Sofía nunca imaginó que perdería un embarazo tras otro y menos que, al llegar el indicado, otro hecho vinculado a la muerte estaría presente
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Sofia Stajcer (38) es de las mujeres que nunca tuvo dudas de su futuro. Siempre le gustó escuchar, ayudar y estaba atenta a lo que le pudiera pasar al otro, en su historia familiar su rol fue el de la escucha, y cuando terminó el colegio ni lo pensó: estudió Psicología. Pero jamás se le ocurrió que su profesión iba a estar ligada de una manera muy profunda a los dolores que tendría que enfrentar en la vida.
Se dedicó a psicología clínica pero como siempre le gustó estudiar hizo especializaciones, posgrados, entre ellos uno para acompañar a mujeres con trastornos de alimentación. En el 2015 se casó y al año siguiente nació su primera hija Luisa. Entre la maternidad y el trabajo Sofía siguió formándose y empezó a dar clases en el colegio de Psicólogos.
“La maternidad me interpeló en todo sentido. Tengo una amiga que lleva muchos años con tratamientos para tener un hijo y siempre la acompañé y aconsejé. Todo lo que es trastornos de conducta alimentaria en gran parte tienen que ver con ese primer vínculo madre e hija. Estudié el apego, la llegada de los bebés a las familias y todo lo que implica ese vínculo primario, siempre me interesó”, cuenta Sofía.
Las ganas de agrandar la familia no tardaron en llegar, así que empezó la búsqueda de su segundo hijo con la misma idea que el primero: cuántos años quiero que se lleven, en qué momento del año me gustaría que nazca, etc.
En octubre, el día de la madre del 2018, Sofía se enteró que estaba embarazada pero cuando fue a la primera ecografía le dijeron que se veía un saco pero nada más, “se me cayó el mundo abajo. Derivó en un embarazo anembrionado con tratamiento farmacológico que nunca funcionó y a la semana 12 se expulsó solo. A mí me calmaba que no había embrión, no tenía esa sensación de que tengo un bebito adentro y eso me hizo aguantar. Después me dijeron que tenía que esperar dos meses para buscar de nuevo”, cuenta Sofía.
Un año marcado por las perdidas
Aunque su corazón estaba lleno de tristeza ella no iba a rendirse en su deseo de ser madre; solía quedarse embarazada rápido así que para abril del 2019 se encontró con un test positivo. Pero cuando se realizó los estudios de sangre le dieron que tenía la beta baja, “Yo dije otra vez lo mismo. Tenía la sensación de estar queriendo algo que no llegaba, era una frustración. Ese embarazo terminó en nada, nunca se llegó a formar el embrión. A la par seguía trabajando y maternando”, recuerda Sofía. Al haber atravesado el segundo embarazo en el que le sucedía lo mismo decidieron comenzar con estudios médicos tanto para ella como para su marido, pero en todos dieron bien. “El consuelo para todo el mundo era que tenemos otra hija sana de los dos, pero estaba ésta sensación malísima de no saber qué pasaba”, se sincera Sofía. Otra vez le dijeron que esperara dos meses.
“En agosto vuelvo a quedar embarazada, voy a la eco y me dicen no, acá no se ve nada, ni saco gestacional. Yo tenía una beta de 3500 pero no se veía nada”, cuenta aún sin entender. El camino que siguió se hizo largo y difícil: se hacía estudios pero nadie encontraba donde podía tener ese embarazo y no le quedó otra opción que esperar a que la beta bajara, para eso se hacía análisis de sangre cada dos días, “estuve así hasta noviembre, al final yo lloraba y decía por favor basta con esta agonía, no soporto más, mis brazos no pueden más, porque además no sabía que era, me decían que no se veía nada. A la par estaba mi hija, mi laburo, mi casa, todo”, recuerda Sofía.
Hasta que un día cuando salió de dar clases al subir al auto sintió una catarata de líquido caliente, se miró y tenía las zapatillas manchadas con sangre. “Lo llamé a mi obstetra y me dijo ándate a tu casa salvo que te duela, pero sino bañate, quédate tranquila. Volví a mi casa, me bañé, no tenía ningún dolor ni nada. Fui al médico y era como que lo estaba perdiendo, con eso la beta bajó un montón”, explica.
Con todo lo vivido se empezó a despertar en Sofía una sensación de empatía, de acompañar a mujeres que pierden embarazos, que no pueden controlar la situación, mujeres que quieren algo que no pueden tener. Decidió cuidarse a sí misma y comenzó con acupuntura en fertilidad, “buscaba un espacio que relaje mi cuerpo porque yo venía de estar todo el día en alerta, de tener una perdida, un dolor o una cirugía de urgencia”, admite. “La acupuntora me decía vos no tenés ningún problema, hay que tratar de hacer lugar a lo que vos querés que llegue, evidentemente hay algo que está pasando en vos. El cuerpo y la mente están relacionados, hice ese camino con ella. Internamente tenía una imagen de que en el entierro de mi viejo iba a estar embarazada, tenía esa escena, esa sensación”, confiesa Sofía.
