Los vestuarios emblemáticos del Museo del Cine
En la sala de Conservación del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken, en la Boca, los guardarropas con apariencia de contenedores de metal cobijan vestuarios emblemáticos del cine argentino del 1920 a la actualidad. Provista de guantes blancos de tela como accesorio de rigor, puedo apreciar los atuendos de Susú Pecoraro en Camila (María Luisa Bemberg, 1984) y otros ricos en brocatos, ¡casi un centenar!, diseñados por Graciela Galán para Yo, la peor de todas (Bemberg, 1990) y que en 2010 fueron donados por la productora Lita Stantic.
Luego de detenerme en un vestido de encaje negro que perteneció al placard privado de Tita Merello, el recorrido se detiene entre los hitos del extravagante guardarropa de Nini Marshall: de un traje de sevillana rojo con volados floreados a un vestido multicolor con la etiqueta Luis Bocús, y otro de terciopelo azul con cuello rosa al que las manos costureras de Niní tunearon con un cierre. Además de fetiches de su galería de sombreros –hay modelos de rafia ornamentados con honguitos de plástico, cintas y flores–, gorras para lluvia en crudo o negro con la etiqueta Sombreros Ely y una sombrerera donde supo trasladarlos.
Mis cómplices en el recorrido de épocas y de tramas y texturas que transcurre entre manos enguantadas y ojos atónitos son las expertas María Angélica Crespo y Amalia de Grazia. Asoma un tailleur rojo años 40 que Leonor Puga Sabaté diseñó para Luisina Brando en Boquitas Pintadas (Leopoldo Torre Nilson, 1974), la malla de baile dorada y la falda con yuxtaposición de tules multicolores que compusieron uno de los trajes de varieté de Isabel Sarli en Favela (Armando Bo, 1960) diseñadas por Paco Jaumandreu, pero también un traje que Tito Lusiardo vistió en Isabelita (Manuel Romero, 1940): el jacqué y el pantalón llevan la etiqueta de la sastrería E Boragino, y la fecha de culminación de su costura a medida: 24 de junio de 1940.
En el museo con base en Ministro Brin 615, Angélica y Amalia ilustran una parte de los oficios silenciosos (otra es la que realizan los restauradores de fílmico y los encargados de la biblioteca y demás áreas dirigidas por la experta en historia del cine Paula Félix-Didier) y revelan que hace más de un año su principal labor consiste en remozar y en rediseñar una base de datos de modo tal que los campos de vestuario, la colección de afiches y la de fotografías y los figurines puedan interactuar entre sí para ser consultados por diseñadores, estudiantes de cine y cinéfilos que se aproximen al museo. “La conservación delata la existencia, de ahí que las piezas tienen que estar visibles y la información accesible.”
Junto a sus mesas de trabajo asoma el calendario 2017 editado por el museo que exhibe una galería de estilos de actores y actrices fotografiados por Annemarie Heinrich: allí Bárbara Mujica vistió jeans, Norma Aleandro posó con un vestido mini floreado sobre un fondo pop art. Como un caso extraño de la colección de vestuario, Angélica Crespo exalta el vestido del film Camila con flores, provisto de un agujero y una gran mancha que simuló sangre y cuyo lavado en una tintorería sería un sacrilegio. “La consolidación es la técnica para que no se siga abriendo la tela pero que deje ver aún la mancha y el agujero que le dan valor” y acerca de la conjunción de coordenadas estéticas implícitas en un vestuario de cine, sentencia: “En los vestuarios de cine hay muchas licencias poéticas, algunos son más cercanos a la moda y algún tono puede surgir del capricho de un director de arte o del vestuarista, porque en el cine nadie mira si la falda es diez centímetros más corta, si tiene o no un miriñaque o si el corbatón no corresponde a la época. Cuando se usa el vestuario de un film se le exige al máximo, pero cuando se termina de vestirlo el producto final es la película, considero que las colecciones de vestuario representan el último testimonio que queda de un film”.
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