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Un 13 de agosto de hace 60 años se casaban casi en secreto en la iglesia de la Ville-Aux-Clercs Alain Delon y Nathalie Delon, protagonistas exclusivos de una loca, loquísima historia de amor. Se habían conocido un año antes en una noche de delirio y borrachera en una discoteca de París, se quedaron totalmente prendados y vivieron un romance oculto y apasionado. Él abandonó de un día para el otro con una nota y un ramo de flores a su novia Romy Schneider, con quien formaba una de las parejas más famosas de Europa, y provocó un escándalo. Ella terminó de desbaratar su matrimonio y perdió la custodia de su hija. Pero estaban tan enganchados que no les importó nada…
Alain y Nathalie eran tan pero tan lindos, perfectos y simétricos que la prensa del corazón decía que parecían hermanos, pero la simetría y el equilibrio eran solo estéticos. En la intimidad todo era un caos de infidelidades y discusiones explosivas donde volaban platos e insultos y donde más de una vez tuvo que intervenir la policía. Después pasaban días y días sin hablarse hasta que llegaban las reconciliaciones, donde chocaban los planetas. Vivieron juntos cinco años pero se separaron un millón de veces. El mismo día que firmaron el divorcio definitivo fueron juntos a un recital de música y luego filmaron juntos una película… Lo dicho: una loca, loquísima historia de amor.
Una noche en París
Se conocieron una noche de mayo del 63 en el New Jimmy, la boite de moda del París de entonces. Cada uno llegó con su grupo de amigos y cerca de las tres de la mañana se terminaron cruzando, ya con bastantes copas encima. Aparentemente él se sentó sin querer sobre la cartera de ella y reaccionó mal cuando ella se la pidió, o fue al revés, no se sabe bien, pero está claro que el alcohol hizo lo suyo y discutieron fuerte. La verdad era que Alain se había quedado impactado por la belleza de Nathalie, y ella no lo había reconocido pero estaba igual de impactada, aunque le dijo que era un estúpido engreído, que le devolviera su cartera, que siguiera emborrachándose y la dejara en paz. Obviamente un rato después estaban en el departamento de Alain: “Me preguntó si podía llevarlo a su casa, en la Avenue de Messine. Acepté con gusto. Su apartamento estaba en construcción y sólo había una cama en una habitación –contaría después Nathalie-. Así empezó nuestra historia”.
¿Cómo no iba a “aceptar con gusto” esa propuesta de uno de los hombres más deseados del planeta? Nathalie, y también Alain, llevaban en aquel tiempo una vida alocada y bohemia en las noches parisinas. Él ya empezaba a ser una leyenda y ella, según sus propias palabras, “en ese momento era un verdadero animal salvaje. No tenía ningún plan para el amor, mi vida o mi carrera”. Así estaba cuando aceptó con gusto la loca llegada de Alain Delon a su vida.
Pero mucho antes ya estaba todo bastante dado vuelta. Nathalie se llamaba en realidad Francine Canovas y había nacido en Marruecos. Su padre la abandonó antes de que cumpliera un año, su madre tuvo después cinco maridos (“cuando yo me estaba acostumbrando a la cara de un hombre, aparecía otro”, contó en una entrevista), fue expulsada del colegio, a los 17 se casó con el militar Guy Barthélémy y a los 18 tuvo a su hija Nathalie. Separada de su marido, éste la acusaría después de adulterio y conseguiría la custodia total de la niña. Francine se autobautizó Nathalie como homenaje a su hija perdida y se instaló en París, donde vivió la vida loca hasta que conoció a Alain, a quien describiría siempre como el gran amor de su vida.
Él tampoco tenía un pasado muy cristalino y su reputación era bastante dudosa. Había sido un chico difícil, fue expulsado de varios colegios, tenía un relación conflictiva con sus padres y hasta vivió un tiempo en un hogar de niños. Con 17 años se enroló en el ejército y lo enviaron a Indochina, pero le dieron la baja porque trató de robar un jeep. A los 20 se instaló en París y trabajó un tiempo como camarero y repositor en un supermercado, entre otras actividades non sanctas.
