Los Getty: tragedias, escándalos y excesos que enlutan a una de las familias más ricas del planeta
John Paul Getty nació en Minnesota, Estados Unidos, en 1882. Hijo de un padre dedicado al negocio del petróleo, John Paul amplió los horizontes de la empresa familiar al fundar, en 1942, en California, la Getty Oil Company. A partir de ahí, su patrimonio no dejó de crecer. En 1957 ya era, según la revista Fortune, el hombre más rico de los Estados Unidos. En 1966, para el libro Guiness de los récords, era ya el más rico del planeta. Fue, además, uno de los primeros millonarios del mundo en acumular la cuantiosa suma de 1000 millones de dolares.
El magnate petrolero, que murió en 1976, tuvo cinco esposas y cinco hijos. Y gracias a su inmensa fortuna, el apellido Getty se convirtió en un sello indeleble de poder y riqueza a través de las siguientes generaciones. La revista Forbes calculó, en 2015, que la fortuna familiar alcanzaba los 5000 millones de dólares. Además del negocio del petroleo, el apellido Getty también está presente en una agencia fotográfica, un instituto de investigación y un centro cultural y museo.
Pero está claro que ser rico, incluso multimillonario, no implica tener garantizada la felicidad.
De hecho, el clan Getty, a lo largo de su historia, sufrió todo tipo de tragedias y escándalos, que inclueron muertes, sobredosis, suicidios, un secuestro legendario y hasta el descubrimiento de una doble vida de uno de los miembros de la familia, quien había ocultado a la luz pública la existencia de una pareja –que no era la oficial- y de tres hijas.
La muerte de Timothy y George Franklin Getty
John Paul Getty -puede encontrarse también como Jean Paul o J. Paul- tuvo una vida empresarial exitosa y una vida personal agitada. Se casó cinco veces y la mayoría de estos matrimonios duró menos de cinco años. Además, el millonario tuvo sus años de playboy y la prensa estadounidense, como Vanity Fair, señaló la gran cantidad de amantes que lo rodeó a lo largo de su vida.
Sus cinco hijos fueron fruto de cuatro de sus matrimonios. La tragedia tocó a la familia Getty por primera vez cuando el pequeño Timothy, el quinto hijo de J. Paul, falleció en 1958, en medio de una de las tantas operaciones que le realizaron para combatir un tumor cerebral. Tenía apenas 12 años.
Theodora Lynch, la última esposa del magnate petrolero, señaló en su autobiografía, Alone Togheter, my life with J. Paul Getty el poco interés que su esposo de entonces mostraba por su hijo y la distancia con la que siguió su enfermedad, que se manifestó, por primera vez, tres años antes del fatal desenlace. La mujer contó que su marido se volvía cada vez más avaro y que incluso se quejaba de los gastos médicos que el niño demandaba.
En 1973, otro de los hijos del patriarca familiar iba a finalizar su vida en forma trágica. Se trataba de George Franklin Getty II, el primogénito de John Paul, quien era, además, el vicepresidente de Getty Oil Company, ejecutivo de otras compañías familiares y el supuesto sucesor de su padre.
Pero, aparentemente, el hijo mayor del magnate no podía evitar sentirse miserable al percibir que su padre no reconocía jamás sus esfuerzos en la compañía. El joven tenía a su progenitor como a un dios, pero su admiración no era correspondida en absoluto. Como para sustentar su teoría, el primogénito recordaba que su padre no había asistido a su boda y casi no visitaba a sus nietas.
De acuerdo con lo que relata la revista Forbes, George Franklin cayó en un estado depresivo, y una tarde de mayo, al regresar del trabajo, se encerró en uno de los cuartos de su mansión de Bel-Air, tomó un cuchillo y se apuñaló. Además, ingirió un coctel letal de alcohol y pastillas. Murió al día siguiente en el hospital Queen of Angels de Los Ángeles. Tenía 49 años.
Getty, voraz para los negocios, avaro para su familia
Si bien John Paul Getty nació en la cuna de una familia petrolera y ya rica, él mismo se dedicó desde muy joven a la actividad para hacer su propio nombre. Al principio, trabajaba en los campos que poseía su padre, por 100 dólares mensuales. Un poco más grande, también con préstamos de su padre, George Getty, se dedicó a invertir en pequeños pozos petroleros. A los 23 años ya había ganado su primer millón de dólares. Luego se tomó dos años para hacer vida de playboy en Los Ángeles y regresó al negocio.
