Luciana Levinton: “Hay muchas arquitectas valiosas no reconocidas”
Miembro de una familia de arquitectos y artistas, ramas a las que ella también se dedica, busca recuperar la obra de grandes mujeres olvidadas por la historia
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Creció entre las maquetas y los planos del estudio de arquitectura familiar. Su carrera ya estaba marcada, el mandato era un hecho. Cursó y se recibió. Pero encontró la manera de transformar el adn proyectual en arte. Luciana Levinton (43) es arquitecta y artista plástica. Su obra toma a la arquitectura como protagonista excluyente. Un atajo que le permitió alzar su propia voz en un entramado de primos estelares: Joaquín Levinton (líder de la banda Turf), Gaspar Libedinsky (artista visual), Juana Libedinsky (periodista y crítica cultural).
A 48 horas del Día Internacional de la Mujer, el trabajo de Levinton resignifica la obra de arquitectas y artistas. Lo hace desde su propia mirada en diversas plataformas: Las líneas geométricas que traza en la muestra Reconvexo, en MM Gallery, donde desarma y reinterpreta piezas de las arquitectas Lina Bo Bardi (Italia – Brasil) y la francesa Charlotte Perriand. Y desde Musas de Vanguardia, un soporte digital e interactivo (@musasdevanguardia) que pone en valor la memoria de seis mujeres migrantes: Norah Borges y Lidy Prati (artistas plásticas argentinas), Maruja Mallo (pintora española), las arquitectas Perriand y Bo Bardi y Grete Schütte-Lihotzky, la primera arquitecta austríaca. Tres pintoras y tres arquitectas a un lado y otro del océano.
Levinton expuso en 2020 en el Museo Nacional de Arte Decorativo (Después de la arquitectura se llamó la muestra), en el Museo MARQ, el Centro Cultural Recoleta, galerías porteñas y espacios de Milán, Nueva York y San Pablo. Desarmar, intervenir, reconstruir: los verbos que conjuga a la hora de pintar su propia historia.
–¿Qué aspectos de Lina Bo Bardi y Charlotte Perriand destacaste en tu última muestra, Reconvexo?
–El lugar que ocuparon en su época. Desde el primer viaje a San Pablo me marcaron las obras de Lina (el Museo MASP y la Casa de Vidrio). Descubrí un personaje muy rico. Cómo incluía el paisajismo dentro del proyecto, cuánta importancia le daba al mobiliario y cómo pensaba la vida cotidiana. De Charlotte Perriand, me quedó grabada una frase que le dijo Le Corbusier (arquitecto y urbanista suizo, el padre de la arquitectura moderna) cuando se postuló para un puesto en su estudio: En este taller no bordamos almohadones.
–Le Corbusier la rechazó y después la asoció…
–Claro, al principio no la aceptó y después fue socia por 10 años. Por eso me preocupa la visibilización de estas arquitectas tan talentosas que se abrieron camino en los años ’50 pero no tuvieron reconocimiento. No aparecían sus firmas en los diseños, no se difundían sus proyectos y se naturalizaban y aceptaban las injusticias. Colgar este tema en las paredes abre el diálogo sobre sus recorridos. Hay muchas arquitectas valiosas que no fueron reconocidas. Charlotte Perriand desarrolló líneas de interiorismo y mobiliario y, en paralelo, montó su propio estudio. Trabajó en Japón y Vietnam con proyectos de diseño industrial. Y participó en el edificio de la Liga de las Naciones de Ginebra.
–Desde Musas de Vanguardia se propone un abordaje didáctico para conocer el camino de seis arquitectas y artistas plásticas, ¿Cómo se realiza esa selección?
–El proyecto lo armamos con Mara Sánchez Llorens, arquitecta y urbanista de Madrid. La idea es vincular la historia de estas seis mujeres a partir de la migración, un rasgo común entre ellas. Arte, mujer y migración desde una perspectiva amena, dirigida a chicos entre 5 y 12 años y sus familias. El jueves 25 de marzo invitamos a los interesados a recorrer la obra de Norah Borges, artista plástica y crítica de cine argentina (1901-1998). Lo haremos por Zoom y YouTube a través de la charla “Flâneuses de las pequeñas grandes cosas”. Vamos a contar porqué hoy Norah es Norah y no la hermana de (Jorge Luis Borges). El concepto es muy interesante, las flâneuses quisieron reivindicar los mismos derechos que el flâneur: el hombre que tiene derecho a la ciudad, a transitar por ella sin ser molestado, a observar sin ser visto ni cuestionado, y también, a tomar la palabra en público. La flâneuse es la mujer que lucha por todo ello y no siempre lo consigue. En cada uno de estos conversatorios participan referentes que contribuyen a delinear el perfil de las musas de vanguardia.
–¿Cómo resolviste el mandato familiar y las expectativas de abuelos, padres y tíos arquitectos?
–Al poco tiempo de terminar la carrera (en la UBA) supe que lo mío pasaba por el arte. La pintura es mi forma de acercarme a la arquitectura. No la niego, pero pongo distancia.
–¿Los collages sobre las revistas Summa (especializada en arquitectura) funcionan como intervenciones a tu propia historia?
–Es una serie autobiográfica. Intervengo páginas con manchas en óleo que operan como una primera persona. Durante años tuve la colección completa, que heredé intacta, en mi taller. No me animaba a desarmarlas, hasta que empecé y no paré. Disfruto el acto de intervenir, pintar, tapar, arrancar la hoja. Y sobre todo, visibilizar. Fueron épocas donde no se publicaban obras de arquitectas en los medios. Por eso las dibujo sobre las de los hombres. Una pequeña venganza, un guiño artístico.
–¿Te encontraste con publicaciones de tu familia? ¿Cómo reaccionaste?
–Las páginas donde figuraban obras de mi papá y mis tíos las dejé intactas, como un documento familiar. Me dio pena intervenirlas. En la familia Levinton la arquitectura es algo muy fuerte. Mi abuelo era ingeniero civil. Sus tres hijos arquitectos se casaron con arquitectas.
–¿Qué marcas de tu infancia reconocés en tu trayectoria?
–Los viajes a San Pablo que hacíamos con mis padres, con itinerarios planeados en función de sacarle fotos a los edificios de Oscar Niemeyer, Lina Bo Bardi, Paulo Mendes da Rocha. De acá, me fascinaba fotografiar la Casa del Puente (Mar del Plata, Amancio Williams) o la Casa Curutchet (en La Plata, de Le Corbusier). De mi papá heredé la pasión por la fotografía y varias cámaras que me llevé a distintas ciudades.
–¿Cómo te llevás con tus primos artistas y sus obras?
–Son todos más grandes que yo, los súper admiro por la expresividad. En las cenas familiares pre pandemia siempre se cantaba y se tocaba el piano. Aunque soy un poco tímida, la pasaba espectacular. Gaspar (Libedinsky) es muy creativo y soy fan de Joaquín (líder de Turf), me sé todas las letras de sus canciones. A Juana (Libedinsky) la leo siempre. Luisita, nuestra abuela, tiene 98 años y se acaba de vacunar. Ella es una pieza clave en el entramado familiar.
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