Malabares en vacaciones: 5 consejos para madres y padres que trabajan en casa
Anoche me desvelé luego de dormir a mi hijo de dos años pasada la medianoche. Aunque lo llevo a su cama, le leo, le canto, no pasa nada. El quiere seguir activo, y yo, casi sin energía, termino por entregarme hasta que se duerme por sí solo y por agotamiento. La más grande sí se va sola a la cama antes de las 22:00, y me siento agradecida por eso. Cuando la casa finalmente está en silencio (¡lo logré!), y yo aparentemente despierta, abro la computadora de la manera más imperceptible posible.
¿Y si me hago un té? Una acción tan simple se vuelve compleja cuando pienso en las consecuencias inmediatas que puede traer: que mi hijo despierte y pida seguir jugando a amasar esa bola de plastilina ya sin color y todavía tibia. Mejor me quedo en la habitación y me conecto a internet, pero un bostezo me anuncia lo inevitable: ya no puedo trabajar. Al final del día las ideas se dispersan y la cabeza pide descanso. Mañana será mañana.
Estamos de vacaciones. Mejor dicho, mi hija y mi hijo están de vacaciones. El papá y yo seguimos trabajando, en casa, con ellos, como podemos. Se puede pedir ayuda a los tíos, abuelos, pero ellos también andan ocupados, trabajan, o viajan. ¿Colonias? Es una posibilidad para quien la puede pagar, no lo vamos a negar. Pero no alcanza. ¿Será que el modelo de crianza familiar necesita una revisión? Parece que en vacaciones el proverbio africano se impone con mayor fuerza: "Para criar a un niño se necesita una tribu entera". En la misma sintonía, Rosa Frasquet, antropóloga española experta en maternidades alternativas, considera que para criar a los niños y niñas "se necesitan manos dispuestas para educar y personas corresponsables, aunque en nuestra sociedad individualista creamos que los hijos son solo de los padres y de las madres".
Si los padres y las madres se pueden tomar vacaciones, nada mejor que colgar el reloj, dejar el celular en un cajón y dejarse fluir con las necesidades familiares. Pero esa sincronía no siempre es posible. Entonces, mientras esas manos no aparezcan podemos avanzar y poner en práctica estas 5 sugerencias probadas por dos trabajadoras-mujeres-madres "expertas en malabares": Deborah Maniowicz, periodista especializada en Crianza Fisiológica y blogger de maternidad en Soyupalala.com, y Betina Suárez, comunicadora social, autora de Las Madres Tenemos Derechos y creadora del blog MujerMadreArgentina.com.ar. De ahora en más serán Debbie y Beta.
1) Hablar con los hijos y las hijas de la nueva rutina
Para Debbie, es clave transitar el verano siendo sinceros y contarles acerca de nuestra disponibilidad real de tiempo. "Los chicos están de vacaciones y los padres no y está bueno que los chicos sepan cómo va a ser la rutina durante estos meses, o lo que es mejor: ¡Diseñarla juntos!". Involucrar a los hijos e hijas en el proceso de armado de una nueva rutina, además, puede aquietar ansiedades, y demostrar que sus necesidades también son tenidas en cuenta y valoradas.
Ahora observemos este período de tiempo a través de la mirada descontracturada de Beta: "Está bueno tomar los días como vienen, adentro o afuera, con lluvia o sol, con amiguitas a jugar en casa, con hijos en la oficina, visitando a los abuelos y acomodando los horarios con un arte que sólo se adquiere con la necesidad".
2) Determinar un tiempo exclusivo de juego
Debbie detalla por qué es prioridad tener un tiempo de juego exclusivo para dedicar por día: "Hay veces que pecamos en hacer programas largos y no nos terminamos involucrando en la actividad. De nada sirve que planifiquemos una tarde de 14 a 18 con nuestros hijos si vamos a estar chequeando el celular cada 5 minutos, contestando llamadas de trabajo, o preparando la ropa de la colonia en el medio. Mejor 30 minutos reales -o lo que cada uno pueda y destine-. Minutos conscientes, lúdicos, focalizados. Yo intento anticiparles a mis hijos que vamos a tener un rato de juego compartido cada día: Cuando vuelva de trabajar vamos a ir a la plaza; Ahora me tengo que ir a una reunión a la vuelta podemos pintar; y así".