Con la compra de pequeñas compañías petroleras en California, terminó fundando la que sería la poderosa Getty Oil Co., en 1942.
Pero la voracidad que tenía J. Paul por los negocios y por ganar dinero era, según los biógrafos, inversamente proporcional a su generosidad. Incluso con sus hijos, a quienes les había transmitido la máxima que su propio padre había tenido con él, cuando dejó de apoyarlo económicamente a los 24 años: “Los hijos de los ricos no deben ser consentidos ni recibir dinero cuando tengan edad de valerse por sí mismos”.
Recluido en su mansión inglesa de Sutton Place, en el condado de Surrey –vivienda que adquirió en 1959-, el multimillonario se fue consumiendo en su propia avaricia. Fuera de sus gastos, sólo invertía en arte y antigüedades. Tanto es así, que para todas las obras que adquiría mandó a construir un museo sobre una colina de Breentwood, en Los Ángeles, que hoy es el fabuloso Getty Center.
Y para el museo fue la mayor parte de la fortuna del patriarca cuando falleció, en 1976. Para sus hijos, poco y nada. Pero los tres vástagos que lo sobrevivieron tuvieron suerte. Su abuela –Sarah, la mamá del magnate-, había establecido para sus nietos un fondo fiduciario que, según consigna BBC, en aquel tiempo alcanzaba un valor de 4000 millones de dólares gracias a un paquete accionario de Getty Oil Co.
Ya se verá cómo se engarza la tacañería del patriarca Getty con la lista de tragedias que vivió la familia, pero una muestra de su celo extremo por los billetes es la que surge del testimonio de varios visitantes de su mansión de Sutton Place. Ellos señalaron que el hombre más rico de Estados Unidos, y probablemente del mundo, había instalado en su palacete inglés un teléfono con monedas, para que sus invitados no le usaran la línea telefónica para hacer llamados de larga distancia.
La muerte de Talitha Pol
Otra de las tragedias que sucedió en torno al clan Getty tiene que ver con la muerte de la segunda esposa de John Paul Getty II, el tercer hijo del magnate. Su nombre era Talitha Pol, era una socialité y actriz británica, que se casó con el heredero de los Getty en 1966.
La pareja vivió, tras su casamiento, un período en el que se mezclaron los excesos, el glamour y también un estilo de vida hippie, pero un grandísimo respaldo bancario. Entre otras de las aventuras desmezuradas que emprendieron a fines de los ’60, J. Paul II y Talitha se instalaron un año en un palacio de Marruecos, al que bautizaron el “Palacio del Placer”, donde, de acuerdo a la revista Vanity Fair, celebraban fiestas con figuras del jet set, y consumían una botella de ron y un gramo de heroína al día.
En 1968, tuvieron un hijo al que le pusieron un nombre exótico como el estilo de vida de ellos: Tara Gabriel Gramophone Galaxy. Dos años después, J. Paul II y Talitha se separaron, y el 11 de julio de 1971, en Roma, ella falleció a causa de una sobredosis de heroína. Tenía 30 años.
Su exmarido, en tanto, se dirigió a Londres para realizar un tratamiento de desintoxicación de esta sustancia. Superados sus problemas, se quedó a vivir en Inglaterra, donde obtuvo la nacionalidad en 1998, y murió, en 2003. Al contrario de su padre, John Paul Getty II fue muy generoso en sus dádivas para la beneficencia y diversas instituciones. En la última etapa de su vida –falleció a los 70-, había donado unos 175 millones de dólares.
El secuestro de John Paul Getty III
Posiblemente, el episodio más dramático y resonante del clan Getty, y uno que demuestra lo lejos que llegaba la afición por el dinero de J. Paul Getty I, tiene que ver con lo que sucedió en Roma, en 1973.
El 10 de julio de ese año, John Paul Getty III, nieto del magnate petrolero, de 16 años, no regresó a su casa. Tres días después, su mamá, la exjugadora de waterpolo y primera esposa de John Paul II, Gail Harris, recibió un llamado en el que le informaban que su hijo había sido secuestrado. “Tu hijo está con nosotros. Prepará 17 millones de dólares si querés recuperarlo”, dijo la voz al otro lado del teléfono.
La mujer les respondió que no contaba con esa suma. “Entonces, buscá en la familia”, le contestaron. Desesperada, la mujer recurrió a la persona más acaudalada que conocía, su suegro John Paul I. Posiblemente nunca se imaginó que el magnate se iba a negar.
