Luz, acrílico, acción
De la mano de su hijo Yamil, el artista cinético Julio Le Parc, residente en Francia desde hace 50 años, disfruta de la favorable recepción que su obra tiene en la actualidad y apuesta a dejar huella en la Argentina
Yo puedo vestir ese espectáculo”, dijo el artista cinético Julio Le Parc hace más de diez años, el día en que escuchó a su hijo Yamil entonar tangos junto al trío Buenos Aires Tango. Así lo hizo, generando una experiencia que, tiempo después, redundaría en Noche de tango, suerte de síntesis entre el arte lumínico de Le Parc padre y la carrera musical de Le Parc hijo, y, también, testimonio de la mutua admiración que se profesan.
Nacido en Francia (país donde su padre reside desde fines de la década del 50) y perfectamente integrado a la sociedad francesa, Yamil desarrolló, de todos modos, fuertes lazos con la cultura argentina. Su formación fue la de un parisino, pero también la de un joven en cuya casa el castellano se hablaba junto con el francés, se preparaban asados y el tango era una música de referencia. Estudió canto lírico, viajó a México y a Cuba, se entrenó vocalmente, profundizó sus conocimientos musicales y, en algún momento de este periplo, decidió que el tango sería el camino a tomar. Hoy, mientras sueña con presentar Noche de tango en Buenos Aires, Yamil se aboca, también, a la que se ha convertido en una de sus principales ocupaciones: preservar y promover la obra de su padre.
De visita en Buenos Aires con motivo de la intervención artística que Julio Le Parc realizó en el Centro Cultural Borges (ver aparte), Yamil le confía a LNR: “Si uno vive cerca de una gran obra, se da cuenta de que hay un legado para proteger: alguien tiene que cuidar al bebé. Hace unos cinco años empecé a involucrarme un poco más en este tema, y me di cuenta de que mi padre necesitaba asesoría. Así fue como decidí ocupar ese espacio vacante y dedicarme a supervisar la organización del taller, atender la parte institucional y las ventas. En fin, cuidar un poco de la tranquilidad de Julio, acompañarlo en sus viajes”.
A su lado, Le Parc padre asiente: “Yamil me descarga de todo ese tipo de tareas para las que no tengo cualidades: la relación con la gente, con las instituciones; defender lo que hago... A mí me da un poco de vergüenza”.
El pudor del padre contrasta con el entusiasmo del hijo: “El arte cinético viene muy fuerte -comenta Yamil-. En los últimos años hubo grandes exposiciones en Estrasburgo y en el Reina Sofía de España. En 2005, la Fundación Daros se interesó en la obra de mi padre. Visitaron su taller y allí descubrieron trabajos mal presentados pero sublimes: obras de luz hechas en la década del 60. Querían adquirir algunas de ellas, pero mi padre les propuso que primero expusieran toda la obra y luego escogieran lo que quisieran. La gente de la fundación alucinó tanto que terminó organizando una exposición con 45 obras históricas. La acompañaron con la publicación de un libro que fue un éxito rotundo en Zúrich, Suiza. También es importante lo que ha ocurrido con el gran móvil Continuel Mobile, que Julio expuso en 1963 en la Bienal de París. Recientemente fue adquirido por la Fundación Cisneros de Miami. Ahora se va a una muestra en Bonn, en febrero viaja a Zúrich y va a terminar en la Tate de Londres. Julio está entrando en un nivel muy alto; Argentina tiene que tomar conciencia de esto. Gracias a la Bienal de Venecia de 1966 fue uno de los primeros artistas locales en tener proyección internacional. Yo creo que tuvo dos momentos de boom: aquella bienal y el momento actual, de resurgimiento del arte cinético”.
-¿Tienen pensadas algunas acciones más para consolidar la presencia de Julio en este país?
-Está el proyecto de hacer una escultura en Puerto Madero, con la ayuda del Gobierno de la Ciudad e YPF. Asimismo, quiero impulsar la restauración de dos obras de mi padre que desde hace 40 años están abandonadas en el Museo Nacional de Bellas Artes. Quisiera que se recuperen y se vuelvan a exponer. También queremos publicar un libro bilingüe y filmar un documental. Realmente no puede ser que en su país de origen Le Parc no tenga un libro o una obra en el espacio público. Porque sus obras pueden ser apreciadas por gente de cualquier edad; son creaciones lúdicas, que hablan de magia y llegan a todos."
Más datos www.julioleparc.com
www.yamilleparc.com
UNA VIDA EN MOVIMIENTO
Con la explícita intención de homenajear a los autores de los murales de Galerías Pacífico (Berni, Castagnino, Colmeiro, Spilimbergo y Urruchúa), Julio Le Parc realizó, con curaduría de Cristina Rossi y producción de Lía Cristal, una importante intervención en el Centro Cultural Borges, basada en dos obras: un enorme móvil realizado en acrílico (Móvil transparente), instalado bajo la cúpula del primer piso del edificio, y una caja cinética creada específicamente para el área central de la Plaza de las Artes (Traslación).
Ambos trabajos (cuya concreción se logró gracias al esfuerzo conjunto del Borges, Galerías Pacífico, el Hotel Alvear y el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires) podrán visitarse hasta abril de 2011. Se inscriben en los parámetros del arte cinético, corriente expresiva dentro de la cual Le Parc desarrolló su carrera. El cinetismo procura crear piezas con movimiento real o piezas fijas capaces de crear la ilusión óptica de cierta movilidad. Otra de sus búsquedas tiene que ver con la construcción de un espectador activo, cuyo desplazamiento o intervención son necesarios para que la obra cobre sentido pleno. Así lo confirma Le Parc: “Una de mis preocupaciones ha sido la participación del espectador -explica a LNR-. Incorporarlo en una participación cada vez más física, ya sea por desplazamiento o por convertirse él mismo en motor de ciertas situaciones”. En sus investigaciones ópticas, el artista también supo incluir cierto espíritu lúdico y una laboriosa investigación sobre las posibilidades ofrecidas por la transparencia, el movimiento y la luz.
En 1958, tras obtener por concurso una beca del gobierno francés, se instaló en París, donde reside actualmente. Formó parte del Groupe de Recherche d´Art Visuel (Grupo de Investigación del Arte Visual) y obtuvo una gran resonancia cuando, en 1966, ganó el primer premio de la Bienal de Venecia. En la Argentina protagonizó una importante muestra en 1967, en el Instituto Di Tella, y en 2000, una retrospectiva en el Museo Nacional de Bellas Artes.