El plan era terminante: matar a seis millones de alemanes, uno por cada judío asesinado durante el Holocausto. E iban a intentar dos programas: emponzoñar los suministros de agua de las principales ciudades de Alemania y envenenar con arsénico a miles de exjerarcas nazis . El grupo Nakam (hebreo para "venganza"), conformado por judíos que habían sobrevivido a los campos de concentración, tenía un objetivo claro y quería venganza por los crímenes cometidos por el Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial.
La organización, ideada por Abba Kovner, estaba compuesta por alrededor de 50 conspiradores, entre los que había exmiembros de la resistencia judía y partisanos que habían luchado contra los nazis desde en el gueto de Vilna, en Lituania, y desde los bosques cercanos a la ciudad. Después de la guerra, en 1945, las guerrillas se reconstituyeron en Bucarest, Rumania, y adoptaron el nombre del Nakam.
Sus miembros sentían que muchos de los partícipes del Holocausto no habían sido castigados por sus crímenes, dado que para poner en funcionamiento esa gran maquinaria de exterminio se habían necesitado a miles de personas: operarios, vigiladores de los campos de concentración, administradores en los guetos, conductores de trenes que transportaran a los campos. Todas partes necesarias del engranaje que organizó la máquina de exterminio nazi.
Para este grupo de la resistencia judía todos los colaboradores eran culpables y cada uno de ellos debía recibir venganza entonces se dispusieron a rastrear y planificar la ejecución de sus torturadores. Habían visto morir a sus padres y hermanos, habían presenciado cómo se intentaba destruir su identidad, y al final de la guerra, veían cómo sus carceleros quedaban libres. Varias de sus historias fueron reveladas en el documental de 2018 de Avi Merkado-Ettedgui Vengar el mal, donde algunos de sus protagonistas se pronunciaron sobre su accionar.
"¿No teníamos derecho a nuestra venganza?"
El objetivo era uno. "Matar alemanes. Tantos como fuera posible", describió en 2016 Joseph Harmatz, un miembro del movimiento en una entrevista a The Associated Press.
Harmatz era lituano, tenía 21 años y había sobrevivido al gueto de Vilnus. Además de ser testigo del asesinato de sus abuelos, sus dos hermanos habían muerto, su padre se había suicidado, y él mismo como prisionero había sido obligado a quemar los cuerpos de las víctimas del nazismo. "He visto a ancianos judíos con la cabeza abierta por una bala, con el cerebro desbordando. A un joven y una mujer abrazados mientras los mataban, a una madre sosteniendo a su bebé mientras ambos eran asesinados", narró Harmatz.
"Nuestra intención última era matar a seis millones de alemanes, uno por cada judío asesinado por los alemanes", indicó en una nota de The Observerde 1998, que fue recogida en The New York Times. Además, opinó que el bombardeo a Dresde en Alemania, por parte de las tropas británicas y estadounidenses no hubiera sucedido si los alemanes no bombardeaban antes Coventry en Inglaterra, y calificó esa acción como "simplemente una venganza". "¿No teníamos derecho a nuestra venganza también?", se preguntó.
Asesinatos aislados
Algunas de sus acciones eran circunscriptas. Los miembros de la organización identificaba a un nazi que había vuelto a su vida civil, organizaban un arresto y luego se lo llevaban. Algunos de estos exsoldados eran estrangulados o ahorcados. Así lo especificó el excorresponsal Michael Elkins, quien en 1971 publicó el libro Forged In Fury ("Forjado en furia") cuyas reseñas fueron retomadas por The Guardian.
El accionar de los vengadores se extendió hasta la década del 50 y sus miembros fueron trasladándose a los diversos países a donde los nazis se escondieron en España, Canadá y regiones de América Latina.
"Los vengadores" rastrearon en los suburbios de Winnipeg, Canadá, a Alexander Laak, responsable de la muerte de 100.000 judíos en el campo de concentración estonio de Jägala. Entonces, planificaron su asesinato. Esperaron a que la esposa del exnazi se fuera de viaje para increparlo. Lo confrontaron y le permitieron que se suicidara con una soga. Elkins cuenta que exnazis de alto nivel fueron encontrados muertos en zanjas al borde de rutas, como si hubieran muerto en accidentes de tránsito. Otros terminaron en accidentes automovilísticos provocados por misteriosas fallas mecánicas. Incluso, un alemán de alto rango de la Gestapo estaba esperando en una cama de hospital para una operación menor cuando de alguna manera entró kerosene en su torrente sanguíneo.
Los crímenes organizados por el grupo Nakam fueron metódicos, pero no fueron solo ejecuciones individuales.
El objetivo: envenenar a millones de alemanes a través del agua
Las venganzas no estuvieron dirigidas únicamente a los jerarcas y militares del régimen liderado por Adolf Hitler. Un grupo más duro de los Nakam planeó un envenenamiento masivo. A través del suministro de agua de cinco ciudades alemanas, iban a intoxicar a millones de alemanes. El plan había surgido del ideólogo de la organización, Kovner.
