Los pros y los contras de una práctica sin reglas
El parto domiciliario expresa un deseo fuertemente autónomo por parte de una mujer y de su pareja de tener a un bebe donde exista un servicio de asistencia al nacimiento de calidad, en una atmósfera no médica, que sea más acogedora y amigable.
En general, el equipo que atiendo esos partos es ideológicamente menos intervencionista que en los ambientes sanatoriales. Suele tener una vocación hacia el parto vaginal y favorece el apego con los recién nacidos. Prácticamente no hay reglas fijas en la atención de estos partos, a diferencia de las normativas de una maternidad.
Los resultados muestran que se realizan menos intervenciones -fórceps, episiotomía, analgesia peridural y control mediante el monitoreo fetal electrónico- y que suele haber menos desgarros e infecciones. También es menor la cantidad de partos prematuros y de bajo peso, lo que probablemente se deba a la selección que se hace de las embarazadas.
Si releo las ventajas de los partos domiciliarios, veré que desde un punto de vista humano y afectivo son sumamente atractivos. Sin embargo, como en todas las cosas, también existen desventajas. La mortalidad perinatal es tres veces mayor, y este dato no puede pasar inadvertido, puesto que las mujeres que califican para un parto domiciliario son de menor riesgo que las que acuden a los partos institucionales.
El parto es un evento natural pero no exento de complicaciones que no pueden ser previstas durante el embarazo. Frente a una necesaria resucitación de un bebe que nace deprimido el equipo de salud tiene pocos elementos para su reanimación. A veces la madre debe ser trasladada a una institución hospitalaria y es por eso que las sociedades científicas no suelen recomendar este tipo de atención.
Por eso, pienso que los criterios para un parto domiciliario deberían contemplar que la madre tenga entre 20 y 35 años, para evitar situaciones propias de un parto en una adolescente o en una mujer madura. Que el domicilio esté a menos de 20 minutos de una institución hospitalaria que esté informada que se está llevando a cabo la atención de un parto domiciliario, y que tenga una actitud amigable y de soporte en el caso de una emergencia. Que no haya el antecedente de una cesárea ni de hipertensión, diabetes, restricción del crecimiento intrauterino o placenta previa; que la valoración del tamaño de la pelvis sea adecuada y que no sea un parto en pelviana o un parto de gemelares.
Quizá la ecuación se resuelva con servicios de obstetricia que puedan ofrecer un servicio alternativo que pueda disminuir la distancia existente entre ambas modalidades de atención.