Hace cien años nacía Oscar Casco, el gran galán del radioteatro argentino que enamoró al país con su voz
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Todas las tardes de los años 40 y 50 se repetía la misma ceremonia: las mujeres de la casa, madres, tías, primas y abuelas, más todos los chicos, alguna vecina y algún hombre que había llegado temprano del trabajo, se reunían a la hora del mate alrededor de la radio para escuchar el radioteatro del momento. En esas viejas tardecitas argentinas sobraban los galanes, pero ninguno despertaba tantos suspiros como Oscar Casco, dueño de una voz que enamoraba hasta a los zócalos y que deleitaba a todos y todas con su archifamoso y susurrante latiguillo “mamarrachito mío”.
Nacido hace exactamente un siglo, el 5 de marzo de 1923, Oscar Casco fue el prototipo del galán de radioteatro, probablemente demasiado machista para el gusto actual pero el príncipe de los sueños para las mujeres de la época. Varonil, caballero, educado y entregado al amor y a su heroína de turno, hasta se casó en secreto para no decepcionar a sus fans…
Teatro Palmolive del aire
Primero se escuchaba la voz del locutor: “Dentro de 30 segundos, con ustedes, el Teatro Palmolive del aire”. Luego entraba la locutora: “Recuerde, señora, para que su hijito luzca siempre un peinado impecable, bien de hombrecito, péinelo únicamente con fijador Palmolive. Un poquito apenas. Fijador Palmolive mantiene el cabello bien peinado y perfumado todo el día”. Y entonces el mundo, ese mundo visto desde hoy tan lejano y extraño donde cabían frases como “peinado impecable” y “bien de hombrecito”, se paralizaba mientras estallaba el encendido de los viejos aparatos de radio.
Casco trabajó con todas las grandes figuras de la época –Eduardo Rudy, Iris Láinez, Celia Juárez, Susy Kent, entre otras- pero su pareja artística más rutilante fue con Hilda Bernard. Ella era “mamarrachito mío” y con ella coprotagonizó algunos de los radioteatros más populares de la historia. Comenzaron juntos en Radio Splendid y encabezaron luego varios títulos, siempre bajo las órdenes de popes del rubro como Alberto Migré y Nené Cascallar. Esta última fue quien descubrió la química infalible que destilaban Casco y Bernard juntos (la audiencia los amaba) y le sumó el plus de magia e imaginación que solo se consigue en la radio.
“En un radioteatro se suponía que Oscar Casco y yo estábamos acostados en el pasto –contaba Hilda para el libro Días de radio, de Carlos Ulanovsky, Marta Merkin, Juan José Pano y Gabriela Tijman-, y para lograr un sonido acorde Nené nos hacía acostar sobre sillas para que la voz saliera acostada y desde abajo”. Algunas escenas las hacían en la ventana de la emisora, que daba a un jardín: “Como la historia transcurría de noche, se escuchaban los grillos y eso le daba un gran realismo”.
Oscar Casco tenía una voz muy reconocible, profunda, acaramelada, y era un experto para personificar los tonos de todo el arco posible de galanes: el galán maduro, el más joven, el recio, el sensible… Nené Cascallar le había enseñado cómo respirar cerca del micrófono para dar sensación de jadeo sexual, y Casco lo hacía como nadie. Todos los días llegaban a la emisora decenas de cartas para él, y a la salida se formaban colas interminables de fanáticas que querían conocer la cara del dueño de esa voz. El tipo -morocho, recio- en general no decepcionaba.
Los años dorados
Cuando se cumplieron los 70 años del nacimiento de la radio, en 1990, Hilda Bernard y Oscar Casco volvieron a interpretar juntos y en vivo un texto de Alberto Migré para homenajear al género. Hicieron una puesta en escena con todos los condimentos del radioteatro: los micrófonos, el locutor, el sonidista de sala reproduciendo los sonidos ambientales, por ejemplo, arrugando papel celofán para simular una tormenta, o agitando agua de una palangana con sopapas para figurar un mar embravecido, o deslizando taquitos de madera para representar los pasos de los protagonistas. Fue un homenaje muy hermoso y trajo al presente algunos retazos de la magia del género.
Oscar Casco brilló en el radioteatro cuando éste vivía sus años dorados. Muchos consideran que el género nació en 1932 con La estancia de Don Segundo, del conjunto Chispazos de Tradición de Andrés González Pulido. En 1935 comenzaron las transmisiones de LR1 El Mundo en los estudios de la calle Maipú, donde se colocaron 65 magnetófonos, más de cien micrófonos y un sistema de luz uniforme que permitía leer sin dificultad desde cualquier ángulo.