En 1946 miembros del grupo llegaron a infiltrarse en las centrales hidráulicas de Hamburgo, Núremberg, Frankfurt y Munich, pero el complot debió ser abortado cuando Kovner, que transportaba el veneno hacia Europa, fue arrestado a bordo de un barco, algo que generó fuerte sospechas en las autoridades británicas. Por lo tanto, se vio obligado a tirar el veneno por la borda.
Todo indicaba que había sido traicionado. Ya sea por frustración o por temor a que un asesinato masivo pusiera en igualdad los horrores cometidos, el plan nunca se llevó a cabo.
Tras ese fracaso, el grupo no se detuvo y buscó implementar otro, más acotado y puntual, pero multitudinario y letal: asesinar a 12.000 oficiales de las SS que habían sido capturados y se encontraban en el centro de detención Stalag 13, en Nuremberg. Iba a ser su golpe maestro, y estuvieron cerca de concretarlo.
El envenenamiento de casi 2000 jerarcas nazis
A mediados de abril de 1946, "los vengadores" averiguaron que el pan para los detenidos del centro era suministrado por una sola panadería, entonces decidieron infiltrarse.
Arie Distel fue el encargado de llevar adelante el plan, según él mismo contó en unos videos grabados para el Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos. Diste consiguió consiguió el empleo en la panadería, luego se sumó Harmatz, y desde allí lograron llevar adelante el programa.
"Los vengadores" consiguieron el veneno y comenzaron a contrabandearlo al interior del edificio de la panadería. El 13 de abril, tres de los miembros del grupo ingresaron al edificio y pintaron 3000 hogazas de pan con una mezcla de arsénico y pegamento.
Si bien hay varias suposiciones de si el veneno funcionó, el 20 de abril de 1946, The New York Times informó que "1900 prisioneros de guerra alemanes fueron envenenados con arsénico en su pan a principios de esta semana en un campo de Estados Unidos [un centro controlado por los estadounidenses en Alemania] y todos están gravemente enfermos". Si bien se estima que no hubo ninguna víctima fatal, los miembros del grupo Nakam aseguraron años más tarde que sí hubo muertes, pero que no se quisieron informar.
Después del ataque, Harmatz, Distel y el resto de "los vengadores" tuvieron que huir rápidamente. En la frontera de la entonces Checoslovaquia fueron recibidos por Yehuda Maimon, un sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz en Polonia, que logró contrabandear al grupo y llevarlos al territorio donde se constituiría el Estado de Israel.
De acuerdo con archivos desclasificados del equipo de contrainteligencia de Estados Unidos que investigó el caso en 1946- que fueron obtenidos por The Associated Press- la cantidad de arsénico utilizada era suficiente para matar a 60.000 personas".
Según Fox News, luego de que Harmatz y Distel aparecieran en 1999 en un documental televisivo narrando detalles de la operación, autoridades alemanas investigaron a ambos durante meses, pero los fiscales finalmente concluyeron que, aunque hubo un intento de asesinato, no presentarían cargos debido a las "circunstancias extraordinarias".
¿Remordimiento?
Varios de los miembros del grupo Nakam no se arrepienten de haber buscado venganza. Harmatz, dijo en una entrevista: "¿Y debería mirar a mi conciencia? Tal vez fui un bastardo. Pero no hay pardonnez-moi [disculpas]. Nunca tuve esos sentimientos. Muchas otras personas deberían mirar sus conciencias, no nosotros".
Maimon, consideró en una entrevista para AP:"Era imperativo formar este grupo. Si de algo estoy orgulloso es de pertenecer a este grupo. Dios no lo quiera si después de la guerra simplemente hubiéramos vuelto a la rutina sin pensar en hacer pagar a esos bastardos. Hubiera sido terrible no responder a esos animales".
"Cuando lo has visto con tus propios ojos, te invade tan profundamente que incluso si querés liberarte, no podés", confió Simcha Rotem, sobreviviente del gueto de Varsovia, para quien la revancha era la única respuesta.
Leopold Vassiman, quien suministró el arsénico para envenenar a los jerarcas de la SS, consideró, años más tarde, que la experiencia de Auschwitz no le dejó otra alternativa más que tomar represalias. "Por supuesto que pensé en la venganza. Lo vi en los ojos de los que fueron ejecutados. Ellos querían venganza", sostuvo. Rachel Glicksman observó: "Quería vengarme desde el momento en que vi lo que le hicieron a mi madre", de acuerdo con The Jersualem Post.
Por su parte, Mira Verbin-Shabetzky, miembro del movimiento, indicó en 2016 en una entrevista recogida por el portal Haaretz."Cuando me enteré de la venganza estaba en el séptimo cielo, porque se lo merecían".
Sin embargo, casi 50 años luego de las operaciones, Hasia Warshawski, líder de la célula de Hamburgo, tenía emociones conflictivas en torno a su participación. "Años después, no podía entender cómo podía pensar así. Solo los locos pueden pensar en tales ideas. Pero estábamos locos".
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