Los útiles y juguetes inclusivos ganan terreno
Como muchas buenas ideas, esta también comenzó a partir de una experiencia personal. Para Daniela Briñón la vida cambió por completo en 2009, cuando fue mamá por primera vez de una bebita prematura, que nació con apenas seis meses de gestación. Con una encefalopatía crónica no evolutiva (que podría describirse como parálisis cerebral), la llegada de su hija significó un cambio de 180° en su vida. Entre otros aspectos, abandonó su trabajo como empleada financiera para dedicarse por completo a ella, y para cuando tenía unos 4 años decidió volver al circuito laboral, pero esta vez poniendo en práctica mucho de su aprendizaje como madre de una niña con necesidades especiales.
"Me había costado encontrar regalos para Navidad, el Día del Niño o cumpleaños, y pensé que no es lógico ni hay tiempo para que los padres de chicos con discapacidades deban fabricar sus propios juguetes. Es una idea romántica pero imposible en la vida diaria", sostiene. Así nació Zona de Sentidos, un emprendimiento que además de juguetes también ofrece productos que son una ayuda técnica para la necesidad de ese chico. "Definitivamente descubrí un nicho no solo para padres, sino también para profesionales y docentes", ilustra Briñón, que hoy incluso recibe consultas de otros países. Por fortuna para su hija y para los muchos otros niños con discapacidades, en los últimos años han surgido varias propuestas más en camino a configurar un mercado de juguetes y útiles inclusivos.
En Zona de Sentidos se ofrecen juguetes, productos de apoyo –por ejemplo, bodies para chicos de hasta 12 años que incluyen la apertura para el botón gástrico– y equipamiento. Los ítems están divididos en secciones como "aprendizaje", "autonomía", "estimulación sensorial", "área socioemocional" y "creatividad", entre otras, en pos de abarcar las muchas variantes que el universo de las discapacidades contempla. "Además de lo que veo por mi hija, muchos padres, familias y terapistas me piden cosas particulares que necesitan. A partir de ahí busco la forma de incorporar eso como producto a la tienda", relata su creadora. En general, lo suyo es una suerte de asesoría personalizada para cada cliente, en especial al "segundo cordón de la familia": abuelos, tíos y amigos, que quizá no están tan interiorizados de lo que ese chico necesita, pero sí pueden comenzar a pensar con qué se divierte y qué puede y no hacer.
Desafíos y prejuicios
En 2018, el Indec publicó, luego de muchos años sin ningún dato, un Estudio Nacional sobre el Perfil de las Personas con Discapacidad. Según este, el 10,2% de la población posee algún tipo de discapacidad, que se define como toda limitación en la actividad y restricción en la participación originada en la interacción entre la persona con una condición de salud y los factores contextuales para desenvolverse en su vida cotidiana, dentro de su entorno físico y social, según su sexo y edad. Y en el análisis por grupos de edad se advirtió que mientras entre las personas de 6 a 14 años predominan las dificultades mentales-cognitivas (48,3%), en el grupo de 15 a 64 se acentúa la presencia de dificultades motoras o visuales.
Pero aunque los números parecen altos, las producciones no son en enormes cantidades. Y si bien podría pensarse que esto incide en costos superiores, la realidad no siempre es tal. "Trabajo con proveedores que tienen muy en cuenta a quiénes les vendo y tratan de tener cuidado con los precios. Se involucraron en el emprendimiento y buscan ayudar", ilustra Judith Dorín, fundadora de Un Ratito Más, una marca que crea juguetes con énfasis en la discapacidad visual. "Además, es vital mantener precios accesibles, porque si no se pierde el objetivo, que es lograr igualdad de oportunidades para todos los chicos", agrega. Tal vez en los casos en los que esto no es posible es en aquellos en los que hay que diseñar matrices desde cero, haciendo mucho más costoso el proceso y debiendo trasladarse eso al número final.
