Esta historia de amor comenzó hace 16 años. Entonces, Luisa Albinoni (68) tenía 52 y acababa de perder su segundo embarazo. Sin embargo, a pesar de que su cuerpo ya no podía afrontar una nueva gestación, la actriz mantuvo intacto su deseo de ser madre. Y la adopción se convirtió así en la aventura más ambiciosa, heroica y desgastante de su vida: suspendió por un tiempo su carrera artística, transitó una dolorosa separación y se embarcó en una suerte de peregrinación por juzgados y hogares de todo el país hasta conocer a Verónica (15), su hija desde 2012.
"Y el amor se gestó en nosotras a través del tiempo. Aprendimos a conocernos, a respetarnos, a entender nuestros propios espacios, a querernos", dice la participante de "Cantando por un sueño" mientras posa con Vero en su casa de Tortugas. "El deseo de ser mamá siempre estuvo en mí, así que cuando me decidí por el camino de la adopción me armé de paciencia; sabía que no iba a ser nada fácil. En esa época estaba soltera, por lo que el tema de encabezar una familia monoparental lo hacía todo más difícil… Eso sí, nunca me imaginé que este sueño me iba a exigir casi nueve años de lucha y constancia. En el proceso descubrí que la adopción es un mundo aparte: visitás hogares y te encontrás con algunos que son maravillosos y otros que no lo son. Y hasta ves cosas horribles porque muchas veces se comercializa con las criaturas".
–¿Te llegaron a ofrecer bebés fuera del marco legal?
–Sí, ¿cómo no te va a pasar? Hay mucha gente alrededor de esto que está a la pesca y se aprovecha de la necesidad y de la desesperación del otro. Por supuesto que me han ofrecido cosas inimaginables, de recibir llamados extraños …. Yo perdí un hijo cuando tenía 19 años, murió apenas nació. Y siempre me quedó esa fantasía en la cabeza de si realmente se había muerto o si vivía. Con esto, lo que te quiero decir es que cuando me decidí a adoptar, también lo hice porque quería dormir con la conciencia tranquila. Para mí era importantísimo la intervención de la justicia, necesitaba estar completamente segura de que el hijo que iba a tener no había sido sacado ni robado de ninguna madre.
–¿Por qué te llevó tantos años?
–Porque también el sistema judicial te limita, te maltrata, te hace sentir que sos muy chiquitita y que nunca estás apta para nada. Todos tus sueños se llenan en formularios que pasan por la lupa de unos cuantos que no sabés quién sos, pero que se dan el lujo de juzgar tu vida, tus hechos, tu pasar económico, tu aptitud psicológica… y todo eso se transforma en una gran locura. Con decirte que en esa época tuve que cambiar por completo mi imagen. Me corté el pelo, me dejé de pintar las uñas y me quité el rojo de los labios para estar acorde con lo que se esperaba de mí… Muy ridículo todo.
Quiero que mi hija siga en contacto con sus hermanos. Si bien tengo la adopción plena, la traje a mi vida para que sea feliz
–¿Te sentiste discriminada por tu imagen pública?
–En parte sí. Había algo que tenía que ver con esa imagen popular que había acompañado mi carrera artística pero que ahora no resultaba tan positivo. Pensá que, en esa época, ya era excepcional dar un chico en adopción a una familia monoparental, y encima la madre pertenecía al ambiente del espectáculo… Los artistas creo que ya tenemos un San Benito colgado en la cabeza: cargamos con los títulos de locos, drogadictos, alcohólicos, trastornados. [Risas]. Son las cosas con las que hay que lidiar constantemente y más si te ubicás en el lugar de querer darle un hogar a una criatura.
–¿Te hicieron tests psicológicos?
–Constantemente. Todos los años una tiene que "renovar" su deseo de ser madre, llevando las carpetas con los papeles a todos los juzgados de todas las provincias… Si hay un año que te olvidás, o no pudiste renovar ese compromiso, te quedás afuera del sistema y tenés que empezar de nuevo. Creo que ahora eso cambió y es cada dos años, pero igual, el sistema es terriblemente doloroso.
–En tu caso, además, tuvo un costo emocional enorme porque te separaste de tu pareja de aquel momento….
–Sí, decidirme por la adopción me costó una relación de diez años. Nosotros estábamos consolidados, compartíamos la idea de tener un hijo y hasta me pidió tres veces casamiento. Pero cuando perdí el último embarazo, se terminó todo y la adopción no era una opción para él. Obvio que en el medio se jugaba el orgullo que viene arraigado con ese falso machismo de "quiero que el hijo sea mío, que tenga mis ojos", etcétera. Esas actitudes de él no me gustaron, yo sólo quería ser mamá. ¿Qué me importaba si mi hijo o mi hija era pelirroja o tenía los ojos azules?.