“No pagaré un solo centavo –dijo Getty-. Tengo otros 13 nietos. Si pago, tarde o temprano secuestrarán a todos”.
Además, en ese momento, el multimillonario sospechaba que el secuestro era una movida de su nieto –y su exnuera- para sacarle dinero. Algo que, con el correr de las circunstancias, resultó no ser cierto.
El tiempo transcurría, y el adolescente secuestrado la pasaba mal. Para forzar a los Getty a pagar, los captores enviaron a la redacción del diario romano Il Messaggero un paquete en el que estaba envuelta nada menos que la oreja de John Paul Getty III. Hartos de los devaneos con la familia por el pago, los delincuentes se la habían cortado.
El brutal acto aparentemente ablandó al abuelo de la víctima, que terminó llegando a un acuerdo con los criminales para reducir la cifra de rescate a los 3 millones de dólares. Increíblemente, el abuelo Getty aportó 2.200.000 dólares, que era lo máximo deducible de impuestos, y el resto –US$800.000- lo puso, pero como préstamo a su hijo, que se lo tenía que devolver con un interés de un 4 por ciento anual.
El muchacho, ya liberado, fue encontrado deambulando por una ruta del sur de Italia el 15 de diciembre. Había pasado más de cinco meses de encierro.
Pero hay que agregar algo más para subrayar el desapego de ese hombre por su nieto. Cuando John Paul III quiso llamarlo para agradecer que, al final, hubiera puesto el dinero para el rescate, el abuelo Getty, en Inglaterra, se negó a atenderlo.
El muchacho, que antes del secuestro había sido llamado “el hippie dorado”, y tenía una vida bohemia y descontrolada, se casó a los 18 años con su novia, que estaba embarazada, y se mudó a Nueva York. En la gran manzana tuvo años de fiestas y excesos, donde se codeó con figuras como Andy Warholl. En 1981 sufrió un derrame cerebral luego de consumir una mezcla de metanfetaminas, Valium y alcohol.
Quedó cuadrapléjico, con limitaciones en el habla y casi ciego. Murió en 2011, a los 54 años. Su hijo Balthazar, señaló entonces a la revista People: “El nunca permitió que su discapacidad le impidiera vivir la vida al máximo”.
Las tragedias de Gordon Getty
La maldición de los Getty alcanzó también a Gordon, el cuarto hijo del patriarca. Pero en este caso, no hubo una tragedia, sino más bien un escándalo que lo sacudió a él, y a su círculo social, en las altas esferas sociales de San Francisco, ciudad donde vivía.
En 1999, se descubrió que Gordon, tenía una familia paralela. Las primeras planas de los diarios de Los Angeles daban la noticia: durante 10 años, Gordon había mantenido una relación con una mujer llamada Cynthia Beck, con la que había tenido tres hijas, a las que, dada la demanda de la madre, tuvo que reconocer.
Claro que ese no sería el peor golpe que la vida le daría a Gordon. Este hombre de negocios, compositor musical, filántropo y administrador de los miles de millones de dólares del fideicomiso familiar sufriría, en los últimos años, la pérdida de dos de sus hijos.
El 31 de marzo de 2015, Andrew Getty, de 47 años, fue encontrado muerto en su residencia de Los Angeles. Ante un llamado de una mujer, la policía llegó al lugar y encontró al hombre en el baño, desnudo de la cintura para abajo. Según la oficina forense de Los Angeles, que reprodujo LA Times, había sufrido una hemorragia gastrointestinal y tenía un nivel tóxico de metanfetaminas en su organismo, algo que, sumado a problemas de salud preexistentes, provocó su deceso.
En noviembre de 2020, en tanto, otro hijo de Gordon, el músico John Gilbert Getty, fue encontrado muerto en la habitación de un hotel de lujo en San Antonio, Texas. La autopsia sentenció recientemente, que este nieto de John Paul Getty I había muerto por una sobredosis de la sustancia fentanilo, que había producido una complicación en dos patologías previas del músico: una cardiopatía y una obstrucción pulmonar (EPOC).
Ann, la esposa de Gordon y madre de Andrew y John Gilbert, en tanto, falleció, a los 79 años, de un ataque al corazón en septiembre de 2020.
Es así como la serie de tragedias sufridas a lo largo del tempo por la dinastía Getty, una de las familias más ricas del mundo, demuestra, una vez más, que el dinero no puede comprarlo todo.
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