Los diez (nuevos) conflictos entre padres e hijos
Exposición en las redes sociales, obsesión youtuber, hiperconsumismo y falta de límites lideran el ranking de peleas familiares entre adultos y preadolescentes
"Avril es bastante responsable y ubicada con lo que sube, pero aveces, cuando hay fotos que pueden dar lugar a un doble mensaje o que generan una información que no está buena sobre ella, se lo digo. Es chica, estoy pendiente de las redes. De hecho, cuando vi que estaba en un grupo que compartía videos de animé -algo de lo que es fanática- bastante subidos de tono le dije que saliera y ella entendió que la estaba protegiendo. En ese sentido creo que tengo suerte", cuenta Lorena Artayeta, mamá de Avril, de 13 años. Pero Gustavo Ramírez, papá de Sol, de 12, no dice lo mismo. Al ver la nueva foto del WhatsApp de su hija, en una pose más que sugerente, la charla derivó en una discusión. "Le dije que era chiquita, que no podía exponerse así en las redes, que no tenía nada que ver con su edad. Me contestó que todas las amigas tenían ese tipo de fotos. Volví a insistir en que no me parecía y se enojó. No me habló por dos días. Logré que la cambiara, pero no sé hasta cuándo."
La exposición de los chicos en las redes sociales es uno de los grandes conflictos actuales entre padres e hijos. Pero no el único. Si existiera un sistema que midiera la conflictividad familiar, éste seguramente ocuparía el primer lugar en el podio junto con otros igual de sensibles (y relacionados, porque todo tiene que ver con todo), como lo que ven los chicos en Netflix o en la Web (sin control parental y haciendo caso omiso de las recomendaciones o restricciones por edad), la obsesión youtuber o el hiperconsumismo que moviliza a los preadolescentes a pedir el último gadget tecnológico porque sus amigos lo tienen, y entonces...
En el medio, padres e hijos deben lidiar con agendas hipercargadas de actividades, con salidas y programas insólitos, con la poca o ninguna afición al estudio y con delicadas cuestiones de bullying (ya sea porque el hijo es víctimas de acoso o victimario). Y claro, ahí, en medio de tanto ajetreo aparece la falta o la imposibilidad de poner límites, tal vez la llave que explica el porqué de los conflictos antes mencionados.
"Se habla de niños grandes, familias simétricas, padres inmaduros. De hijos huérfanos, de ausencia parental y autonomía anticipada. Tanto éstos como otros rasgos son evidencias de la simetría que el niño alcanzó con el adulto -sostiene Claudia Messing, psicóloga y socióloga, presidenta de la Asociación Argentina de Terapia Familiar y autora de Cómo sienten y piensan los niños de hoy-. Este cambio requiere el desarrollo de nuevos modelos de autoridad que los contemple. No es lo mismo contener, educar y colocar los límites a un niño que reconoce la diferencia con el adulto, que tiene internalizada la jerarquía grande-chico en su cabeza, que a uno que confía en su propio criterio y se pone a la par del adulto. Ante la recomendación del padre, los niños simétricos se sienten humillados, desvalorizados y aturdidos."
Messing, que estudió el comportamiento de cientos de niños y sus familias desde 2013 hasta 2015, sostiene en su libro que "al quedar posicionado como un par con el adulto, el niño no termina de separarse de sus figuras parentales. Por eso entienden que pueden disponer de los adultos, de su tiempo, de su energía como si fueran una parte de ellos mismos; y por eso se molestan, se frustran y decepcionan cuando los padres muestran alguna diferencia. Esto los deja en un estado de insatisfacción permanente", opina la especialista, y agrega que las respuestas y testimonios visuales obtenidos a lo largo de la investigación dan cuenta de esta simetría en el 91% de los casos. También, el 71% de los datos recolectados indican cuestionamiento a la autoridad del adulto.
Alcanza con ver algunos de los dibujitos que ven los chicos para comprender hasta qué punto los adultos han dejado de ser una figura de autoridad para sus hijos: El increíble mundo de Gumball,Los padrinos mágicos, Phineas y Pherb y hasta Peppa, la cerdita, tienen en común chicos mucho más avispados que sus padres.