–¿Cuándo llegó Verónica a tu vida?
–La primera vez que la vi, era apenas una beba que había llegado con sus cuatro hermanos a uno de los tantos hogares que yo amadrinaba. A los 5 años le decretaron a Vero el estado de abandono y ya a punto de cumplir 6 llegó a casa. Al principio vino con su hermano mayor porque los otros tres ya habían sido adoptados por una familia. Pero lamentablemente su hermano no se adaptó a nuestra vida… Era otra historia, otro dolor, otra circunstancia. Él quiso volver al hogar y el juez tuvo que analizar mi caso otra vez… y eso llevó unos tres años más. Hoy el hermano de Vero está muy feliz y mantiene contacto con el resto de su familia. Por mi parte, siempre espero que cuando todos sean grandes puedan juntarse con Vero; ellos saben que las puertas de casa están abiertas. Quiero que mi hija tenga la posibilidad de relacionarse con sus hermanos. Si bien tengo la adopción plena (eso significa que no tengo obligación de establecer vínculo con la familia biológica), yo quiero que Verónica esté contenta. La traje a mi vida para que sea feliz.
Volver a la televisión es una revancha que no esperaba a mis 68 años. Es maravilloso darte cuenta de que todavía no te han olvidado
–¿Cómo fueron los primeros días con tu hija?
–Ella era muy rebelde cuando llegó acá, me trataba de Luisa y de señora. [Risas]. Venía con mucha bronca contra sus papás, algo muy común en niños abandonados. Por suerte pudimos cambiar eso. Le pedí que pensara cómo sería ella si algún día se convertía en mamá y no pudiera darles a sus hijos lo que necesitaban… Aprendió a perdonar y juntas descubrimos que si no hubiese sido por sus papás, nunca nos hubiéramos encontrado.
–¿Cómo es tu vínculo con ella?
–Ella es lo más dulce que tengo. Es muy tierna, muy cariñosa, y eso que ya es una señorita de 15 años. Sé que con algunas cosas yo soy hincha, pero nos llevamos muy bien. Y logramos construir un vínculo donde nos contamos todo o hasta donde ella quiere. De sexo también, hablamos abiertamente de todo.
–Después de vivir casi diez juntas… ¿En qué cosas ves que Verónica sigue tus pasos?
–Uhhh… la veo parecida en un montón de cosas… Vero es muy coqueta, como yo, le gusta usar mis tacos, que a esta altura ya casi le quedan perfectos, y cuando se maquilla se pinta los labios bien rojos. Con el pelo ni te cuento: ya lleva dos teñidas porque quiere tenerlo rubio. [Risas]… A veces la miro de reojo y no sé… me parece que cuando sonríe, se parece a mí. Sé que suena loco, pero es así. Una se hace tantas preguntas antes de la adopción… "¿Me querrá?, "¿Seré una buena madre?" Y al final, todo es cuestión de amar. Hoy nos toca la adolescencia y estoy aprendiendo a aceptar su individualidad, descubriendo su forma de ser mientras ella busca su propia personalidad. Estoy muy orgullosa de ella.
–¿Qué aprendiste con la maternidad?
–Aprendí que un hijo no es algo propio, no te pertenece; simplemente estamos para mostrarles un camino. Cuando me dicen "ay, qué bárbaro, qué buen gesto que hayas adoptado", yo les digo que no, que esta elección fue mutua. Nos adoptamos las dos. Ella fue quien logró convertirme en mamá, entonces la agradecida soy yo. Después de tanta lucha, al final del camino estaba el premio mayor, ¿no?
–¿Vio tus películas, tu trabajo en televisión?
–Sí, me pregunta mucho y las películas le divierten como loca porque me ve muy distinta a lo que soy hoy. Todo lo que sea teatro y baile le fascina. A mí me encantaría que siguiera por ese lado, pero será lo que ella tenga ganas de ser.
–Después de tanto camino recorrido, ¿cómo definirías tu vida?
–[Lo piensa unos segundos]. La vida ha sido muy buena conmigo. Aun con los sufrimientos, con las pérdidas y todas las cosas feas que pasé, la vida me ha tratado muy bien. Me convocaron para el "Cantando por un sueño" y lo vivo como una segunda vuelta, como una revancha que realmente no esperaba a mis 68 años… A esta edad, ya siento que estoy en el final de la carrera y, sin embargo, recibí un premio mayor… Me siento halagada, la gente es muy agradable y generosa y el cariño que recibo es felicidad pura. Por eso te digo que esta vuelta a la televisión la vivo como un florecimiento… Es maravilloso darte cuenta de que no te han olvidado.
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