El de Dorín fue un camino que tuvo más que ver con buscar un emprendimiento propio. A partir de tener mellizos pero desear volver a trabajar después de un tiempo, decidió involucrarse en el mundo de los juguetes porque era literalmente de lo que estaba rodeada todo el día.
"Siempre hice cursos de pintura y costura, me interesa todo lo artesanal, y así empecé a investigar qué material de ese tipo hacía falta en el mercado de juguetes y a producirlo. No me enfocaba en la discapacidad, pero por unos amigos llegué a la Biblioteca Argentina para Ciegos, en Almagro, y empecé a averiguar cómo adaptar mis productos".
La realidad la sorprendió: nada era adaptable, y además los elementos lúdicos con los que contaban los niños ciegos eran escasísimos. "Me impactó el desafío. Hay bastante gente trabajando para niños con autismo y trastornos del lenguaje, pero hay muy poca dedicada a la discapacidad visual. Hay una enorme necesidad de inclusión, y nada mejor que integrar desde lo lúdico", destaca Dorín.
En ese espectro, sus productos estrella son el brailegrama, un scrabble adaptado, y un sudoku con cinco niveles de dificultad. A la vez, vende mucho material didáctico para el aprendizaje de operaciones matemáticas, tanto en juegos como de enseñanza en sí.
De útiles y materiales
Y es que los útiles son otro punto fuerte en esta mirada de un mercado más inclusivo. En Ludme, con local en Hurlingham, pero también venta online, ofrecen adaptadores ergonómicos para escritura, mordillos para lápices y sobre todo material para la comunicación aumentativa alternativa, a partir de trabajar con pictogramas, mediante por ejemplo agendas visuales, cuadernillos y carpetas de comunicación. "Ludme vino a cubrir un bache importante que yo veía como terapeuta –explica su creadora, Lucía Iele, licenciada en Psicopedagogía–. En mi consultorio debía hacer el material de forma casera, y era muy difícil porque tenía que hacerlo después del trabajo, ya de vuelta en casa. Además, no todo el mundo se da maña para estas cosas… Así que con el emprendimiento empecé a perfeccionar la idea, contratar dibujantes y hacerlo de modo más profesional".
Al momento de considerar qué requieren de especial estos juguetes, entran en consideración muchas variables. "El material, la textura, su construcción y hacia quiénes y cómo está presentado es de suma importancia, ya que no solo tienen que ser juguetes fabricados para hacer algo distinto, sino que están hechos y pensados a partir de querer introducir un cambio, buscando mejorar la calidad de vida, adaptar y construir desde el amor hacia lo distinto y lo diferente", ilustra Marilyn Zulli Süller, psicopedagoga de Equipo Atena.
Aunque a su vez, lo interesante de estos juguetes es que pueden ser utilizados por cualquier chico, con o sin discapacidad, o incluso por adultos (los adultos mayores son otro grupo que llega atraído a Un ratito más, por ejemplo). Solo basta desear la interacción y el estímulo. "Hay niños con intereses diferentes a sus pares a los que los motivan cosas distintas, y los juegos típicos no los convocan. Por eso necesitamos diferentes materiales para poder motivarlos y que haya un aprendizaje significativo. Recomiendo que la búsqueda de esos juguetes se base en las posibilidades e intereses de cada uno, reforzando aquello que el chico puede hacer, para asumir retos, y lo que le gusta, para disfrutar el juego", agrega la profesional.
La idea es que los productos sean lo más inclusivos posible, en el más amplio sentido de la palabra. "A Ludme llegan padres con hijos sin discapacidades también. Al abrir el local a la calle incorporamos el rubro de lo artesanal, pero además vendemos una línea para trabajar las emociones que se lleva mucho para los colegios. La propuesta es que la maestra pueda utilizar estos productos con todos los alumnos, fomentando la integración completa", apunta Iele. "Porque tan vital como que el docente tenga el conocimiento para poder integrar al chico desde una mirada diversa es que posea los recursos y herramientas para hacerlo", sintetizan desde Zona de Sentidos.