Coronavirus. Los pandennials y la nueva normalidad
Hoy mi hija cumple dos meses de vida. Eso significa que pasó la mitad de su estadía en la Tierra en cuarentena. Es, lo que se dice, una ‘pandennial’. Una integrante de la Generación C, como se empieza a conocer a los que nacieron durante la crisis del coronavirus Covid-19. Llegaron a un mundo y, como si se tratara de un episodio de Black Mirror, crecerán en otro totalmente distinto. ¿Mejor o peor? Eso depende. De nosotros, por supuesto.
Como sucedió con los baby boomers tras la Segunda Guerra Mundial, el estilo de vida de toda una generación –los nacidos en la pandemia, pero también los niños y adolescentes que se asoman al mundo real– quedará marcado por las decisiones que tomemos los adultos en los próximos meses.
¿Vivirán los ‘pandennials’ resignados al distanciamiento social –el doctor Anthony Fauci, el principal epidemiólogo de Estados Unidos, ya dijo que en un futuro debemos olvidarnos de saludarnos con la mano–, o, por el contrario, reaccionarán a abrazo limpio? ¿Harán del confinamiento un hábito y aprovecharán la tecnología para refugiarse en el home office, o serán inquietos exploradores, ávidos de contacto con la naturaleza? ¿Serán el dinero y la acumulación su motor o los moverán las experiencias y una forma de consumo más consciente?
Son interrogantes que solo el tiempo podrá responder. Mientras tanto, para el bien de la generación C, debemos procurar que las cosas no vuelvan estrictamente a la normalidad. Simplemente porque la normalidad era, en gran parte, el problema. La vida antes de la pandemia ya era una catástrofe para mucha gente en términos de desigualdad, de injusticia, de inseguridad, de crisis climática… y la lista sigue.
Por eso, en plena incertidumbre, algunas de las mentes más brillantes del mundo intentan dilucidar qué le espera a la generación C. Para entender ese futuro, muchos miran al pasado. Sucede que cada conflicto histórico o desastre natural sirvió de catalizador para generar cambios. A menudo, fueron retrocesos: un caso reciente es la pérdida de libertades individuales que siguió al ataque terrorista a las Torres Gemelas en Estados Unidos. Precisamente, en este dilema entre seguridad y privacidad, entre salud e intimidad, ponen el foco autores influyentes como el filósofo surcoreano Byung-Chul Han o el best seller israelí Yuval Noah Harari cuando piensan en los ‘pandennials’.
Pero las crisis también pueden allanar el camino para que avancen cambios sociales positivos: en estos días los historiadores recordaron que la gripe española de 1918 dio lugar a la creación de un sistema de salud moderno en Europa. O que para salir de la Gran Depresión del 29 se sentaron las bases del estado de bienestar que aún disfruta parte de Occidente.
Lo imposible sucedió
Entre estos optimistas se cuenta Rebecca Solnit, una de las críticas culturales más agudas del hemisferio norte, que viene investigando sobre las implicancias positivas de las grandes crisis hace décadas. En su libro A Paradise Built in Hell, rescató esos momentos de altruismo, resiliencia y solidaridad que emergen en el medio del dolor de catástrofes como terremotos, atentados terroristas o colapsos financieros. "Con el coronavirus lo imposible ya sucedió. Ahora, en el medio del pánico y el aislamiento, estamos aprendiendo que un cambio profundo y positivo es posible", escribió hace unos días en The Guardian.
Para Solnit, lo primero que nos enseñan los desastres es que todo está conectado. En una crisis sanitaria esta interdependencia se pone más de manifiesto que nunca. Y a su vez cobra relevancia el poder de los actos individuales a la hora de resolver un problema común. Al respecto, una de las voces más inspiradoras de esta nueva generación, la joven activista ambiental Greta Thunberg, se expresó en la misma línea: "El coronavirus es un evento terrible, pero también nos demuestra que una vez que estamos en una crisis, podemos actuar de forma rápida y cambiar nuestros hábitos".
Otra lección positiva para rescatar en estos tiempos de incertidumbre: las catástrofes nos ayudan a distinguir entre las cosas que realmente importan y las que no. "Ahora mismo ya se percibe la poca importancia que empieza a tener lo que ayer nos deslumbraba", graficó con maestría el escritor español Fernando Aramburu, otro de los intelectuales que por estos días aventuraron un futuro posterior a la pandemia más solidario.
Las crisis nos igualan: si entendemos que el problema es colectivo y que, por lo tanto, la solución también lo será, hay esperanzas de que la generación C conciba un mundo más empático y sustentable. Una nueva normalidad, esta vez más humana.
El autor es periodista especializado en sustentabilidad y fundador de www.Aconcagua.lat
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