Este luchador reconoce que tiene varios tatuajes sin terminar y quiere dar pelea por ese pasado en el que había una filosofía detrás de la tinta.
El apodo es clave en la vida de un deportista y, a veces, tiene la fuerza suficiente para reemplazar el nombre de pila. Y pocos alias parecen estar tan bien puestos como el que recibió Nicolás Ryske, a quien todos conocen como “El Picante”. Y este cuatro veces campeón mundial de muay thai y K1, luchador de MMA y de jiu jitsu, dueño de su propia academia (el Picante Fight Club), sostiene ese picor que demuestra en el ring también a la hora de declarar. La ferocidad del Picante Ryske está tan presente en su recién editada biografía, Solo pierde el que no pelea (Planeta), en su banda punk Nenes de Mamá, que está a punto de editar su segundo disco, o a la hora de elogiar los tatuajes que más le gustan de un famoso.
¿Cuántos tatuajes tenés?
No tengo idea, pero sé que me tatúo desde los 16. Hasta tengo algunos incompletos porque entre 2000 y 2004 tatué en la Bond Street y, como en esa época los inviernos eran duros y no había trabajo, nos tatuábamos entre nosotros y a veces no llegábamos a terminarlos. La gente se tatuaba nada más en el verano para ir a la costa a mostrarlo y después volvían con el tatuaje todo roto, horrible. El primero que me hice fue la calabaza de Helloween, que es una banda que me gusta mucho, en el brazo derecho. Me lo hizo mi suegro, que tatuaba, y vino a casa y me lo hizo. El último fue el escudo de mi escuela de jiu jitsu, me lo hice abajo de la pantorrilla cuando me recibí de cinturón violeta y salí campeón panamericano. Ahora me quiero tatuar el nombre de mi hijo, Nazareno, porque ya tengo el de mis dos hijas. Y me quiero terminar algunas cosas que me quedaron por la mitad en la pierna.
¿Cuál es tu tatuaje favorito?
No hay uno, pero por ahí puede ser el escudo de mi academia, el Picante Fight Club. Lo diseñé yo, pero nunca me animé a autotatuarme. Menos mal, aunque casi me animo, porque creo que nunca me hubiera terminado un tatuaje. Cuando te pagan para tatuar a alguien, lo tenés que terminar sí o sí, como sea. Si te lo hacés solo, vos decidís hasta dónde seguís y capaz que te hacés dos líneas nomás y no lo terminás nunca. Son cosas que terminan mal. Todos mis tatuajes tienen algún significado y me hacen acordar a alguna etapa de mi vida. No me los taparía nunca. Yo tengo los tatuajes ahí aunque estén sin terminar, estoy en contra de taparlos. Quiero terminarlos, estaría bueno hacerlos con gente que sepa tatuar. Tengo tatuajes muy lindos y también muy feos. Pero son de otra época, eso está bueno. No estaban de moda. Desde que se tatuó Tinelli, ahora a mi abuela le gustan los tatuajes, pero en esa época parecías un preso o un ladrón. Estar tatuado o ser un tatuador era ser un rebelde del sistema, alguien que iba en contra de las reglas. Hoy es otra cosa y ya le perdí un poco el cariño a la filosofía de estar tatuado.
¿Sirven como intimidación en las peleas?
No. Están todos tan decorados que parecen Tinelli. Me daría más miedo un peleador que no esté, pensaría que está reloco. En las peleas funcionan como una cosa de tribu, que mostrás de dónde sos porque tenés el escudo de tu academia. Mi consejo es no tatuarte si tenés una pelea o estás entrenando porque se te terminan haciendo mierda. Te lastimás, se te sale la cáscara, se te infecta...
¿Qué fue lo más raro que te pasó como tatuador?
Una vez, un pibe me pidió que le tatuara un tribal en la chota. Le tuve que explicar primero que no me cabe y después que es muy difícil tatuar esa parte, la piel es jodida ahí. Fue lo único que dije que no, después tatué de todo. Otra cosa rara fue que una vez estábamos en el estudio y, de un momento para otro, me tatué la mitad del cuerpo como si nada. Me dolía todo. Bardeé.
¿Te gustan los tatuajes de algún famoso?
Debería verlos de cerca y analizarlos y ya ni los miro. No me gustan esos tatuajes de famosos todos muy bien hechos, prefiero algún escudo viejo que ya casi ni se note. La otra vez lo vi al Polaco, que está todo escrachado como el ojete, y me encantó. Ese pibe se tatúa hace un montón, como podía, con quien podía y pagando lo que podía, en el momento de su vida que pudo. Eso me gusta. Y hace poco se hizo uno nuevo, ya teniendo plata y otras posibilidades, y se hizo un león de mierda en el cuello que está buenísimo. Es una cagada, pero a mí me gusta eso, qué sé yo. Entiendo cuando hay un buen laburo artístico y planificado, pero eso ya no me llama más la atención.
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