La tristeza y la felicidad en un mismo momento
Mi papá estuvo enfermo durante muchos años y el último tiempo estaba muy mal y en un geriátrico. “Yo era la que ayudaba, la que escuchaba, la que llamaba al lugar, y en el medio estaban las ecos, las perdidas, esto nadie lo sabía, solo mi marido y mi mamá”, confiesa Sofía.
Le aconsejaron que terminara el año tranquila y que se fuera de vacaciones, pero el deseo de Sofía de ser mamá seguía intacto y no quería esperar. Una semana antes de Navidad se enteró que estaba nuevamente embarazada. Para su alegría el embarazo fue perfecto, por supuesto que vivió las ecografías con miedo pero intentado disfrutar. Pudo tener un parto vaginal luego de una cesárea. Y, en plena pandemia, con mucha alegría pero también en medio de unos días de tristeza, llegó Emilia.
Su papá falleció una semana antes del nacimiento de Emilia. “Ese escenario que yo tenía en mi cabeza pasó. En plena pandemia hablé con mi obstetra porque el médico me llamó que le iban a dar morfina a mi papá y yo no sabía qué hacer, tenía mucho miedo porque todo iba bien con el embarazo. Pero él me dijo: ´nunca te vas a arrepentir de haber ido, así que anda y despedite´. Me fui con doble barbijo, máscara, guantes, la gente me miraba con mi panza enorme adentro del hospital”, recuerda.
El 18 de agosto de 2020 Sofía hablaba con su amiga, la angustiaba la incertidumbre de qué sería lo primero que sucedería: el nacimiento de su hija o la muerte de su padre. Su amiga le aconsejó que escribiera lo que sentía, algo que ella siempre disfrutó hacer. “Ese día escribí una carta diciendo Papá te suelto, te recibo Emilia, y a las 19hs me llamó el médico, fue tremendo. Fue como que lo solté”, cuenta con emoción. A los seis días nació su hija.
“Yo quiero ponerme a estudiar esto -pensé- le quería dar forma a todo lo que había vivido e implementarlo en mi trabajo. El haberme sentido sola, tener personas que me querían acompañar pero yo sentirme para adentro. Es algo que pasa mucho, que lo veo en mi trabajo, entonces decidí hacer un posgrado en Psicología Perinatal”, cuenta y agrega: “empecé a meterme en esto, y si bien no dejé la clínica de adultos, me di cuenta de que esto me encanta y me meto mucho más, me siento identificada con lo que sienten, con lo que les cuesta, con lo que no controlan y la angustia. Es un camino muy solitario para muchas, es un tema tabú, no solo los tratamientos sino las pérdidas de la maternidad”.
“Todos pueden menos yo”
Ese bebé que tarda en llegar, el largo camino de tratamientos de fertilidad, los embarazos que no llegan a término. “Muchas personas no lo cuentan, está eso de que todos alrededor pueden pero yo no. Les avergüenza o les cuesta sacar la ansiedad de la gente. Llevó muchos años que se pudiera entender que el no querer tener hijos o que cuesta tenerlos es una posibilidad también, y hay miedo a la consecuencia de lo que significa blanquearlo”, explica Sofía. Desde su propia experiencia a ella le generaba presión que si contaba por lo que pasaba le hagan preguntas todo el tiempo. “Hay que reconocer que uno no puede, es de las pocas cosas que uno por más que haga todo lo que quiere hacer puede incluso no conseguirlo. Vos podés hacer de todo y que ese todo no te genere el resultado que vos querés”, analiza la psicóloga.
Activa en redes sociales se le ocurrió ofrecer a sus seguidores de Instagram la posibilidad de armar pequeños grupos de whatsapp que unieran a las mujeres que están pasando por lo mismo. Así fue como empezó formando un grupo para conectar embarazadas, para mamás de 0 a 6 meses y para las que están buscando. Les hizo tan bien que empezaron a llegar consultas por otras opciones de grupos, así que hoy hay grupos para mamás de mellizos, para las que están haciendo determinado tratamiento, para las que tienen trombofilia, para mamás de hijos con TEA, para embarazos de riesgo, “Yo no participo, me piden los códigos para entrar y a medida que veo que hay 30 participantes abro otro grupo. Creo que el fundamento fue esto, poder compartir con quienes están atravesando lo mismo y muchas me escriben que les sirvió, me mandan fotos de las juntadas, que se hicieron amigas, unas se hicieron socias, está buenísimo, te cambia todo cuando te juntás con quien está en algo parecido, sobre todo cuando es con algo tan silenciado”, asegura Sofía que es un mero puente.
Mientras tanto, ella tiene sus pacientes que atiende de forma particular y también dicta talleres que abordan estas temáticas. Siente que logró dar sentido a todo lo que sucedió y la satisfacción de acompañar, escuchar y ayudar a todas las mujeres que pasan por momentos difíciles durante su maternidad la hace realmente feliz.
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