Empecemos por aclarar una cosa sobre Louisa May Alcott: "No es la mujercita que ustedes creían que era y su vida no fue un libro para niños". Esto es lo que afirmaba Harriet Reisen, cuando escribió el guión del filme Louisa May Alcott: The Woman Behind 'Little Women' , emitido por American Masters en 2009, que muestra la apasionante vida de la autora de Mujercitas.
Con recursos documentales y de interpretación, la película derrumba la imagen popularizada de Alcott como una "solterona" moralmente respetable de Nueva Inglaterra, sujeta a la vida convencional de Concord, Massachusetts, a mediados del siglo XIX. En cambio, ese perfil de mujer de su época, de recatada narradora de novelas para niñas, se empieza a desmontar a medida que se desvelan los hechos menos conocidos de su vida. La obsesión por descubrir quién fue realmente Louisa May Alcott, llevó también, acá en Argentina, a la escritora y columnista de LA NACIÓN, Gloria Casañas, a investigar la historia, para devolvernos una imagen revisitada de Louisa May Alcott. A través de dos obras: En el huerto de las Mujercitas (2019), una novela homenaje en la que la escritora se convertirá en un personaje y un prólogo a la última reedición de Mujercitas de habla hispana por la editorial Penguin Random House.
Sabremos así, por ejemplo, que al crecer en un ambiente intelectual integrado por reformadores, iconoclastas y trascendentalistas,como discípula de Ralph Waldo Emerson y de Henry David Thoreau, Alcott fue en realidad una librepensadora, con ideales democráticos y valores progresistas sobre las mujeres y sobre la esclavitud. Lo más sorprendente es que Alcott llevó adelante de forma anónima y bajo el seudónimo de A. M. Barnard, una doble vida literaria que no fue descubierta sino hasta la década de 1940. Como Barnard, escribió unas treinta novelas de suspenso, con personajes que abarcan desde asesinos y revolucionarios hasta travestis y adictos al opio, muy lejos de sus obras más conocidas con mentores paternales, madres valientes y niños traviesos.
No le interesaban las "cosas de chicas"
Alcott nunca quiso realmente escribir Mujercitas, novela de iniciación al mundo femenino destinada a niñas soñadoras. A ese género que podemos llamar infantil o romántico, el que la llevó a la fama y la sacó de la pobreza llegó casi sin quererlo y por necesidad y no se equivocó al tomar la decisión que más tarde ella misma calificaría de "mercenaria". Desde su lanzamiento en 1868, las historias sobre la vida de Meg, Jo, Beth y Amy, las hermanas March, en el siglo diecinueve, resultaron un rutilante éxito de ventas. Más asombroso aún fue que el libro fue escrito en solo dos meses durante los cuales la autora pasaba más de diez horas al día escribiendo a mano, en una modesta casa de Nueva Inglaterra. En las páginas de su diario íntimo escritas en mayo de 1868 Louisa cuenta que encara la novela a pedido de su editor, quien le encarga que escriba una historia para niñas. Ella quería sacar a su familia de la pobreza y aspiraba a ser rica y famosa antes de su muerte. Su editor le prometió que si la escribía también le iba a publicar el libro de relatos que ella quería realmente publicar y otro de su padre, el educador Amos Bronson Alcott. Por esas razones y no porque sintiera una vocación especial por el género romántico juvenil, fue que aceptó el desafío pese a que ella misma decía no saber mucho ni conocer a las jóvenes contemporáneas, salvo a sus hermanas.
Un dato conocido es que el libro se inspiró en la propia biografía de la autora; también se sabe que el personaje de Jo representa el alter ego de la autora.
La aceptación de las lectoras fue rotunda: al instante garantizó la notoriedad de la novelista, consagrándola para siempre como formadora del carácter femenino, una categoría que ella hubiera preferido no ocupar jamás, porque lo que verdaderamente ansiaba además de escribir novelas góticas era continuar publicando otras obras más acordes a las ideas trascendentalistas, sufragistas y abolicionistas que compartía con su padre y su madre y todo el entorno intelectual en el que se había formado. En 1854 había publicado una colección de cuentos de hadas, Flower Fables, originalmente escrita para la hija de Emerson, pero también había producido historias contra la esclavitud y textos feministas que preceden a Little Women, incluidos Moods (1864) y Hospital Sketches (1863), que trasladaron su experiencia como enfermera durante la Guerra Civil estadounidense.
Dado el éxito de la historia de las hermanas March, el editor le pidió una secuela: Good Wives, publicada en castellano como Las mujercitas se casan que apareció en 1869. Solo en la década de 1880 los dos volúmenes estarán juntos hasta la nueva edición de 2019. Con los años, Louisa May Alcott continúa la historia de la familia March para los lectores pequeños: Hombrecitos (1871), Los muchachos de Jo (1886). Para los más jóvenes también firmó Ocho primos (1875), Rosa en flor (1876) y Bajo las lilas (1877), y se hizo cargo, entre sus dos viajes a Europa, de la dirección del periódico Merry's Museum (1868- 1869).
Durante su vida, se vendieron un millón de copias de la novela y sus secuelas aparecen en todas las colecciones de obras maestras juveniles internacionales. Eiselein y Phillips, autores de la The Louisa May Alcott Encyclopedia destacan la originalidad y las varias claves de lectura de la novela, particularmente con respecto a las representaciones femeninas y, en general, su valor literario.
