Por las manos de Víctor pasaron tantos animales que ya perdió la cuenta. Lastimados, desnutridos, golpeados, expuestos a la miseria y la crueldad humana; con paciencia y dedicación supo sanar cada una de las heridas físicas y emocionales de los rescatados que llegaban a El Campito Refugio, aquel sueño al que Nani Salgado pudo dar forma en Monte Grande, partido de Esteban Echeverría. Son más de 100 los animales que ingresan por mes al predio de la Asociación Civil en un círculo que comienza con el rescate, sigue con la recuperacion, el albergue y termina con la adopcion de una animal en estado de abandono o maltrato.
Pero ese sábado, cuando ya concluía la jornada de visitas de ese día, y Víctor hacía su recorrido habitual por el perímetro del lugar, supo de inmediato que esa caja en la entrada del Campito no era buena señal. "Nos dejaron un cachorro en la puerta", avisó a sus compañeras mientras levantaba el bulto y quedaba asombrado ante la imagen que se desplegaba frente a sus ojos. No es que no estuviera acostumbrado a recoger animales de la entrada, el abandono sucede a diario. Pero Rosita se veía tan vulnerable y chiquita que conmovió a todos.
Tenía todo su cuerpo pegoteado, alguien la había cubierto con azúcar. Entonces decidieron darle un baño rápido para poder ver en qué estado de salud se encontraba. Y mientras el agua limpiaba la suciedad, aparecieron las heridas. Revisaron las encías...estaban completamente blancas.
De inmediato salieron hacia la veterinaria. "Temblaba como una hoja. Estábamos todos angustiados. No sabíamos si iba a llegar viva al consultorio. Mientras manejaba, pensaba cómo iba a tolerar sus gritos de dolor cuando la tuviera que agarrar para bajarla. Nos habíamos asegurado de que estuviera bien envuelta en mantas, pero con semejantes heridas, era obvio que estaba sufriendo. Y cuando finalmente la agarré, me miró fijo, como si entendiera. Ni un quejido salió de su boca y allí fuimos con el médico", relata conmovido Sergio Moragues, el director de Relaciones Institucionales de El Campito.
Cuando el Dr. Daniel Montenegro, veterinario del Hospital Veterinario en Turdera, la recibió, procedió a su control y pudo confirmar que Rosita había sido efectivamente quemada. "Tenía lesiones cutáneas que comprometían el 60% de su cuerpo, causadas por un agente químico o térmico. Es decir, la habían quemado. Le administramos fluidos, analgésicos, antibióticos y la rasuramos por completo para higienizarla. Estaba en shock. Además, le hicimos análisis de sangre y descubrimos que tenía una anemia grave: con solo un 15% de hematocrito, cuando los valores normales en un perro son por encima de 37%. Entonces decidimos que había que hacerle una transfusión de sangre", explica el médico.
Rosita cursó los primeros días con pronóstico reservado. Por momentos se mostraba animada, pero su cuadro era tan delicado que su vida pendía literlamente de un hilo. Mientras permanecía internada, los médicos seguían trabajando. "Le hicimos una placa del tren posterior, que mostró una fractura de pelvis provocada por un traumatismo. Además, estaba parasitada y diariamente le hicimos toilettes, es decir, baños con una solución especial para retirar el tejido muerto de las lesiones y favorecer la cicatrización", detalla Montenegro.
Y así fueron pasando los días. Rosita comenzó a mostrar francos signos de mejoría. Estaba conectada con lo que sucedía a su alrededor, ladraba y mostraba su "enojo", cuando un perrito nuevo llegaba a la internación y lo acomodaban en la jaula contigua a la de ella.
"Ya se encuentra en la etapa final de cicatrización de las heridas de piel. En cuanto a la cadera, vamos a darle tiempo para que sane naturalmente. Sus articulaciones son aptas así que, aunque todavía no apoya una de sus patas traseras, presumimos que en poco tiempo va a poder caminar normalmente", agrega esperanzado el veterinario.
"Por favor no te mueras... Es incontable la cantidad de veces que lo hemos dicho en el Refugio, con un animal en brazos, sosteniendo una pata, con la cara bañada en lagrimas. Por favor, no te mueras, como rogándole a ese animal, que si tiene que elegir entre dos partes, no vaya con la muerte y se acerque a nosotros para luchar lo más que podamos. Rosita tiene tan solo 4 meses, pero es tiempo de que los detalles hermosos la toquen. Y si bien la pelea con la muerte aún sigue vigente, y su cuerpito prendido fuego aún libra la batalla, y su cadera está quebrada, es una bebita y merece ser tratada con amor y la delicadeza. Creemos que va tener su segunda oportunidad", concluye emocionado Moragues.
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