Los nuevos códigos de las heroínas teens
MADRID.– El director les dio una consigna clara: diseñar una playlist con los temas que escucharían sus personajes. Durante ese mes de ensayos, cada actor estudió a su personaje y luego comenzó el juego. Sonó "Respirar", de Bebe. El elenco acertó. Aquel tema correspondía a Nadia. Empezó Amy Winehouse a rasgar su voz en "Back to Black". Correcto. Era una canción de Lucrecia. Las diversas voces femeninas y el perfil de estos personajes, lejos, muy lejos de las heroínas tradicionales, es un poderoso imán de esta ficción. En esta historia de hostigamiento escolar, drogas, VIH, celos, relaciones tortuosas, rivalidad y crimen, los intérpretes aseguran que es la disciplina la única preceptora. Élite es la serie adolescente que nació el año pasado en España y se convirtió en un suceso en el mundo hispano, catalizado por la difusión global que permite Netflix y por la edificación planetaria de ídolos a través de las redes sociales. Sin coreografías, pero con estética pop, con romances y también con poliamor, estos adolescentes –los centennials, apunta algún gurú del marketing– regresan con esta historia que se pronuncia de modo esdrújulo y, como aseguran sus intérpretes, "te la tragas con patatas", una expresión que alude la voracidad que genera.
En la primera escena del primer capítulo de la primera temporada, el espectador se encontraba con un crimen. Marina aparecía muerta en el colegio durante una velada de fiesta. Élite comenzaba entonces a contar de modo fragmentado quién cometió el crimen de la chica más osada del colegio y cuáles fueron las posibles motivaciones. María Pedraza –Alison Parker en La casa de papel– interpreta a Marina, hija de dos padres ausentes, una adolescente con VIH que sufrió un abuso sexual. La heroína de esta ficción vive su sexualidad con naturalidad, sin represión, como la mayoría de sus compañeras, incluso hasta de modo salvaje.
En simultáneo, se entretejen las historias de este grupo de adolescentes cuyos padres tienen dinero y poder, y con él, una estrategia para que construyan una carrera sólida y continúen su legado. En la segunda temporada, el espectador ya sabe quién fue el asesino. La intriga está depositada en las alianzas que nacen para ocultar o esclarecer el crimen que investiga una detective. En esta "cuna de líderes" irrumpen tres alumnos de un barrio marginal, becados por su talento. El encuentro entre ambos mundos producirá espirales de seducción, envidia y peligro. Quien padecerá el rechazo más fuerte, no solo por su condición humilde, es Nadia (Mina El Hammani), una joven musulmana obligada a quitarse el hiyab.
Un triángulo (no tan) clásico
En el set donde está ubicada el aula principal de Élite se reúnen Miguel Bernardeau, Mina El Hammani y Danna Paola, los actores que interpretan el triángulo entre Guzmán, Nadia y Lucrecia, respectivamente. El chico más popular de la clase, la nueva, y la alumna más inteligente, mexicana, hija de diplomáticos, integran esta línea argumental. Las chicas competirán por dos trofeos: el amor del líder del curso y el mejor promedio. "Es ficción, obviamente, pero es una serie que se propone crear un debate. Si la ves más de una vez, empiezas a encontrar cosas nuevas", asegura El Hammani, quien se ha convertido en una vocera y representante involuntaria de una comunidad. La actriz recibe mensajes de chicas árabes que agradecen el modo en el que se comporta su personaje.
Los actores coinciden en que la serie implica un fuerte desgaste emocional. "No tienes tiempo para salir del personaje, no te lo puedes ni permitir. El personaje está todo el tiempo en ti y te lo llevas a casa hasta que no termines el rodaje", sostiene El Hammani. Paola promete que esta segunda temporada será más "dark y salvaje" aún que la anterior. "Todos somos intensos, emocionales, porque somos actores. Mi personaje va todo el tiempo a tope. Uno sale drenado de rodar", opina Paola, quien asegura que, en la vida real, sería amiga del personaje que interpreta. Bernardeau dice que nada tiene que ver con su criatura y que la serie muestra una mirada "muy cruda" hacia la juventud: "Gente joven, de distintas clases sociales, de todo tipo, se siente identificada de un modo u otro. Cuando piensas que hay un personaje típico, el de la chica guapa, después se rompe. A veces, nos cuesta más salir del personaje que entrar".
Poliamor adolescente
Una de las carrozas más llamativas de la multitudinaria Marcha del Orgullo Gay, el 6 de julio pasado, fue la de Élite. La serie narra una historia de amor entre dos chicos: Omar, un adolescente musulmán de la clase obrera, además de dealer de poca monta (Omar Ayuso), y Ander (Arón Piper), un joven rico, cuyos padres lo obligan a jugar al tenis. "Empecé sintiéndome bastante alejado de mi personaje, sobre todo, en la manera en la que afronta su libertad. Pero también entendí que es gay en una familia musulmana y lleva su homosexualidad en secreto, no porque él no lo acepte, sino por estrategia de supervivencia y porque si se lo cuenta a sus padres, los dañará", comenta Ayuso. En cambio, Ander tiene otros problemas y presiones: "Su trama y su conflicto no es que es homosexual, le da igual. Como actores, se nos acercan chavales y nos cuentan cosas. Lo vivimos con una gran responsabilidad", opina Piper.