Guapo, guapísimo y al borde de la delincuencia, con esa belleza agresiva y felina, Delon tenía todas las fichas para conquistar al mundo: el cine lo recibió con honores y en poco tiempo se transformó en una súper estrella mundial. Por si fuera poco, las mujeres se volvían locas por él y varias de ellas lo ayudaron abriéndole oportunidades para su meteórica carrera. La lista de sus amores es interminable: “Es por las mujeres que siempre quise ser el más grande, el más guapo, el más fuerte –declaró alguna vez-. Todo lo que soy, si es que soy algo, se lo debo a las mujeres que he amado y que me han amado apasionadamente”.
Esa noche loca de la boite New Jimmy de París, Alain Delon ya era una celebridad. Ya había filmado algunas de sus películas emblemáticas, como A pleno sol, Rocco y sus hermanos y El Gatopardo, y estaba de novio hacía varios años con otra celebridad, Romy Schneider, protagonista de la saga de películas de Sissi que la habían hecho famosa en todo el mundo. Alain y Romy eran como una pareja de cuento de hadas para el público y la prensa rosa, tanto que los llamaban “los novios de Europa”. Pero llegó Nathalie.
Romances furtivos
Hubo otras mujeres mientras era novio de la Schneider, claro, Alain Delon fue un infiel como nadie, en ese entonces, antes y después… Pero entre los rumores de múltiples romances que siempre lo acompañaron, lo de Nathalie fue distinto. En ese momento Romy Schneider estaba filmando en Estados Unidos; Alain tuvo que viajar a España para rodar El tulipán negro y Nathalie viajó con él: la prensa del corazón comenzó a hablar de la bella y misteriosa mujer que lo acompañaba en el set, muchos aseguraban que se trataba de su última conquista, aunque otros especulaban con que se trataba de su hermana por el llamativo parecido físico entre ambos… Lo cierto es que en España la cosa se puso intensa: “Allí todo fue mágico entre nosotros, pero también agitado –escribió Nathalie en sus memorias-. Cuando regresamos a París, me di cuenta de que estaba enamorada de él”.
Lo demás fue rápido. Nathalie le puso a Alain un ultimátum y el día que Romy volvió a París se encontró con que su novio de años se había ido con otra, dejándole un ramo de rosas y una nota que decía: “Me voy a México con Nathalie. Mil cosas”. Cruel pero efectivo, una de las mil cosas era que Nathalie estaba embarazada.
Cuestión que los nuevos tortolitos partieron de vacaciones a México y luego decidieron casarse en el mayor secreto posible. Para evitar a la prensa, la boda fue el 13 de agosto de 1964 en la iglesia de la Ville-Aux-Clercs, una ciudad de la región de Loir-et-Cher, a cien kilómetros de París, acompañados sólo por los testigos. Nathalie recordaría luego que cuando el sacerdote les habló de estar “unidos para siempre en la alegría y en la tristeza” ella pensó “pero no necesariamente para siempre”. Regresaron a París escondidos bajo el asiento trasero de un auto conducido por el agente de Alain, prepararon las valijas y partieron a toda velocidad hacia Dunkerke para abordar el transatlántico “Francia” hacia Estados Unidos. El regalo del capitán fue permitirles subir al barco un día antes que los demás pasajeros así que pasaron la noche de bodas solos: “Comenzaba una mágica luna de miel –contó Nathalie-, la primera de una larga serie ya que en el futuro todas nuestras peleas y separaciones concluían sistemáticamente con un viaje romántico”.
Aun con tantos recaudos, la noticia de la boda se filtró a la prensa. Al día siguiente, varios diarios titularon “Alain Delon se casó… pero no con Romy”.
El barco zarpó finalmente y la pareja se instaló en Los Ángeles. El 30 de septiembre de 1964 nació allí Anthony Delon, precioso como sus padres. Los tres juntos parecían el cuadro de la felicidad familiar perfecta…
Una dupla explosiva
La realidad era bien distinta. “Fue difícil vivir juntos –declaró Nathalie-, desde el primer día empezamos a pelearnos a los gritos. Alain, explosivo y atolondrado, se excitaba por cualquier motivo, y yo no me quedaba atrás. Nuestras escenas parecían episodios de una comedia barata”. Era común que, en medio de una discusión, Nathalie quisiera irse de la casa y él la aferrara de los brazos en el umbral; a veces le llegaba a romper la ropa. Volaban platos con comida, jarrones, cristalería, lo que hubiera a mano. Unos días se ponía en el medio la niñera de Anthony para calmar los ánimos, y hubo otros en los que hasta intervino la policía, como cuando Nathalie le pegó un tiro a la puerta del dormitorio porque en medio de una discusión Alain no le quería abrir.