Mamá: encontré un hombre dentro del horno
Entre los amigos más cercanos de la familia estaban Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau. Alcott creció con su tutoría, estudiando en la biblioteca de Emerson y recibiendo lecciones de botánica de Thoreau. A pesar de esta rica vida intelectual, los Alcott eran bastante pobres. Bronson trabajó duro, pero no era el tipo de esfuerzo que daba rédito económico, tampoco alcanzaba para pagar todas las cuentas, por lo que a menudo subsistía con nada más que pan y agua. Por eso se mudaban con frecuencia y para cuando se establecieron en Orchard House en 1858, la familia ya acumulaba alrededor de treinta hogares temporales, y solo podían pagar el hogar con el apoyo de familiares y de Emerson que deseaba que la hermana de Alcott, Beth, enferma de una varicela mortal, pasara sus últimos días con comodidad y seguridad
Nacida el 29 de noviembre de 1832, Louisa May Alcott fue la segunda de cuatro hijas. Su madre, Abigail May Alcott, provenía de una distinguida familia de Boston. Su padre, Amos Bronson Alcott, era un agricultor que se había educado en filosofía. Los miembros de la familia Alcott fueron bastante progresistas para su época. En 1834, Bronson estableció una escuela con un controvertido currículum mixto. Se las arregló para encontrar estudiantes, pero la comunidad pronto se desintegró por sus tácticas disciplinarias y sus discusiones críticas de la religión. El batacazo final fue cuando Bronson se negó a despedir a un estudiante negro que había admitido en la escuela y los padres blancos retiraron a sus hijos, de modo que al quedar sin alumnos se vio obligado a cerrar la institución.
Pese a ello, la familia siguió siendo ardiente abolicionista y activa defensora de los esclavos.. Cuando tenía siete años, Louisa abrió una estufa sin usar para descubrir a un antiguo esclavo escondido dentro. Inicialmente, el hombre estaba aterrorizado de haber sido descubierto, al igual que la pequeña Alcott estaba asustada de encontrar a un hombre en el horno. Alcott le enseñó al hombre a escribir sus cartas. Esta experiencia y los ideales de la familia llevarían años más tarde a la joven Louisa a servir en la Guerra Civil para contribuir a terminar con la esclavitud.
Fruitland: la comunidad vegetariana espiritual de la familia Alcott
En 1843 cuando Louisa tenía 11 años su padre Amos Bronson puso en práctica un experimento social comunitario en el que fuera posible llevar adelante los ideales trascendentalistas, que compartía con Thoreau y Emerson, este último uno de los prinicipales benefactores del proyecto. Vivir en la naturaleza, alimentarse de vegetales y frutas, hasta practicar el celibato les permitiría y recrear la utopía de un Edén en la Tierra. La granja se llamó Fruitlands y el experimento solo duró seis meses, al resultar inviable las tensiones cotidianas que se generaron en la convivencia de un grupo de seguidores, en su mayoría desconocidos, que había reclutado a lo largo de Nueva Inglaterra y la familia nuclear. Abigail Alcott (Marmee en Mujercitas) debía alimentar a sus hijas en base a vegetales crudos y la vida austera, despojada de los bienes materiales que en principio resultaba prometedora, terminó por parecerle insostenible, acaso cruel.
De estas vivencias, Louisa heredó una pasión absoluta por las manzanas, a las que devoraba mientras se recluía a escribir sobre una modesta tabla que hacía las veces de escritorio.
Gloria Casañas: una escritora en busca de Louisa May Alcott
En el huerto de las Mujercitas es una combinación de trama de ficción en la época y el lugar donde vivió Louisa May Alcott, un mini ensayo sobre la autora y su novela, y un diario de viaje en el que cuenta su experiencia al visitar los escenarios donde vivieron todos ellos.
La abogada y escritora que lleva escritas más de diez novelas histórico románticas estuvo dos veces en Orchard House y fue en esos escenarios, los mismos que albergaron a la familia Alcott (salvo a Elizabeth, quien inspiró el personaje de Beth en Mujercitas) que ya había muerto antes de que la familia se mudara allí.
"Escribir acerca de Concord y sus habitantes me reveló aspectos insospechados de Louisa May Alcott, cosas que al leer su novela más famosa no supe ni tampoco me planteé, ya que por lo general leemos Mujercitas en la infancia o la adolescencia, y no reparamos mucho en la vida de los autores", comenta Casañas. "Claro que también la releímos, pero una lectura de esa novela en la vida adulta despeja muchos interrogantes y abre nuevas perspectivas sobre su autora. Su carácter, su indomable espíritu de aventura, su amor por la familia, que roza el sacrificio personal. Su independencia y rebeldía frente a las convenciones de la época, son aspectos que ahora aparecen con otra dimensión. Louisa May Alcott fue una mujer compleja y sensible, sencilla en sus costumbres y deseosa de libertad. Como escritora, no puedo dejar de identificarme con su sentir, del mismo modo que al leer Mujercitas me sentí cerca del personaje que fue su alter ego: Jo March", revela.
Todavía queda mucho por conocer sobre la vida en Concord y el legado de una escritora que seguirá emocionando por siempre.