Volnovich viajó a la isla de Holbox, en el Caribe mexicano, acompañado por Martín Rodríguez, subdirector ejecutivo de PAMI
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No es el destino ideal para que un político argentino pase desapercibido. La directora ejecutiva del PAMI y su pareja, el subdirector ejecutivo del PAMI, eligieron pasar sus vacaciones en un lugar que todas las guías de turismo describen como invadido por compatriotas. TripAdvisor presenta cuatro restaurantes de comidas argentinas en Holbox: Alta Gula, El Hornito Argento, Las Empa Holbox y Casa de Asadores. Además, para dimensionar la cantidad de argentinos en la isla, basta con visitar el grupo de Facebook llamado “Argentinos en Holbox” donde se venden alfajores, fernet, yerba mate y bombillas.
El video que muestra a Luana Volnovich y Martín Rodríguez de vacaciones en el Caribe fue filmado en La Combi, uno de los bares característicos de la isla, en la calle Tiburón Ballena. “El mejor lugar familiar donde podrás disfrutar de karaoke, sport bar, música en vivo, deliciosos platillos y bebidas y mucho más”, según la cuenta de Instagram del local. La carta presenta platos típicos y cocina fusión: nachos con arrachera, ceviche de pulpo, tacos y alitas de pollo.
El último secreto del Caribe
Para National Geographic, Holbox es “el último secreto del Caribe”. También se refiere a la isla, directamente, como “el paraíso”. Fue, desde tiempos inmemorables, territorio maya. Aún conserva su nombre original, que en lengua nativa significa “agujero negro”. Tuvo un período donde se convirtió en refugio de piratas. Después fue, hasta mediados de siglo XX, tierra de pescadores. Hoy es una reserva ecológica, parte del Área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam, y un destino turístico sin igual. La isla tiene una extensión de 40 kilómetros de largo y 2 de ancho, con unos 34 kilómetros de playa. Su geografía acompaña la costa de norte de la península de Yucatán. Según el último censo, de 2005, tiene 1198 habitantes. Pero la población está en crecimiento constante y, para muchos, el lugar está sobreexplotado. En 2014 un grupo de artistas mexicanos se unieron para reclamar en contra de la creación de un mega complejo hotelero que nada tenía que ver con el espíritu agreste del lugar.
La isla, dedicada 100 por ciento al turismo, es conocida por sus hoteles cinco estrellas, donde suelen hospedarse famosos, y sus restaurantes de lujo. Algunos de los locales gastronómicos han ganado premios internacionales. “La isla es cara. No tanto como Tulum, pero los precios suelen ser altos”, cuenta uno de sus residentes.
En Holbox no hay calles asfaltadas ni sistema de alcantarillas. La conexión a Internet suele ser deficiente y muchos hoteles de cinco estrellas -como el Luxury Hotel Boutique Aldea Kuká- no tienen teléfono en las habitaciones para “no molestar a sus huéspedes”. Todas las atracciones del lugar están relacionadas con la naturaleza. Dicen que tres días son suficientes para conocer la isla y sus alrededores. Incluso Yalahau, a 30 minutos de lancha, un manantial de aguas cristalinas que muchos sostienen es la fuente de la Juventud Eterna que buscó el adelantado español Álvar Núñez Cabeza de Vaca en la Florida.
Pero la experiencia imperdible, prácticamente exclusiva del lugar, es nadar junto al tiburón ballena. Cuesta 125 dólares. Sin embargo, Luana Volnovich y Martín Rodríguez no podrán disfrutar de esta actividad ya que el pez más grande del océano visita Holbox entre junio y agosto.
¿Cuánto cuesta ir a Holbox?
El vuelo Ezeiza-Cancún más barato en la página Despegar, de una sola escala y en clase económica, es de Delta y cuesta 263.503 pesos. En el otro extremo de la lista está el vuelo American Airlines, en clase ejecutiva y con escala en Miami, cuyo precio es de 960.000 pesos. Una vez en Cancún, hay dos formas de llegar a Holbox. La primera y más común es trasladarse por tierra hasta el puerto de Chiquilá, a 140 kilómetros. Se puede hacer con auto alquilado o en colectivo, que tarda dos horas y tiene un ticket de 15 dólares. Hay combis que llevan hasta cinco pasajeros y cobran 250 dólares por el mismo trayecto. Chiquilá es la puerta de entrada a Holbox: desde allí se aborda el ferry que navega hasta la isla en 25 minutos y cobra 11 dólares. Como es exclusivo para pasajeros, quienes hayan optado por viajar hasta Chiquilá en auto alquilado deberán dejarlo en los parkings frente al puerto, que cuestan 5 dólares por día.
La otra opción para trasladarse desde Cancún hasta Holbox es por aire, en avioneta. El pasaje hasta la pista de arena en el corazón de la isla ronda los 150 dólares por pasajero.
Holbox tiene opciones tanto para el turismo de lujo como para viajeros “low cost”. No hay autos en la isla, solo se puede recorrerla en bicicleta o en carritos de golf que son adaptados como taxis. El período comprendido entre los meses de noviembre y abril es considerado “temporada media” y es cuando aparecen buenas ofertas. Hay hoteles de cinco estrellas con precios máximos de 60 mil pesos la noche, pero también posadas modestas que alquilan habitaciones por 3.500 pesos.
De más está aclarar que nadie acepta pesos argentinos en la isla. Es decir que cualquier pago en destino, ya sea en efectivo o tarjeta, promueve lo que muchos desde el gobierno se empeñan en llamar “fuga de dólares”. Además, ninguno de los servicios mencionados anteriormente está incluido en el listado de prestadores del programa PreViaje Pami, que tiene un reintegro del 70 por ciento.
Una argentina en el paraíso
Es temporada media, pero, para sorpresa de muchos residentes, las playas, y especialmente los hospedajes, se encuentran al tope. “Es impresionante la cantidad de turismo que está habiendo. Conseguir alojamiento es casi imposible”, cuenta la argentina Guadalupe Poitevin, de 41, que vive en esta isla de calles de arena hace tres años.
En Holbox hay una gran comunidad argentina. La elección del lugar, destaca la mujer, no solo tiene que ver con sus playas paradisíacas, sino también con las oportunidades laborales. “Muchos argentinos instalados acá tienen sus propios emprendimientos, de todo tipo, y les va bien. Hay cuatro o cinco restaurantes argentinos”, cuenta.
Poitevin se mudó a la isla en 2018. Había conocido el lugar unos meses antes, durante un viaje con amigas. La conexión que sintió con el lugar la llevó a renunciar a su trabajo en una ONG argentina y a abandonar la ciudad porteña de manera definitiva. “Fue fácil. El día que llegué, conseguí trabajo. A los dos días, tenía casa. Y, al mes, tenía el trabajo con el que había soñado toda mi vida: ser encargada de un hotel”, cuenta por teléfono.
Lo más lindo del lugar, para ella, son los atardeceres sobre el mar. “No me canso de sacarles foto, porque cada uno es distinto”, cuenta. Para los turistas que pasean por la isla, una visita obligada, según Poitevin, es Punta Mosquitos, una playa con un inmenso banco de arena.
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