Luis A. Romero: "Hoy, el kirchnerismo es la derecha"
Luis Alberto Romero continuó los pasos de su padre, el influyente historiador José Luis Romero, sobre quien está construyendo un sitio web para honrar la obra completa. Dedicado a escribir notas periodísticas, Luis Alberto Romero deja la historia a un lado para meterse de lleno en el presente político de la Argentina, en el siguiente Cuestionario Sehinkman.
–Tu padre, José Luis Romero (1909-1977) fue un historiador muy influyente. ¿Qué fue lo que incorporó de novedoso?
–La idea de que la historia habla de todo lo humano. Y que hay que encontrar el punto de entronque entre lo político, lo social, lo económico, lo cultural y la vida cotidiana. Eso que él a veces llamaba Historia Social o Historia de la Cultura. Hasta la llegada de ese enfoque, acá la historia se basaba en hechos escritos en algún documento, de modo que era bastante escueto. Una vez Félix Luna le preguntó a mi padre por qué se dedicaba a una cosa tan extraña como la Edad Media y él le contestó: "Porque quiero entender a la Argentina, tengo que entender la Edad Media". Luego, Luna le hizo una larga entrevista que se transformó en un libro: Conversaciones con José Luis Romero.
–En un momento el pequeño Luis Alberto descubre que él también va a ser historiador. ¿Cuánto hubo de deseo propio y cuánto de tu padre?
–No lo sé. Leo en los psicoanalistas lo del problema con el padre y no me reconozco. Pienso: "Debo estar terriblemente enfermo" [se ríe]. Se ve que alguna inclinación por la historia yo había mostrado, porque cuando terminé el secundario mi padre me dijo: "En la facultad, la inscripción es de tal día a tal día. Si finalmente querés estudiar algo ahí, tenés que inscribirte". Y ahí tomé la decisión. Mi padre no era solamente un profesor de historia muy admirado, sino que cuando yo empecé era el decano progresista con el que las corrientes políticas se identificaban. Pero nunca me molestó, me gustaba.
–Los psicoanalistas suelen hablar de la necesidad, en determinado momento del desarrollo, de "matar simbólicamente al padre". ¿Cómo te fue con esa pequeña tarea?
–Ocurrió que mi padre murió cuando yo era grande, tenía 33 años, pero de repente me sentí muy huérfano. Entonces, en lugar de matarlo psicológicamente, me dediqué a hacer lo posible para conservar su recuerdo. Por eso me dedico a armar el sitio en internet de José Luis Romero. ¡Más que matarlo, estoy conservándolo vivo! ¿Querés que te cuente una cosa graciosa? Cuando escribo mis artículos en el diario, los kirchneristas que comentan las notas me dicen de todo. Y el mayor insulto es: "Este tipo vive del nombre del padre, pero el padre era un historiador extraordinario, este es un gusano". ¡Y yo me siento tan contento de que se acuerden de mi padre!
–O sea que no hiere tu narcisismo...
–No. ¿Es grave, doctor? [se ríe]
–Si no duele, entonces no es grave...
–Porque a mí me pasa al revés: tengo además una clarísima conciencia de la diferencia de niveles. A mí me va bien en la profesión, me tratan bien, pero para ponerte un ejemplo futbolístico: yo soy Racing y mi padre jugaba en la Champions League. Pero vivo tranquilo con eso.
–Pero te reís de vos mismo. Quizá sea sabiduría. O seguridad personal.
–Mis inseguridades pasan por otros lados. Estoy muy seguro de que lo que yo tengo que hacer bien en la vida es que la gente se entere de que hubo un historiador excepcional en Argentina.
–¿Qué dirías de los historiadores que analizan los sucesos del pasado con categorías de análisis del presente? Ejemplo: "Roca, genocida".
–Los historiadores profesionales saben bien que hay que ser muy cuidadoso en trasladar los problemas del presente al pasado, porque el pasado tenía otras ideas, otras categorías, otros valores. Roca: no tiene mucho sentido acusar a las sociedades pasadas de haber sido patriarcales. Podés describirlas como patriarcales, pero acusarlas con el dedito levantado carece del menor sentido porque formaba parte de su naturalidad, así como formaba parte de la naturalidad de Roca que el Estado tenía que ocupar los territorios y si había gente que no lo aceptaba, al igual que en Estados Unidos o en tantas partes, el Estado recurría a la fuerza, que él entendía que era legítima. La idea de genocidio es una idea muy reciente, tendrá 60 años, y no se puede aplicar directamente para atrás. Hay paralelismos incorrectos. Felipe Pigna comparó a Mariano Moreno con un desaparecido, diciendo: "Tiraron el cadáver al mar, igual que hizo Massera". No te puedo decir que esté mal, forma parte de la necesidad de las personas de contarse las historias. Lo que me da un poco de pena es que el público lector no perciba esta diferencia entre un trabajo más o menos fundado y ese tipo de interpretaciones que, también vale la pena pensarlo, llegan por algo.
–¿Y por qué llegan?
–Porque no apelan a la argumentación racional, sino a lo que ocupa un lugar mucho más amplio en la cabeza de la gente, las emociones y los valores profundos. La parte racional de la cabeza de la gente es acotada. La cabeza está muy penetrada por mitos, imágenes y símbolos. Y eso es lo que manejan este tipo de escritores, al igual que algunos líderes políticos de masas. De modo que los profesionales de la historia estamos un poco arrinconados.
–¿Cuál es tu análisis del panorama político actual?
–En estas PASO hubo una primera confrontación entre dos interpretaciones de lo que, creo, es el problema central de la Argentina. Nuestro país tiene enormes posibilidades para desarrollarse, pero hay un formidable bloqueo construido por un conjunto de intereses de grupos que han consolidado su posición en relación con el Estado. Empresarios que piden subsidios, sindicalistas, etc. Una definición muy simple de derecha es que representa a los conservadores, a los que quieren que las cosas sigan como están. Y las izquierdas o los progresistas son los que tratan de salir de ellas. En ese caso, no tengo dudas de que el kirchnerismo es hoy la derecha en Argentina. Decir que Macri es la izquierda suena un poco paradójico, pero sí creo que representa el reformismo y su función en la historia será cortar ese nudo gordiano que tiene trabadas las fuerzas de la Argentina.