Luna Paiva. "Ya no tengo conflictos con la palabra artista"
Multifacética, pinta, esculpe, es actriz y directora de cine; la tienda Hermès también la eligió para inaugurar su nueva vidriera
Confiesa que en algún momento tuvo conflictos con esa palabra que definía lo que tanto le apasionaba hacer. Eso mismo a lo que casi sin darse cuenta había elegido entregar su tiempo completo. "Soy artista, ahora no me cuesta decirlo, ya no me lo tomo tan en serio ni de una manera solemne. Es mi trabajo, mi forma de vivir." Luna Paiva (33) estudió historia del arte y arqueología mientras vivía en París, con su padre, y detrás de sus pasos comenzó con su primer proyecto, la fotografía. Hoy también pinta y esculpe. Es actriz, directora de cine, y de la mano de la tienda Hermès estrenó en Buenos Aires el rótulo de vidrierista. La firma francesa la eligió para inaugurar la vitrina que estrenó el mes pasado en la mítica esquina de Ayacucho y Alvear, donde una inspiración selvática dialoga con las carteras y los accesorios de lujo.
-¿Cuál fue el motivo para vincular la vidriera de Hermès con un paisaje selvático?
-No hay un hilo conductor entre la historia de la firma y mis dioramas. Yo ya venía trabajando en esa temática con la fotografía, y a raíz de eso se me ocurrió hacer los dioramas con fotos de la selva. Un diorama es un paisaje recreado, y en vez de hacer un fondo pintado tomé una fotografía mía. Todo lo que hay adelante es papel recortado a mano, plegado y dibujado, y eso es lo que le da la tridimensionalidad.
-¿Es cierto que el disparador de la propuesta fueron los viajes de los naturalistas Humboldt y Bonpland por América del Sur?
-En realidad, mi interés por las plantas y los dioramas surgió a partir de unos viajes que hice yo a Paraguay, donde están las raíces de mi familia paterna. Además, una de las exigencias de Hermès era que se contara una historia, y siempre me interesó la vida de los naturalistas. Bonpland descubrió y documentó unos 60.000 ejemplares de plantas desconocidas en Europa, y luego se quedó a vivir en la Argentina. Era una historia perfecta para entrelazar los mundos entre la Argentina y Francia.
-¿Te sentís identificada con los productos que vende la tienda? ¿Alguna vez compraste algo?
-¡Si pudiera me compraría todo! Pero más allá de poder acceder o no, creo que es una marca que forma parte de la cultura francesa, es una firma que valora mucho el trabajo de los artesanos, el esfuerzo del oficio. Hermès admira nuestro estilo de vida.
-La influencia de tus padres [la galerista Teresa de Anchorena y el fotógrafo Rolando Paiva] habrá marcado tu camino. ¿Alguna vez pensaste en salir del circuito del arte?
-Mamá, que también fue secretaria de Cultura y diputada, siempre estuvo relacionada con el arte, pero si bien su mundo también es el arte, es un mundo distinto. Su trabajo era desde otro lugar. Con mi papá fue como una continuación de lo que él hacía. Se dio naturalmente, nunca me lo cuestioné demasiado. Mis intereses estaban en sacar fotos, estudiar historia del arte, explorar ese camino. Mientras vivía en París, sacar fotos era una excusa para salir y conocer la ciudad. Y cada vez me apasionaba más.
-¿Y por qué decidiste volver a la Argentina?
-Cuando murió mi papá yo tenía 23 años, y de repente vi un oráculo que me decía que sola en París no iba a ser feliz. No quería quedarme. Era 2003, y veía en la Argentina un lugar de oportunidades, donde había mucho para explorar, mucho para crear y crecer. Un momento de gran efervescencia, algo que no sólo sucedía acá, sino también en otros países sudamericanos. Mi abuelo paterno era paraguayo, entonces cuando volví al país fui a explorar un poco por ahí y encontré respuestas, historias, aventuras. Disfruto muchísimo de la naturaleza, y me inspira. Encontré cosas que si hubiese vivido en el Primer Mundo tal vez no hubiera perseguido. Para mí, vivir acá y trabajar afuera es la mejor combinación posible.
-Pero ahora te mudaste con toda tu familia a Uruguay. ¿Por qué?
-(Risas) Es una aventura, y estamos muy contentos.
-Tu esposo (Leandro Erlich) también es artista. ¿No es un poco riesgoso para la "salud" matrimonial compartir la misma profesión?
-¡No! En mi caso, al menos, es absolutamente todo lo contrario. La verdad es que no me imagino con otra persona a mi lado que no entienda y comparta todo lo que hago. Con Leandro nos retroalimentamos, nos consultamos todo, nos ayudamos. Al menos hay algo que tenemos asegurado: jamás nos va a faltar tema de conversación. En nuestra casa, hasta en el juego con nuestros hijos, el arte aparece naturalmente.
-¿Te importa transmitirles a tus hijos esa misma motivación que vos tuviste?
-Con mi hija Iara nos gusta hacer las mismas cosas. Nos divertimos por igual. Dibujamos, pintamos, hacemos cerámicas juntas. Pero no hay nada forzado, todo se da naturalmente. Cuando yo estoy trabajando ella se queda jugando a mi lado. O al revés. En realidad, no sé cuál de las dos es la que juega más.
-¿Tiene algo de galería de arte tu casa? ¿Te importa la decoración?
-Para nada. En nuestra casa está todo mezclado, y no me importa la decoración como tal. De a poco se van sumando cosas y la casa se va transformando. Igual todo queda bien. Pero hay algo que tenemos como regla. La casa no es un museo, todo lo que tenemos se usa, se vive, se mancha.
-Después de la vidriera de Hermès, ¿cuál es el próximo proyecto?
-Participé nuevamente con unos paisajes de la feria Art Basel Miami Beach, y seguramente estaré trabajando en una nueva obra para Hermès en una tienda de otro país. También voy a estar en una campaña de moda para niños. Tengo cada vez más aristas diferentes, y logré reconciliarme con todas ellas. Me gusta explorar, y esa libertad me la dio la fotografía.
-Además de tu trabajo, ¿qué otras cosas te dan satisfacción?; ¿qué te desvela?
-Mis hijos. Me emociona abrazarlos, besarlos, estar cachete con cachete, sentirlos cerca de mí. Nada me desvela más que ellos.
-¿Cómo te definirías a vos misma?
-No te voy a decir apasionada, inquieta o ese tipo de cosas. Prefiero que me definan los demás.
Variantes de un mismo sabor
Le gusta la caipirinha, pero prefiere el caipisake, y confiesa que el mejor que ha probado en su vida fue en el restaurante Pipí Cucú, en Colegiales. "Me gustan los tragos que tienen sabor frutal, que son ligeramente dulces", asegura. Puede ser de frutilla o, el mejor de todos, según su opinión, el de uva. "Desde que lo probé, es mi trago favorito. Y mucho mejor en esta época del año. Bien frío."