3) En casa, revalorar las actividades simples
"Hagamos manualidades con elementos que siempre están ahí pero que se redescubren -enumera Beta como propuesta para salir del tedio y usar lo que tenemos a mano-, cocinar con recetas y cocinar experimentando, leer de modo voraz, maquillarse como princesas y como zombies, descubrir rincones de la casa, hablar sin tiempo con los abuelos, crear historias con los primos, pintar sin consignas, redecorar sus cuartos, construir ciudades con cajas, dormirse tarde porque esa serie está buenísima, tocar instrumentos, cantar a los gritos, cenar helado, hacer campamentos en el living, entusiasmarse hasta con las tareas de limpieza del hogar. Descubrir pasiones, descartar lo que no les interesa. Ellas -sus hijas- se definen mientras buscan cómo no aburrirse, solas, geniales, conquistadoras. Nosotros las escuchamos atentos para incentivar aquello que las ayude a crecer, incluso aunque nos resulte desconocido (por ejemplo, las manualidades)".
4) Aprovechar las siestas, la tecnología, o trabajar fuera
Debbie apunta a una situación típica de quienes trabajan en casa: "Para las y los que trabajamos freelance muchas veces a los chicos les cuesta entender que "estamos, pero no estamos" y con frecuencia acuden a nosotros para preguntarnos algo, pedirnos alguna cosa o simplemente para jugar. Por eso, en vacaciones yo traslado mi oficina a un bar. Intento ser lo más productiva posible el tiempo que estoy afuera (y para eso la planificación es fundamental) y una vez que salgo del bar y entro a casa no vuelvo a abrir la computadora. Focalizar creo que es lo más difícil".
Otra opción que puede ser útil especialmente para los y las trabajadore/as independientes, es postergar unas horas el trabajo -siempre que sea posible- y comenzar el día estando disponible para desayunar sin correr, jugar un rato, salir a dar una vuelta por la plaza, o tirarse al piso a dibujar. A la hora de la siesta (o cuando está permitido ver televisión o jugar con la Tablet), dedicarse sin pausa a resolver pendientes laborales. Dos o tres horas pueden ser la gloria. Y después habrá que ir intercalando con alguna película o aprovechando paseos programados a cargo de terceros (benditos terceros).
5) Dejar de planificar doscientas actividades por día (o perder el miedo al aburrimiento)
¿Si los adultos nos relajamos y probamos qué pasa cuando surge el aburrimiento? Beta vuelve a sumar su vital mirada: "El ocio se ilumina como un tiempo valioso, la base para explorar. No tenerle miedo al "no hacer nada", no eludir el tedio y usarlo como una plataforma de despegue para volar más alto. Defender los espacios en blanco para que luego los espacios ocupados tengan sentido cuando volvamos a la rutina. Pensemos opciones para que descubran que cuando "no hay nada para hacer" es cuando podemos hacer casi cualquier cosa. Sólo hay que sentarse a jugar, ahora que no hay deberes. Si un día pedimos una pizza, no pasa nada. Permitirnos salir de la rutina es genial, total luego vamos a volver a la rutina para descansar de la improvisación. El vaivén de la vida misma". Debbie, por su parte, también tiene su fórmula: Para mí lo mejor es poder mantener cierta rutina (bendita sea la colonia) y que después puedan tener tiempo de ocio para jugar en casa, mirar una película, hacer programa con los abuelos o algo con nosotros".
Para concluir, un deseo de Beta que muchos y muchas compartimos: "Cada uno con sus necesidades y con sus posibilidades, porque cada casa es, de verdad, un mundo, pero si tuviera que pedir un solo deseo, sería la capacidad de aflojar la rutina sin entrar en crisis".
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