Redes sociales: territorio de riesgo
"Las redes sociales se convirtieron en tema de debate entre padres e hijos. Para los chicos es un espacio de autonomía, en el que ellos deciden a quién incluyen y a quién no. Para los padres, es un territorio de riesgo en el que se exponen a desconocidos -sostiene Roxana Morduchowicz, autora de Los chicos y las pantallas-. ¿Quién tiene razón? Ambos. Para los chicos, las redes son un lugar de independencia, libre de adultos donde construyen su identidad y experimentan nuevas formas de sociabilidad. ¿Qué pueden hacer los padres? Asegurarse de que aquellos con quienes se comunican son conocidos y explicarles que en Internet no hay nada privado, que todo es público y que lo que se sube es muy difícil de borrar".
La generación de "lo quiero ya"
Iphone, tablets, Play 4... la lista de pedidos parece no tener final. Los chicos hiperconsumistas no se detienen hasta que finalmente consiguen el (nuevo) objeto de deseo. "Los límites en relación al consumo son los que se complican más ya que permanentemente el mercado ofrece cosas de colección e intercambio ( como cartas en serie, sueltas y en caja... los spinners, el balde blade) y los chicos no quieren quedar afuera. Dicen «mi amigo tal lo tiene y tal otro ...soy el único q no lo tiene» -plantea Lorena Ruda, especialista en crianza-. Como padre te encontrás permanentemente en situaciones de regulación y negociación. Los chicos hacen que poner límites y sostenerlos sea cada vez más difícil. Lo importante es ir encontrando estrategias ya sea anticipando acciones, poniendo palabras a las emociones, habilitando sus enojos y frustraciones".
Agendas recargadas
Fútbol, hockey, rugby, pintura, acrobacia y psicóloga. Aunque el día tiene 24 horas, las agendas de los chicos parecen que duraran el doble. Muchos padres se quejan de la agitada rutina de sus hijos con actividades deportivas, salidas y cumpleaños donde es necesario acompañarlos. Y como el tiempo en la semana no alcanza, muchas pasan los fines de semana, interfiriendo muchas veces con el descanso familiar. "Si la semana no alcanza algo está funcionando de manera equivocada. El fin de semana no debe ser una continuidad de las corridas semanales -advierte Adriana Ceballos, psicóloga y consultora familiar-. Somos los padres quienes decidimos y organizamos. Es cuestión de armar la agenda para que cada miembro de la familia logre disfrutar".
El cuestionamiento de la escuela
Es un clásico adolescente, pero ahora empieza antes y con mayor vehemencia. "¿Esto que estoy estudiando para qué me sirve?", es la pregunta de rigor acerca de lo que aprenden en la escuela. Y es el planteo que Avril le hace a su mamá, Lorena Artayeta, a pesar de que va a un colegio especializada en arte. "Yo le digo que estudie, se saque un 10 y consiga un buen promedio para aplicar a una beca de estudio afuera. Y que aproveche para aprender y formar equipos de trabajo", dice la mamá, en sintonía con la opinión del reconocido pedagogo italiano Francesco Tonucci. "¿La escuela? Debe ser el lugar donde los chicos aprendan a usar bien las nuevas tecnologías, donde se transmita un método de trabajo e investigación, se fomente el conocimiento crítico y se aprenda a cooperar y trabajar en equipo. Para enseñar está la Web".
Tribus alimentarias
El interés cada vez más marcado en la alimentación sana, donde muchos adultos eligen suprimir determinados alimentos como carnes, lácteos o harinas, impacta de forma directa en la alimentación de los hijos, que copian muchas de las elecciones de sus padres y las vuelven propias muchas veces sin saber qué implica en realidad. "La preocupación de algunos padres porque sus hijos coman sano se puede transformar en ansiedad, obsesión y hasta terror por ciertos alimentos -advierte Messing-. Y esto termina afectando su sociabilidad. Si van a un cumpleaños y no sirven torta con granola les parece que no pueden comerla. Sería importante por parte de los padres de flexibilizar el discurso. La preocupación obsesiva por comer sano restringe cada vez más su alimentación y su sociabilidad" .
