Los presenté y ahora son más amigos entre ellos que conmigo
Siempre fui bueno presentando gente. Conecto familiares lejanos, colegas de trabajo, médicos y pacientes, negocios y clientes. El relacionamiento está en mi naturaleza, y esto no escapa al ámbito de mis amigos: siempre soy el que cree que tal se puede llevar bien con tal, el que arma grupos de chat y organiza salidas con gente que apenas se conoce entre sí.
Me encanta conectar gente, pero me molesta mucho que una vez que los presento me dejen afuera.
Paola fue mi amiga durante muchos años. No era cercana cercana, de esos amigos a los que les caes en la casa cualquier día a cualquier hora y conocen a tu familia entera, pero la profesión de periodistas nos había unido y siempre coincidíamos en eventos y hasta fuimos juntos a varios viajes de prensa. Paola, más que una colega, se convirtió en una amiga, y hasta llegué a invitarla a una comida de Año Nuevo con mis amigos porque me dio cosa que estuviera sola el 31 a la noche.
Paola siempre se mostró intrigada sobre mi amiga Caro y su grupo. "¿Están con ella por interés? ¿Se le acercan porque se hizo famosa y la invitan a todos lados? ¿Cómo bancan en ese grupo de losers las salidas carísimas y extravagantes de Caro? ¿Caro invitó de viaje a Lucía? ¿Si Lucía no tiene un mango, cómo hizo para ir con ella a Nueva York?". Pao era una máquina de preguntar, como quien mira desde afuera un mundo al que le encantaría pertenecer, aunque sienta que no puede.
En esa época empecé a hacerme cada vez más amigo, por separado, de Pao –que siempre andaba sola- y de Caro y las chicas.
Con el tiempo, como pasa muchas veces, todos empezamos a coincidir.
Al principio, Caro se reía un poco de Pao y su tendencia a "ir a todos los eventos de garrón". Pao, por su parte, veía inverosímil que Caro se pudiera levantar a todos los hombres guapos con los que decía coquetear. "¿Cómo le van a dar bola a Caro?", me preguntaba con malicia, y yo me reía sin darle importancia al tema.
Pao, a fuerza de insistencia y tenacidad, terminó siendo aceptada en el grupo de Caro. Fuimos felices saliendo todos juntos, hasta que Caro, Pao y las chicas empezaron a hacer planes "de mujeres" y hasta armaron un chat paralelo entre ellas para poder hablar "cosas de minas" sin la intrusión de su amigo hombre que las había presentado.
Aunque todo esto suene a capítulo de Montaña Rusa o a una escena de Gossip Girl, sentí que me empezaron a dejar afuera por el solo hecho de ser varón. Y eso me molestó.
Unos meses después me dejé de ver con Caro por diferencias ideológicas y Pao quedó plegada a su grupo. Yo, que ahora soy zen y no me enojo con nadie, mantuve la calma y seguí viendo a Pao a solas, como al principio de nuestra relación, de manera esporádica. Hasta que un día fuimos todos invitados a una misma mesa en un mismo evento (las marcas habían empezado a armarnos planes juntos, confiando en nuestra inquebrantable amistad) y Pao, como si se tratase de la Lindsay Lohan convertida en chica popular de la película Mean Girls, copó una mesa con Caro y su grupo y ni siquiera se paró a saludarme mientras me fichaba, con sus gafas de aeropuerto, desde el otro lado del salón. "Sorry, estaba con las chicas", me chateó más tarde, y yo nunca le contesté. No volvimos a vernos.
Quién es el dueño de la relación
Aunque no esté escrito en ningún lado y no haya leyes o jurisprudencias al respecto, uno se siente con derecho a tener potestad sobre las relaciones que establezcan los amigos a los que nosotros mismos presentamos. Un chat entre ellos, cuando apenas se conocen después de haber compartido un par de salidas a través nuestro, puede resultarnos alarmante. No hay explicación, pero la situación misma nos choca. "¿Así que hablaste con fulanito?" "¿Cómo que se juntaron sin avisarme?" "¿Qué hacen yendo a comer sin mí"? A veces todo termina mal, como en el caso de Caro y Pao. Otras veces, las amistades se multiplican y todo se vuelve genial.
Nat y Ned son mis dos mejores amigos hace más de quince años.
Los conocí por separado y en situaciones diferentes de mi vida, aunque en un momento empezamos a salir los tres juntos. En esa época yo viajaba mucho por trabajo y hasta llegué a vivir afuera unos años, y ellos empezaron a estar más tiempo juntos entre sí que conmigo. Esto, que podría haberme incomodado porque los celos vinieron conmigo de fábrica, siempre me causó más alegría que bronca o pena. Verlos juntos a ellos, mis amigos, me hacía feliz. Y hasta el día de hoy es así. Cuando reflexiono sobre el resultado de esta amistad exitosa frente a lo que sucedió con Pao y su nuevo grupo de amigas, entiendo que una se pudo dar sin que me causara ira o angustia y la otra simplemente no funcionó por una razón básica: a Pao la movía el interés, su amistad con "las chicas" fue premeditada y antes de conocerlas ya las criticaba sin piedad por poder no pertenecer a aquel grupo.
La amistad de Ned y Nat, por otra parte, surgió de manera natural y hoy los tres nos queremos y somos incondicionales más allá de nuestras diferencias.
Presentar amigos conlleva el riesgo de que con el tiempo ellos se entiendan más entre sí y nos dejen afuera de algunos planes, despertando en nosotros la más celosa rabia. Pero cuando esto no sucede y todos nos hacemos amigos con buenas intenciones y de manera natural, no hay nada más lindo que haber sido el responsable de dar vida a ese grupo que, aunque pase el tiempo, siempre está ahí para nosotros.
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