Cuando no peleaban, se amaban locamente, viajaban por el mundo en plan reconciliación o se divertían de maneras insólitas para el resto de los mortales, como sentarse en las terrazas de restaurantes carísimos y arrojarles vino u otras bebidas a los transeúntes que pasaban por abajo. Como si esto fuera normal. Para ellos eran bromas inocentes pero muchas veces esas “bromas” terminaban a los golpes y horadaban aún más el frágil equilibrio de esa combinación explosiva que fueron juntos Alain y Nathalie.
“Nuestro matrimonio se basó en la pasión y los nervios –decía Nathalie-, y un día simplemente no pudimos soportarlo”. Alguna vez agregó: “Alain es una medicina que debe tomarse en pequeñas dosis y no por toda la vida”. Las infidelidades reiteradas y las mentiras también hicieron lo suyo y hubo un ingrediente más en este cóctel demencial: Alain no soportó que ella se transformara en una actriz exitosa porque, a pesar de todo, él quería una esposa en el sentido tradicional. De hecho, cuando rodaron juntos El samurái (el debut de Nathalie como actriz) fue un infierno: ella contaba que la noche anterior, cuando quiso acostarse temprano para estar descansada, él le dijo “¿Quién te creés que sos? ¿Jeanne Moreau?”; y a partir de ahí todo fueron más discusiones y peleas…
Poco tiempo después llegaría el final. En el 67 hubo un quiebre casi definitivo aunque siguieron juntos a los tumbos hasta que firmaron el divorcio el 14 de febrero de 1969 y luego se fueron juntos a un concierto de Léo Ferré, desorientando a todo el mundo. En el medio ambos estuvieron involucrados en un sonado caso que se vinculó con la mafia y el espionaje internacional, cuando fue asesinado de un tiro el guardaespaldas y amigo de Delon, el yugoslavo Stevan Markovic, que además había tenido un breve amorío con Nathalie. El caso nunca se resolvió pero se llevó puesto lo poco que quedaba del matrimonio.
Tras la ruptura, Nathalie continuó su carrera como actriz y también dirigió dos películas. Se le adjudicaron varios romances con famosos, entre ellos los actores Richard Burton y Franco Nero y el director Louis Malle, pero su relación más importante fue con Chris Blackwell, fundador de Island Records, con quien vivió casi quince años, aunque ella siguió diciendo que Alain había sido el único gran hombre de su vida.
Delon tampoco estuvo mucho tiempo solo post divorcio. Entre varios romances, reales y no, llegarían a su vida otras dos mujeres fundamentales: Mireille Darc, con quien convivió una década, y Rosalie Van Breemen, una periodista treinta años menor que él con quien tuvo dos hijos, Anouchka y Alain Fabien, y de quien se separó en 2002.
Alain Delon y Nathalie siguieron en contacto siempre, pasando fiestas y algunas temporadas juntos y hasta cuidándose ante algún achaque de salud. Hasta que en 2020 a ella le diagnosticaron un cáncer de páncreas fulminante que se la llevó en pocos meses: Nathalie murió el 21 de enero de 2021, a los 79 años. Unos días antes un Alain ya anciano fue a verla para despedirse y luego declaró “Ella fue mi primera mujer y la única señora Delon. Estuvimos siempre en contacto. Yo era parte de su vida, ella era parte de la mía. Nos tomamos una foto, la última”.
Su hijo Anthony Delon posteó en sus redes esa foto en blanco y negro con una frase que golpea directo al corazón: “Amor inquebrantable. 53 años después”.
----El domingo 18 de agosto a la madruga falleció Alain. Su deceso fue informado por sus tres hijos en un comunicado en donde pidieron privacidad para la familia.---
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