Lucía Puenzo. "Mis tiempos de ocio son casi inexistentes"
Es un caso singular de la cultura argentina. Es narradora, escribe guiones, filma películas y ahora también produce series para Netflix. Lucía Puenzo (Buenos Aires, 1976) inició su recorrido con la intención de escribir. Empezó a estudiar Letras en la Universidad de Buenos Aires, luego cursó en la escuela de cine (ahora Enerc) y, gracias a una beca en Francia, escribió el guion de la que fue su primera película, XXY, de 2007, basada en un cuento de Sergio Bizzio. Hoy, es un film de culto. También llevó al cine dos novelas propias: El niño pez y Wakolda, con la que se consagró en el país y en el exterior.
En sus ficciones, la realidad siempre se filtra mediante temáticas actuales: la intersexualidad, la violencia doméstica, la historia política o la inseguridad campean en tramas tan diáfanas como urticantes. Acaba de editar su nueva novela, Los invisibles (Tusquets), donde tres chicos de la calle (Ismael, la Enana y Ajo) son reclutados por un guardia de seguridad para que roben en mansiones de la zona norte del Gran Buenos Aires y en la costa uruguaya. Chicos y adolescentes suelen ser los protagonistas de sus novelas: seres vulnerables y a la vez intensos que dejan en los lectores una huella difícil de borrar. Puenzo, que trabaja ahora en la producción de una serie para Netflix, escribió la novela en el primer año de vida de su hija.
–¿Es verdad que el origen de la novela fue un cortometraje que filmaste hace muchos años?
–Sí. Cuando estudiaba cine en la CERC, lo que hoy es la Enerc, hicimos un corto con chicos de la calle de ranchadas en Constitución y en Once. De hecho, eran dos ranchadas un poco enemigas, pero había dos chicos que hacían juntos cursos de teatro. Era como un secreto que tenían entre ellos: estudiaban en un centro barrial de La Boca. Y un día nos vinieron a decir que el guion que estábamos escribiendo no estaba tan bueno como el que podíamos escribir con ellos. Durante un año, nos juntamos con Ismael y Ajo a escribir un guion en el que había tres chicos que trabajaban para un guardia de seguridad de la zona norte del conurbano como "chicos invisibles", que robaban en casas para ese guardia. Cuando, años después, quise filmar ese corto, uno de ellos me ayudó con los tres actores.
–En la novela hay muchos vínculos maternos: entre los propios chicos, con los personajes con los que ellos se cruzan e incluso con aquellos que viven en las casas donde roban.
–Totalmente. Yo estaba en una especie de burbuja del puerperio y la lactancia y lo que pasa entre una madre y un bebé, que se transforma en tu universo entero. Y creo que la novela, aunque es muy sórdida, tiene un costado muy tierno y maternal en relación con los vínculos.
–Son pausas fugaces en una trama densa
–Sí, la sensación es que ellos intentan armar, recrear esos oasis, y que a pesar de todo no pueden evitar, por momentos, pasarlo bien. Son niños y quieren pasarlo bien y ven un charco, un lago, y quieren nadar un rato, y si ven una playa, quieren conocer el mar; jugar con los juguetes de otros chicos. Pero la realidad siempre reaparece. Me resultaba inimaginable el grado de perversión de estos guardias de seguridad que los sumergían en esas mansiones para que los chicos fueran fantasmitas invisibles y, además, testigos de la opulencia ajena.
–Primero, el cortometraje; luego, el cuento; después, la novela. ¿Ahora vas a filmar la película?
–No creo en este caso. Es muy probable que un amigo, un director conocido que todavía no puedo nombrar por respeto a su intimidad, la dirija. Es un director reconocido, muy amigo, a quien admiro y respeto mucho, que ya está ahí investigando. Yo misma le acerqué la novela porque me imaginé que era algo que podía interesarle. Por algún motivo yo, esta vez, no quería... Terminé de escribirla y aun antes de que saliera editada contacté a este amigo y le dije: "Te la quiero ofrecer, me gustaría que la hagas vos porque tenés una mirada con los niños que me gusta".
–¿Y qué vas a filmar ahora?
–Tengo otra película. Se llama Los impactados y la filmo el año que viene. Es un guion que no es original mío, sino de una amiga artista, Lorena Ventimiglia, y la vamos a filmar juntas. Es la historia de una chica que en la primera escena de la película es golpeada por un rayo en el medio de un campo durante una tormenta, en la cabeza, y se despierta seis semanas después de haber estado en un coma inducido, transformada en lo que llaman una impactada, con la marca de Lichtenberg. Los que sobreviven en general poseen una especie de marca, que es como una explosión rizomática de los vasos sanguíneos, una belleza, una especie de cicatriz, de explosión de la sangre. Dicen que ellos tienen otros caminos sinápticos que generan recorridos mentales diferentes. Es algo que a mí me fascina: el cuerpo como organismo eléctrico.
–¿Te lleva más tiempo producir una película que escribir una novela?
–Tal vez lleva más tiempo el comienzo de una película, porque además soy productora, guionista y directora. Empiezo cuando escribo la primera escena y termino cuando la película está en los cines. Busco a mis productores habituales, hago el recorrido… lo que ocurre muchas veces con directores de mi generación es que somos todo: productores, directores, guionistas. Entonces eso te lleva dos o tres años. Pero escribir una novela lo percibo como un proceso mucho más intenso y de inmersión permanente. Mi sensación es que cuando estás escribiendo una novela estás escribiendo las 24 horas del día, aunque escribiendo estés seis o siete.
–¿Cómo es tu experiencia con Netflix como directora y productora?
–En el verano estuve en Colombia filmando una serie de Netflix que ahora se acaba de estrenar, y se llama Ingobernable, la temporada 2, es una serie mexicana muy grande. Para mí, fue una inmersión en otro género, porque es una especie de thriller político, de acción y rodajes a los que yo no estaba acostumbrada, con tres o cuatro cámaras, con cien soldados colombianos, explosiones, helicópteros. Y yo estaba con una beba de un año en brazos en ese universo. Fue como hacer escuela de un género que desconocía. Y ahora estoy haciendo una asesoría de unos libros de una serie nueva que llamada La jauría. En esta serie soy directora general: armé el equipo de directores, guionistas, estamos eligiendo el elenco. Estoy disfrutando la escritura.
–¿Ves muchas series o no tanto?
–Soy más de películas, de libros. En un punto lo que me pasó con tener una hija es que mis tiempos de ocio son casi inexistentes o cada vez menos, entonces los capítulos de media hora me resultan más accesibles que la hora y media de una película. Pero sí creo que las ideas nacen con una identidad clarísima. Si es una idea literaria, nunca tengo la duda. Aparece una imagen y sé que es una escena. Para un guion necesito contar con una estructura dramática, saber dónde termina, entender el arco de los personajes; en cambio, con una novela saber dónde termina es lo más paralizante que me pueda pasar.
–Tu padre, el director Luis Puenzo, ¿ya leyó la novela nueva?
–La va a leer, creo que el primer ejemplar se lo di a él.
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