al admitir que fueron los primeros en ponerle jamón crudo y rúcula a una pizza, salsa a unas papas o traer nachos con queso cheddar al restaurante, asesorados por personal de la embajada de México.
La pandemia, un duro golpe que Mambrú no vio venir
Cuando en marzo de 2020 se decretó el aislamiento obligatorio, el sector que más sufrió fue el gastronómico. Tuvieron que cerrar sus puertas y por muchos meses no pudieron vender ni una gaseosa. “Vi a lugares ponerse de rodillas y caer lo más bajo como hasta llamarte por WhatsApp; la gente vendía a cualquier precio con tal de vender. A vos te hacen cerrar pero tenés empleados, impuestos, cargas sociales, servicios... Yo tenía un poco de plata pero me duró 20 días. La pandemia fue tremenda para la gastronomía y se llevó a muchos puestos”, precisó Ball Llantinas.
Ellos -al igual que tantos otros- se vieron obligados a recurrir a distintas prácticas para subsistir. Mambrú vendió bebidas al mercado de almacenes y vinos a quienes los quisieran. Fernando, por su lado, se desprendió de objetos personales para poder conseguir algo de plata que le permitiera estar al día con las cuentas. En un contexto de incertidumbre, nada de eso era suficiente y la deuda se convirtió en la única salida para mantener al local de pie. “Me afectó muy mal psicológicamente. Me estaba levantando y me bajaron de un hondazo”, lamentó.
Junto a él en todos los malos momentos siempre estuvo Cristian. Schmidt llegó hace 30 años a la pizzería, con “los pelos por la cintura”, como él mismo se describe y un prontuario poco convincente para un empleador. “Yo era un vago, nadie confiaba en mí, era muy irresponsable”, reconoció en diálogo con este medio. Aún así, ingresó como el “che, pibe” y al año ya era el pizzero del local. “Fernando me educó en un montón de cosas, en la gastronomía, en todo. Siempre lo vi como a un hermano mayor. Acá tenemos funciones específicas pero todos hacemos todo. Me eduqué al lado de él y me educó en lo que es el trabajo y la responsabilidad”, agradeció.
Durante la charla con LA NACION, quedó en evidencia el cariño que se tienen. Dentro de una pizzería sin luz y llena de materiales de construcción, los amigos se sentaron en una mesa para contarle a este medio cómo sobrellevan el más reciente golpe que sufrieron. Las anécdotas y las risas nunca faltaron y el concepto de familia fue muy destacado. Mambrú tiene siete empleados que según el propio Cristian no se sienten como tales, sino que hay un vínculo muy cercano; a eso se le suma la hermana de Fernando, su exmujer y su hijo, quienes rotan en las distintas tareas y se ocupan desde la preparación de una hamburguesa hasta la limpieza de las mesas cuando la jornada termina.
“Mambrú no va a reinaugurar porque nunca cerró”
Fernando se ríe y afirma que van a volver. No hace pronósticos ni mucho menos se aventura a decir cómo va a estar él o su local en unos años. Su voz se pone firme y las risas quedan apartadas. “No va a haber reinauguración porque Mambrú nunca cerró”, sentenció. “Quizás tuvo que pasar esto para que nos diéramos cuenta lo que la gente siente por nosotros. Por suerte no hubo nadie lastimado, el incendio fue del cielo raso para arriba”, completó.
Cristian lo escucha con atención, lo frena y con una mirada un poco más fría admite que se viene una tarea de reconstrucción muy difícil y cara. Además, se toma unos segundos para agradecerle a los bomberos Pablo Prieto, Darío Villar, Jorge Fidalgo, Pablo Aguirre y al personal del cuartel Caisamar que “llegaron a los diez minutos del primer llamado”. Ambos están seguros de que van a regresar y sus clientes se lo piden. Mambrú abrió el 1 de enero de 1981 y nunca cerró; ni por el fuego, la pandemia, la hiperinflación o una crisis nacional.
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