Luis Ortigoza: "No soy un ejecutador de pasos"
Es el primer bailarín del Ballet de Santiago de Chile, con el que se presentará en el Luna Park. Dueño de una gran versatilidad artística, habla de su pasión por la danza y de los precios que hay que pagar
Lejos de ser una historia guionada por un viejo escritor de Hollywood, la imagen del pequeño Luis Ortigoza de cinco años, dejándose seducir por el movimiento, los pasos y la música clásica en una de las habitaciones que servía de sala de la academia ubicada en Caseros remite a una historia sacada de una película. Sin embargo, la carrera de Ortigoza no está cargada de dramatismo, ni siquiera de frustraciones. Al contrario, a los 36 años goza del privilegio de ser el primer bailarín del Ballet de Santiago de Chile, donde les pone el cuerpo a personajes tan intensos como el Don Juan de Carmen, la pieza que presentará el 23, el 24 y el 25 de este mes, en el Luna Park, junto a Marcela Goicoechea, dirigidos por Marcia Haydée.
"El destino apareció ante mí muy temprano para marcarme el camino del que nunca me desvié", reconoce el artista. Por casualidad el ballet entró en su vida, » y como si se tratase de otra escena del film sobre su carrera, Luis Ortigoza asegura que todo se lo debe a su madre. "En realidad, se lo debo a su atraso", dice entre risas. Un flashback muestra a Luis nuevamente a los cinco años, esta vez bolso en mano. Su clase de danza folklórica ha culminado y sólo le queda esperar a mamá. Pero esa tarde ella no llega a horario. Sin preocuparse, Luis se acomoda en uno de los bancos dispuestos en la sala donde niñas de diferentes edades desfilan en puntas de pie y acomodan sus tutús. La música se apodera de cada una de ellas y del propio Luis, que, de golpe, siente una certeza profunda: eso es lo que quiere hacer para toda su vida.
Mamá y papá lo aceptaron. El pequeño Luis no les dejó otra alternativa que anotarlo en las clases de ballet. "Es cierto que a las chicas siempre les resulta más fácil, pero debo confesar que tuve la suerte de no tener que pelear por hacer lo que quería."
Tanta era la pasión que despertaba el ballet en su vida que ya a los seis años quería abandonarlo todo, incluida la primaria, para dedicarse tiempo completo a este arte. "Finalmente, con mis padres llegué a un acuerdo: seguir con lo que me interesaba sin descuidar mis estudios."
–¿Sufriste en tu niñez por preferir el ballet al fútbol?
–En realidad, no me importaba lo que los demás pensaran; siempre me sentí seguro de lo que estaba haciendo. Nunca me acomplejé ni oculté que hacía ballet. Creo que la seguridad con la que me movía hizo que nunca sintiera discriminación alguna.
Poco a poco, su carrera fue tomando forma. De la academia cercana a su casa pasó al instituto del Teatro Colón, donde perfeccionó su técnica de la mano del maestro Mario Galizzi. En 1988 surgió la oportunidad de ser parte del cuerpo estable del ballet del Colón, pero no tuvo suerte: "Llegué hasta la final –recuerda–. El jurado y mis compañeros me felicitaban porque daban por hecho que quedaba. Pero no".
–¿La razón?
–Demasiado joven. Sí, me dijeron que era demasiado joven para entrar en el cuerpo estable y que había otros bailarines antes que yo.
–Fue un golpe, teniendo en cuenta que hasta aquel momento habías sido refuerzo del cuerpo de baile. ¿Aquella decisión te hizo dudar de tu continuidad?
–¿Bajar los brazos? ¡Nunca! Al contrario, en ese momento supe más que nunca que quería hacer una carrera profesional, y si no era en el Colón iba a buscar la forma de hacerla en otro lado.
Sin perder el tiempo, Luis Ortigoza audicionó para el cuerpo del Teatro Argentino de La Plata y entró. Allí mismo debutó como solista en Suite en Blanc.
