"En mi casa, tengo un cuadro que me regaló el Indio Solari", me dice, en portugués, el legendario periodista musical brasileño Juarez Fonseca. Estamos en el Centro Cultural Manzana de la Rivera, en Asunción del Paraguay, y acabamos de participar junto a otros colegas –Ricardo Saltón y Carlos Calado– de una mesa sobre periodismo especializado, en el marco del festival AsuJazz, coordinada por el intendente de la ciudad –el escritor y periodista cultural Mario Ferreiro–, cuando una de las plumas más célebres de Rio Grande do Sul lanza esa bomba pequeñita. "Sí, yo lo conocí al Indio a comienzos de los 70. También tengo una foto de esa época. Te la voy a pasar", promete.
Pocos días después del encuentro en Asunción, recibo en mi casilla las fotos prometidas. El retrato del Indio en primer plano, a color, fue tomada por el propio periodista. La otra foto, en cambio, tiene una historia peculiar. "Creo que es una toma automática de la cámara del sujeto que aparece a la derecha, Leonid Streliaev, que se transformaría años más tarde en uno de los fotógrafos brasileños más premiados. Uda, para los amigos", dice el periodista. "De pie, sobre la cama, el Indio usa como arma un viejo bombardino que perteneció a mi abuelo, músico de orquesta. Ese instrumento sigue conmigo. Al lado de Uda está Andrea, la novia del Indio en ese momento. Pegado en el biombo, un retrato de Rita Lee".
Andrea, que estuvo casada con el Indio, es la hija de la actriz Chany Mallo. Habían emprendido juntos un viaje iniciático por Brasil. Recuerda Fonseca: "Ellos llegaron a Porto Alegre a comienzos de 1972. En la primera escala de un viaje con destino a Europa. No me acuerdo bien cómo fue que conocieron a Uda. Creo que en la calle. Pero sí me acuerdo de que él los hospedó en su departamento, en el centro de la ciudad. Ese apartamento estaba desocupado porque en ese momento Uda vivía en la casa de su novia. Se quedaron un par de meses, hasta que Uda les pidió el departamento de vuelta. Entonces, el Indio y Andrea consiguieron hospedaje en la sala parroquial de una pequeña iglesia, durmiendo en colchones en el piso, calculo, por algo más de dos meses". De su paso por Brasil, como el Indio se encargó de aclarar alguna vez, surge la frase "¡Esto está muy Shangai!" de la canción "Música para pastillas", incluida en Oktubre (1986).
"A veces se aplicaron términos que fueron después mal explicados. Ahora me acuerdo de que daban una explicación de la frase «¡Esto está muy Shangai!» y era otra cosa. Significa «muy confuso». Que algo estuviera «muito Shangai» se decía en Brasil cuando yo estuve allá. Cuando querían decir que algo era muy confuso decían eso, usaban Shangai como ejemplo de un lugar confuso, olores a comidas, gente en bicicletas, quilombo. Me pareció una figura que estaba buena, porque acá no existía", explicaba el Indio en una entrevista para la revista La García, todavía en tiempos de Patricio Rey.
Juarez recuerda al Indio como "una persona muy gentil y educada". Por eso, quizás, haya sido un anfitrión tan consecuente con él y con su pareja. "En ese tiempo, la mayor parte de las veces cenaban en mi departamento, que también quedaba en el centro de Porto Alegre, donde vivíamos con Sonia, que hasta hoy es mi mujer. Yo llegaba del diario a eso de las siete de la tarde y, en menos de media hora, sonaba el timbre: eran ellos. Nunca quedábamos para cenar, pero siempre les ofrecíamos comida y ellos siempre estaban con hambre. Desconozco dónde o si alguna vez almorzaban", recuerda. "Y así se pasaban día tras día. ¿La verdad? Nuestro departamento estaba siempre lleno de gente. Éramos hippies. Yo recibía de las grabadoras los últimos lanzamientos nacionales e internacionales, así que siempre había mucha música. Pensá en todas las bandas que grababan hacia 1971 y 1972. Todas sonaban en esa casa". Las finanzas de la pareja viajera se habían vuelto misteriosas en esa instancia de la excursión iniciática. "Realmente, no me imagino cómo pensaban llegar a Europa sin dinero. Y desconozco el papel de sus familias en ese episodio. Sé que el Indio compró tintas y maderas, y pintaba cuadros que vendía en la calle. De hecho, me regaló uno que aún conservo", dice Juarez, ratificando el comienzo de esta anécdota.
Los recuerdos, sin embargo, también son musicales. "Él tocaba razonablemente bien la guitarra. Intentó enseñarme un poco, pero no aprendí. Intentamos componer alguna cosa juntos, yo haciendo las letras, y creo que todavía guardo algunas de esas cintas".
Al fin de esos cuatro meses, el Indio y Andrea juntaron el dinero para comprar pasajes para ir en ómnibus hasta Río de Janeiro. "Nunca más tuve contacto con ellos", dice Juarez Fonseca. "Un día, Uda me contó que se había enterado de que el Indio y Andrea se pelearon en Río y se separaron. Tengo entendido que ella se terminó volviendo a la Argentina. Y él sí terminó llegando a Europa", cuenta. "Recuerdos que mienten un poco", escribió Solari en "Perdiendo el tiempo", otra de sus emblemáticas canciones. Sin embargo, a pesar del paso de los años, Juarez Fonseca rememora con altísimos niveles de detalle ese encuentro incidental y profundo a la vez con ese amigo argentino que no solo se transformó en uno de los músicos más convocantes del rock nacional, sino también en el creador de canciones que forman parte de la columna vertebral de la banda de sonido de varias generaciones. "Esa es mi visión de la historia", dice Juarez sobre el paso de Solari por Porto Alegre. "Puede ser que el Indio tenga otra. Y a mí me encantaría escucharla".
El arcón de la mitología ricotera
La misteriosa prehistoria de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota alimentó, durante décadas, el misterioso encanto de la banda y de su "estampita", como el propio Solari solía definirse a fines de los 90. Varios años después de diciembre de 2001, cuando se disolvió el grupo, aparecieron en YouTube algunas gemas de las cuales, durante años, habíamos leído, habíamos oído hablar, y –sobre todo– habíamos imaginado una y mil veces. Por ejemplo, Ciclo de cielo sobre viento, el film que el Indio Solari había protagonizado en 1976 junto a Guillermo Beilinson –el hermano de Skay, el cofundador de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y parceiro autoral de Solari en el cuarto de siglo que existió el grupo–, está disponible en la web desde hace casi una década. Es un ejercicio de cine experimental, con alguna influencia del brasileño Glauber Rocha, fundador del movimiento Cinema Novo. La dirección era del propio Indio y de Guillermo, que firmaban como Norman Oyermo Inndigui.
El documental El alucinante viaje de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (2014), realizado por algunos fans autodenominados "Comando Luddista", puso en voz y en imágenes la etapa seminal del grupo, a partir de materiales audiovisuales absolutamente inéditos y del testimonio de los músicos que participaron en la génesis, en su etapa más caótica, cuando era un colectivo artístico. Cintas en Super 8 y otros formatos vetustos son la materia prima de ese maravilloso documental que recupera y alimenta aún más la mitología ricotera. Con momentos épicos como los conciertos en el teatro Lozano de La Plata (los célebres "Lozanazos"), los verdaderos redonditos de ricota que repartía el Mufercho, la gira mágica y misteriosa a Salta, y otros hitos que construyen la épica ricotera anteriores a su primer álbum.
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