Maitena en off
Su último trabajo, Curvas peligrosas 2, saldrá a la venta en la Argentina el 1° de diciembre. A punto de subir en un avión rumbo a España cuenta por qué decidió dejar de dibujar por un tiempo
–Me convertí en un guerrero zen.
La luz de la tarde gotea sobre Buenos Aires y Maitena, dibujante, argentina, madre de tres hijos, habitante de Uruguay, publicada en 22 medios del mundo, traducida a 10 idiomas, recoge las piernas flacas sobre el sofá y dice eso con la voz de ojera de toda la vida. Sin embargo, cuatro meses atrás –días después de terminar Curvas peligrosas 2, el libro que publican Sudamericana en la Argentina y Mondadori en España a principios de diciembre, y que recopila la última etapa de su trabajo– se operó un par de pólipos en las cuerdas vocales y quedó muda. Muda literal: hablaba y no le salía la voz. Gritaba y no podía gritar.
–Los médicos me dijeron que iba a hablar en 15 días. Van 4 meses y todavía estoy haciendo rehabilitación con la fonoaudióloga. Puedo hablar, pero no puedo ir a lugares donde haya ruido, no puedo gritar ni interrumpir a alguien. Escucho, me callo. Me convertí en un guerrero zen. Estoy segura de que ahora voy a escribir otras cosas. Este libro es un final de etapa.
Este año Maitena hizo el primer giro brusco de timón y decidió abandonar la página semanal de humor que publicaba en la Revista. Sus dibujos anteriores siguen apareciendo en diversos medios, pero su plan inmediato es esquivar la entrega semanal y dedicarse a otras cosas: hacer otros libros, mirar el horizonte enhebrado de ballenas desde su casa en Uruguay, salir a correr 15 kilómetros cada día en compañía de sus perros, oír la música que le gusta, estar con su marido y sus hijos, crear otras –todavía no se puede saber qué– cosas.
–Siempre tuve la idea del retiro temprano. Yo no me mantengo en un mismo espacio mucho tiempo. Y sobre todo, no me quedo en un lugar donde está todo perfecto y cómodo. Me gusta que el laburo me mantenga viva. No que el laburo sea una fábrica de chorizos. Hay gente que dice: "¿Te gustan mis chorizos? Bueno, voy a seguir fabricándote los mismos chorizos 25 años más". Yo dije: "Ahora voy a parar". Yo laburo desde los 17 años, ¿viste? Me voy a tomar un sabático y laburar en otras cosas que, por ahora, no pienso decir.
El libro de 66 páginas llamado Curvas peligrosas 2 –tapa fondo negro, pelirroja mirando a cámara en primerísimo plano, gargantilla plateada a modo de título– es, quizás, lo último que conozcamos de Maitena tal y como fue hasta ahora. El final de estos lustres y el comienzo de otros. No en vano, el último dibujo del libro es una mariposa contentísima, pintada con pincel japonés, en una página titulada "Valores destacables versus valores descartables". Debajo de la mariposa puede leerse: "Tiempo, espacio y silencio". Después de eso, después de ese dibujo, Maitena se quedó muda. Alguien que mira y escucha con las solapas levantadas, viendo qué pasa sin decir mucho.
–Yo terminé este libro y me operé y me quedé muda. El final perfecto: terminé de hablar acá, con este libro. Terminé de decir todo lo que tenía que decir acá.
Las comparaciones fáciles están al alcance de la mano: cambiar de etapa –ergo nacer de nuevo– ergo aprender a hablar. Pero Maitena –ese sinnúmero de capas oscuras y transparentes como cartílagos de niño y oscuras otra vez– no se deja atrapar en metáforas obvias, en aplicación de psicologías al paso que proponen definiciones cachivachas: artista-harta-de-la-fama-y-el-éxito-se-retira-del-mundo; ex-muchacha-punk-comprende-la-importancia-de-la-familia-y-la-paz-del-campo.
–Voy a seguir haciendo libros, pero estoy saturada. Me encanta el momento de pensar la idea, pero dibujar, dibujar ya no me gusta. Cada dibujo me lleva mil horas. Ya no dibujo como un dibujante de historietas. Hago mil bocetos, y eso hace que se pierda la frescura. Para recuperar la frescura tengo que dejar un tiempo de dibujar. Mirá esta tira del libro: Cómo baila usted el ritmo del amor. Muestra gente bailando. Tango, bolero, rumba, cumbia. Es la última página que se publicó en la Revista. Y me escribe un lector genial marcándome el error: la pareja que está bailando el tango está abrazada al revés. Me dio mucha vergüenza, y le prometí que, para cuando hiciera el libro, lo iba a cambiar. Lo estaba terminando, me quedaba modificar eso, y no lo pude hacer. No tenía ganas de estar seis horas dibujándolos para el otro lado. Dije basta, no quiero dibujar más. Ya lo dibujé. ¿Ahora lo tengo que hacer bien además?
Curvas peligrosas 2, el final de esta etapa, aparecerá el 1° de diciembre, y está repleto de imágenes de esa cantera de miserias y glorias cotidianas en la que Maitena abreva sin agotarse: las peleas, las zozobras, las discusiones, las madres terribles, las parejas ortopédicas, los gozos, las amigas, las sombras. Maitena observa y dibuja una realidad poco amable cubriéndola con capas de humor a veces negro, a veces tenue, como en el caso de la nenita vestida de rosa con alitas de ángel que deja un moco pegado en cualquier lado en la página titulada Conductas deleznables, o la muchacha entusiasmada que se muda con guitarra y todo a un nuevo vecindario y cree que los vecinos son macanudos en la página titulada Escoba nueva barre bien. Cada página de Curvas peligrosas 2 es un ejercicio de ternura y de humildad en el que Maitena grita que ella, un ser único y distinto (su periplo se parece más al de un tifón brioso que al de un vientito de fin de tarde con olor a talco), no es un ser único y distinto, y que después de todo a ella le pasa lo mismo que a todos: "¿Ven?, yo también me depilo, yo también sufro si no me llama, yo también traicioné a mis amigas, yo tampoco sé qué hacer con mis hijos".
Decir "yo también" –compadecerse con gracia– es una forma extrema, muy excepcional, de la ternura.