–En el Teatro Argentino estuviste muy poco tiempo...
–Sólo dos meses, porque del Teatro Municipal de Chile vinieron en busca de bailarines. No audicioné porque no me pareció ético hacerlo; sin embargo, me vieron en una de las clases y me ofrecieron un contrato. No lo dude y crucé la Cordillera.
A los dos años de haber llegado al país transandino, en 1990, Ortigoza consiguió ser el primer bailarín del Ballet de Santiago de Chile, la compañía con la que recorre el mundo.
–¿Pensaste probar suerte en otra compañía?
–Nunca me propuse estar fuera de la Argentina; fue el destino. En Santiago me siento muy cómodo, muy respetado por mis pares, y tuve la posibilidad de trabajar con maestros de la danza. Alcancé un desarrollo profesional que me permitió bailar todos los protagónicos y perfeccionar la técnica.
–Es frecuente escuchar en el ámbito del ballet acerca de las presiones psicológicas que sufren estudiantes y profesionales.
–No fue mi caso, pero sí existen. Siempre me presioné a mí mismo para pulir mi técnica y ofrecer versatilidad artística. Hay que tener en cuenta que en el cuerpo de baile hay menos hombres que mujeres, y el trato es diferente. De alguna manera, hay una forma inconsciente de cuidar a los varones.
Este año, el bailarín argentino fue nominado a uno de los premios de danza más importantes, el Benois de la Danse, por su interpretación de Don José en el ballet Carmen, con coreografía de Marcia Haydée, la obra que presentará en el estadio Luna Park.
–Bailar en el escenario del Teatro Bolshoi es uno de los máximos sueños para cualquier artista de la danza...
(Interrumpe) –Las emociones que se generan son inexplicables. Pisar el mítico escenario en el que bailaron estrellas como Rudolf Nureyev, Galina Ulanova y Ekaterina Maximova, entre otros, despierta una energía muy especial. Y el reconocimiento del público. Tuvimos que salir con Marcela (Goicoechea, su partenaire) tres veces a saludar. Fue increíble.
–¿Disfrutás de estar en escena o privilegiás la pureza técnica?
–No hace mucho que sinceramente disfruto arriba del escenario. Recién ahora aprendí a relajarme. Antes estaba muy atento a la parte técnica; ahora, en cambio, la técnica pasó a ser un elemento para transmitir algo, y eso me lleva al disfrute, a la búsqueda del personaje. No quiero ser sólo un ejecutador de pasos, quiero ir más allá.
–¿Te preguntás hasta cuándo vas a seguir bailando?
–Sí, pero no lo hago con angustia. Tengo 36 años y estoy muy bien. Nunca tuve una lesión grave ni operaciones. Soy consciente de que no me quedan muchos años arriba del escenario, porque voy a bajarme de él cuando ya no pueda bailar lo que me gusta. Empecé a diversificar mi carrera; Marcia (Haydée) me incorporó al staff de la compañía para tomar ensayos y preparar a los jóvenes.
Se desliza, posa y juega con la gracia que sólo tienen los bailarines. Ante la cámara fotográfica seduce con sus cuidados movimientos. Esos con los que promete conquistar, una vez más, al público de su país, la Argentina.
Carmen en el Luna Park
Una trágica historia de amor
- Los días 23, 24 y 25 de este mes, en el Luna Park, se presentará el ballet Carmen, con coreografía de Marcia Haydée. La versión fue creada por Haydée especialmente para el Ballet de Santiago de Chile, de la que es directora artística. Los roles principales están a cargo de los primeros bailarines, ambos argentinos, Marcela Goicoechea y Luis Ortigoza. Con la presentación de Carmen, una trágica historia de amor, el ballet cumplirá su cuarta visita a Buenos Aires. Anteriormente había presentado aquí Ana Karenina (1989), La fierecilla domada (1995) y La viuda alegre (1999).
Más datos:
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