A lo largo de los años 30 el género comenzó a crecer muy fuertemente, para consagrarse en el gusto popular en los 40 y 50. Algunos críticos lo tildaban de “almibarado” pero lo cierto es que las familias se reunían alrededor del aparato de radio, el público iba a la puerta de la radio para insultar a los villanos y suspirar por los galanes, y los radioteatros empezaron a ser llamados “jaboneros” porque eran auspiciados por importantes empresas de jabones para lavar y de tocador (Teatro Palmolive del aire, Radio Teatro Atkinsons, Jabón Campana, entre otros). Aparecieron éxitos popularísimos como Los Pérez García, radioteatros para niños y adaptaciones de obras de Balzac, Tólstoi y Victor Hugo. Las grandes tiendas instalaban parlantes y reproducían los ciclos de moda para no seguir perdiendo clientes. Los radioteatros salían de gira y se vendían los guiones y álbumes con las fotos de los actores. Año a año se multiplicaba la cantidad de compañías, de autores y de intérpretes, entre los que sobresalían las voces inmortales de Eduardo Rudy, Julia Sandoval, Jorge Salcedo, Dora Ferreyro, Susy Kent, y actores que harían la historia grande de la escena nacional, como Niní Marshall y Luis Sandrini. Oscar Casco ocupó entre ellos un lugar privilegiado.
Galán y futbolista
Circulan muy pocos datos sobre la vida de Oscar Casco, resabios de aquella bruma misteriosa con la que se intentaba cubrir a los grandes galanes de aquel tiempo. Sí se sabe que nació en 1923 en Cafayate, Salta, que su nombre real era Oscar Adrián Goizueta, que murió el 6 de agosto de 1993 en Buenos Aires y que se casó y tuvo dos hijos: Susana Cristina y Adrián Goizueta, hoy músico y residente en Costa Rica.
El libro Días de radio rescata una de las pocas entrevistas que se conservan del actor. La dio en 1987 y allí cuenta sus comienzos: “Debuté en 1942 en Radio El Mundo, bajo las órdenes de Armando Discépolo. Mi primer éxito fue Hogar de mujeres, junto a la actriz española Josefina Díaz. Al poco tiempo hacía distintos personajes a la vez: el doctor Lezama en Hogar de mujeres, era partenaire de Tita Merello y de Luis Sandrini en Gladiela, hacía personajes en El relámpago y participaba regularmente en el Teatro Palmolive del aire. En 1947 me llegó la consagración en serio, en un radioteatro de Nené Cascallar, con Hilda Bernard y Nidia Reynal”.
No cuenta allí Casco un dato curioso y es que Discépolo, en ese entonces director del elenco estable de El Mundo, le exigió abandonar su segundo gran amor: el fútbol. En efecto, Oscar Casco era un prometedor número 5 en la reserva de Ferrocarril Oeste y para cumplir con el exceso de trabajo que le demandaba su nuevo rol de galán de radioteatro tuvo que abandonar el fútbol para siempre. Ya en la adolescencia había pivoteado entre las dos pasiones. Hacía sus primeras armas en teatro en la sociedad de fomento de Caballito pero actuaba en una obra cada tres meses para poder sostener su carrera de futbolista. Finalmente, ante el suceso de su voz en los radioteatros de la tarde, terminó ganando el galán.
Después de los primeros éxitos en Splendid, encabezó infinidad de ciclos en su vuelta a Radio El Mundo, varios de ellos también con Hilda Bernard. Una anécdota muy repetida cuenta que el radioteatro de Alberto Migré No quiero vivir así, con Casco y Bernard, explotó en la radio local, luego recorrió el mundo y llegó hasta Sudáfrica, donde mucha gente aprendió español solo para poder seguirlo.
Ya como celebridad de la radio, Oscar Casco filmó varias películas, entre ellas Juan Globo (con Luis Sandrini), El cielo en las manos, Pasaporte a Río y Rebeldías. Además incursionó en el teatro (Los árboles mueren de pie, Los intereses creados, Los mirasoles, entre otras) y, con la irrupción de la televisión, en varios éxitos televisivos que acrecentaron su popularidad, como Matrimonios y algo más y Malevo. Gran amante de la poesía, también publicó un libro y grabó un disco de poemas.
Entre los pocos datos sueltos que se conservan sobre su vida, figura la que fue su mujer, Lilian Valmar, una de las actrices más bellas de los años 50, que actuó en varios radioteatros con él. Valmar incursionó también en el cine, con películas como Alma de bohemio, El tango vuelve a París y La copla de la Dolores, entre otras, y, a partir de los 60, en la televisión con varias telenovelas como Me llaman Gorrión, Entre el amor y el poder y Libertad condicionada.
Oscar Casco y Lilian Valmar se casaron en secreto, tuvieron dos hijos y poco más se sabe de su historia, todo esto con el claro objetivo de no desilusionar a las fans enamoradas. Prerrogativas del gran galán del radioteatro argentino.
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