Salidas conflictivas
Sucede. Tarde o temprano, ese nene o nena que se quedaba a resguardado en casa plantea que quiere salir con sus amigos de noche. Y entonces se encienden las alarmas paternas. Los especialistas sostienen que la prohibición, más en una etapa donde la sociabilidad es crucial, no es recomendable. Pero sí negociar muy bien los horarios, establecer normas y enseñarles pautas de autocuidado. Y ayudarlos a elegir el plan adecuado para su edad. Muchos padres usan la tecnología con dispositivos de rastreo para saber donde están sus hijos. Y otros les piden que, cada tanto, les manden su ubicación. Los que todavía no están dispuestos a dejar salir a sus hijos optan por "poner" su casa para la reunión con amigos con la esperanza de demorar esas primeras salidas. "La sociabilidad no pasa tanto por la salida, sino por las redes", plantea Morduchowicz.
Bullying, la epidemia moderna
Para muchos es la gran epidemia moderna. Según la ONG Bullying sin Fronteras, Argentina encabeza el ranking en las escuelas secundarias de América latina de casos de acoso escolar. En nuestro país, 4 de cada 10 estudiantes secundarios admite haberlo sufrido. ¿Por qué ha crecido y sigue creciendo el bullying? es la pregunta que se hacen muchos. "Detrás de estos casos está presente la intolerancia a la propia incompletitud, a no ser lo suficientemente perfecto -reflexiona Messing-. Los niños capturan la amenaza de exclusión y la ponen de manifiesto en una reacción defensiva que a su vez se convierte en agresiva". En el medio, los padres debaten si lo que su hijo hizo o sufrió es o no bullying y entre actuar o mantenerse al margen de "un problema de chicos".
Límites difusos
"Hay padres cuyo deseo más fuerte es ser amigos de sus hijos y por ello la relación es simétrica y carente de autoridad entendida como referente del cuidado, del amor y de la ley", dice la especialista en vínculos Marisa Russomando. Muchos padres que temen perder el amor de sus hijos y entonces no intervienen poniendo límites. Pero los "no" ahorrados derivan en hijos frustrados o que necesitados de esos límites negados por sus padres y los buscan de la mala manera, corriendo muchas veces riesgos irreversibles", sostiene Russomando. Y agrega: "Observo padres muy ocupados que les resulta más fácil no generar situaciones de conflicto (para seguir haciendo lo que están haciendo) y acceden a todo lo que chico pide. También ocurre que se nos dificulta sostener y acompañar la frustración y angustia de nuestros hijos, con lo cual hacemos todo para que esto no ocurra".
Miro lo que quiero, cuando quiero
Situación: hijo mirando una tablet en su habitación. El padre quiere saber qué está mirando. El hijo da una respuesta algo vaga y evasiva: YouTube. La televisión ha muerto y el gran entretenedor moderno es YouTube (y Netflix, claro). "Es un tipo de recepción individual. No se juntan con amigos a ver YouTube, aunque sí lo comentan después. Es un consumo más fragmentado, encapsulado y muchas veces siguiendo el algoritmo que «propone» YouTube", describe Carolina Duek, investigadora en temas de la infancia. "Hoy hay padres e hijos distanciados por la atracción hacia las pantallas. Unos y otros comparten menos actividades y momentos juntos", sostiene Marisa Russomando, especialista en vínculos.
La obsesión Youtuber
El Rubius, SoyGermán, Vegeta 777. Lucas Castel, Mariano Bondar, FernanFloo. Probablemente son nombres desconocidos para los mayores de 30, pero no para los que todavía no cumplieron las dos décadas. Los youtubers son los nuevos ídolos de la generación que creció sin televisión y mirando YouTube. La fama y el dinero que facturan estas estrellas de la Web hacen que muchos chicos se sientan identificados y anhelen ser youtubers.
"Creo que la gente empezó a prestarle atención a YouTube cuando se dio cuenta de que todos podían hacer algo. Cualquiera puede llegar, ponerse frente a una cámara y empezar a hablar. No necesitás un espacio en la televisión, no necesitás un horario y no tenés límites de lo que podés o no hacer", dijo a LA NACION Germán Garmendia.
Producción Lila Bendersky
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