Pero, sin dudas, la trama sentimental más comentada es el triángulo entre la hija de una marquesa (Ester Expósito), un chico de barrio (Miguel Herrán, joven ganador del Goya) y un joven aristócrata (Álvaro Rico), hijo de un matrimonio entre dos mujeres. "Qué guay, una chica que hace lo que quiere, como quiere, con quien quiere. Es nuevo quizá que en esta relación poliamor sean dos chicos y una chica. Lo del trío se rodó más tiempo y aparece muy poco en la serie. La verdad es que nos lo pasamos bien", opina Ester. Esta actriz conmovió al público español con su interpretación de Lucía, la niña que desaparece en Monte perdido (TV Española). Lejos de esa vulnerabilidad, le da vida a Carla Rosón Caleruega: "Controla cada gesto. Tiene el equilibrio entre su frialdad y su capacidad de manipular. A la vez, no es mala. Tiene un lado humano. En esta serie, nada se queda en lo superficial. A mí, lo que me impacta es ver a niños tan jóvenes con unas situaciones delicadísimas. Es la adolescencia robada. Y esta gente tan joven que se complica la vida son los adolescentes que van a manejar luego el país".
Rico admite que en las redes sociales recibe más amor que odio y dispara contra el prejuicio que cosechan las series adolescentes, muchas de ellas, construidas para exacerbar el fanatismo hormonal de los jóvenes hacia otros jóvenes. Su personaje es también víctima de una mala educación que brindan sus dos exitosas madres: "Nunca ha tenido que tomar una decisión porque nunca le dieron la posibilidad de liderar algo en su vida. Todo se le fue imponiendo. La vida de Polo ya está planeada. A él lo crían dos lobas. Su rebelarse es mucho más complejo que cualquier otro, porque lo que él lleva soportando no es banal. Vive en una cárcel. Si alguna vez se hubiera levantado y hubiera soñado que quería ser pintor, ese sueño estaría reprimido".
Nuevas historias
En la segunda temporada ingresan tres nuevos personajes. Uno de ellos será el de Rebeca (Claudia Salas, de La peste). Osadía y confianza en sí misma. Esa fue la fórmula de Salas, quien interpretará a una boxeadora. El día de la audición se presentó con guantes y un saco de arena, caracterizada ya como el personaje. Los directores no lo dudaron ni un instante y cuando le anunciaron que había sido seleccionada, confesó que en su vida había pisado un ring ni había boxeado. Además, Georgina Amorós (Vis a Vis), una joven catalana que, pese a su corta edad, tiene una extensa carrera. Pasó su colegio secundario viajando "de arriba abajo", es decir, de Barcelona a Madrid, y se integra a la serie con una energía desbordante: "Se los digo de corazón: creo que ni se imaginan lo que viene. Y la producción ha pegado un salto increíble, está en otro nivel, y en la otra ya era heavy". A Amorós, quien compone a Cayetana, también se la puede ver en Es por tu bien, donde interpretó a la hija de Javier Cámara.
La otra incursión es la del actor chileno Jorge López (Violetta y Soy Luna). Cuando su manager le comunicó que Netflix preparaba una serie para el público juvenil, hizo todo lo posible para ser visto por la producción de Élite, pero tenía otros compromisos y estaba de gira por Latinoamérica. Esperó con ansias que esta serie tuviera un gran éxito para que se prolongara otra temporada y así tener la oportunidad de presentarse a una audición. Ni bien se enteró de que los laberintos pasionales y las intrigas de Las Encinas continuarían, filmó un video casero y lo envío a la producción. "Mi personaje debía ser mexicano o español, pero lo envié igual. Justo estaba en España con la promoción de una película y logré hacer la audición en persona. Quería estar en esta serie sí o sí", dice López, un buen alumno de las afueras de Santiago de Chile, pero, como él denomina, el "líder del desorden", una fama que casi le merece la expulsión del colegio.
No huele a perfume francés ni a desodorante con fragancia adolescente. Huele a madera, a pintura fresca y al humo de la parrilla. El menú del día no es sushi, sino pincho morruno –brochette de cerdo– y cuscús, que se cocina debajo de un toldo. El viento empuja la puerta de chapa donde se improvisó el comedor, una sala en nada parecida al lujoso living de Marina o al colegio Las Encinas, una locación que corresponde, en realidad, a la Universidad Europea, en las afueras de Madrid. Aquí se cocina un éxito, donde nadie tiene privilegios. Élite es una historia coral; está, paradójicamente, a pesar de su título, dirigida a una multitud internacional. Con miles de seguidores y millones de espectadores, esta serie está lista para dar revancha y, en su multiplicidad de tramas, no descuida la principal: alguien cometió un acto de violencia contra una mujer y será precisamente una mujer quien buscará reconstruir el crimen.
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