Los canales del arte
Comenzó la Bienal internacional de Venecia, excusa perfecta para un viaje entre esculturas, performances e instalaciones unidas por gondoleros
VENECIA
Cada dos años, coleccionistas y galeristas del mundo, turistas y fans de la cultura en general llegan a esta ciudad para el encuentro internacional de arte contemporáneo más importante del mundo: la Bienal de Venecia. Ninguno se olvida zapatos cómodos para recorrer los tres mil metros cuadrados de los pabellones de Giardini o los ocho mil del Arsenale, y para bajar y subir de una góndola a otra, o del vaporetto, para recorrer la ciudad y todas las instalaciones alrededor de la Laguna. Al mismo tiempo, traen zapatos elegantes, en la eventualidad de participar de uno de los más de 400 eventos VIP de la Bienal, o para sentarse a tomar un Bellini en el Harry’s Bar o en la terraza del Bauer Hotel, sitios cruciales para encontrarse con celebridades, emprendedores, magnates y tycoon del mundo financiero. En la Bienal se exhibe el arte y la cultura de nuestra época, y es una gran pasarela mundana, un encuentro que consagra y prende los reflectores sobre uno u otro artista y los apaga con la misma facilidad. Es la regla del sistema: cada vez más rico, seductor y a veces efímero.
Se necesitan por los menos tres días para recorrer los principales atractivos. El calor, las largas caminatas y la cantidad de información nunca cansan porque la atmósfera es eléctrica. Visitar Venecia en esta época es como meterse en una frenética fiesta internacional, donde arte, moda y cultura se funden, y se hunden, en los miles de eventos culturales y mundanos.
Sin embargo, la Bienal de arte número 56, que se inauguró ayer, titulada All The World’s Futures, tiene un tema más social, que obliga a una reflexión profunda, que apunta a valorar la relación entre arte y artistas en la actual situación del planeta. Esta edición –hasta el 22 de noviembre – es una exhibición global, donde se puede ver, escuchar e interrogar a los artistas. Es un encuentro visual, físico, auditivo y de narración, como asegura a La Nación revista el nigeriano Okwui Enwezor, su curador, el primero no occidental en cubrir este prestigioso cargo. Enwezor marca una nueva tendencia. "Convocó a artistas de todas partes y distintas disciplinas, creando un verdadero parlamento de las artes –dice Paolo Baratta, presidente de la Bienal, a la nacion revista–. Hoy el mundo convive con graves fracturas, laceraciones, asimetrías y mucha incertidumbre; vivimos en una Age of Anxiety, y en este sentido la Bienal quiere volver a observar la relación entre arte y desarrollo de la realidad humana, social y política, a indagar en qué forma las tensiones del mundo solicitan las sensibilidades, las energías vitales y expresivas de los artistas, sus deseos, sus almas."
Esta edición cuenta con 136 artistas, de los cuales 89 son de 53 países presentes por primera vez. "La Bienal es un evento en vivo, en continuo devenir –continúa Enwezor–. Los artistas invitados elaboran nuevas esculturas, películas, performances e instalaciones, conscientes de que existe una preocupación importante en nuestra época, que es el capital, en su ficción, en su realidad." Según el curador, "el capital es el drama de nuestra época y pesa más que cualquier otro elemento en cada esfera de nuestra existencia, por eso en la Arena, en el Pabellón Central, cada día habrá lecturas de El capital de Marx, un proyecto bibliográfico que será la clave de lectura de la Bienal entera".
La muestra se extiende del Palazzo delle Esposizioni en los Giardini al Arsenale, lugar histórico donde hay que perderse en sus pabellones y salir al atardecer frente a la orilla, para encontrarse, por ejemplo con los músicos que tocan desde veleros por el golfo.
En la parte oriental de la ciudad, entre palmeras, acacias y plátanos, estatuas y miradores, los Giardini, creados por Napoleón en el siglo XIX, conforman la sede tradicional de las exposiciones de la Bienal, desde 1895. Acá se encuentran el Pabellón Central y 29 pabellones extranjeros, cada uno con su estilo según la nacionalidad de distinguidos arquitectos como Aalto, Hoffman, Rietveld, Scarpa y Stirling, que los construyeron en distintas épocas. Los Giardini son linderos del barrio Sant'Elena, donde se puede dar una mirada de cómo sigue la vida normal de Venecia.
Más allá de las exposiciones paralelas, de altísimo nivel –como las organizadas por Peggy Guggenheim, San Giorgio, Fundación Cini, Fundación Prada, Palazzo Grassi y Punta della Dogana–, la Bienal es también la excusa para incursionar en palacios de arquitectura maravillosa, como el Grimani, Malipiero, Fontana, Faccanon, Barbarigo Minotto, Loredan dell'Ambasciatore, Bembo, Trevisan degli Ulivi, Nani Mocenigo, Tiepolo Passi y Giustinian, cuyos dueños permiten conocer en estos días.
En cada edición, la Bienal aumenta los pabellones. Este año cuenta con cinco más: Grenada, Mauritius, Mongolia, Mozambique, Seychelles. Países como Ecuador, Filipinas y Guatemala participan después de mucho tiempo. "Entre los artistas que nunca estuvieron en la Bienal, veinte son africanos, entre ellos el ganés El Anatsui, que acaba de ganar el Leone d'Oro –comenta a La Nación revista Pepi Marchetti, curadora de la Galería Gagosian de Roma–. Esto permite descubrir nuevos escenarios políticos a través de un evento concentrado en el arte como elemento político y pasional de comunicación." Gagosian trajo este año cinco artistas consagrados: Georg Baselitz, Ellen Gallagher, Andreas Gursky, Carsten Höller y Taryn Simon.
"Hay mucha curiosidad en conocer el arte de países nuevos. Sin embargo, en la mentalidad europea y americana es muy difícil reconocer la portada artística de los pabellones desconocidos", explica Vincenzo de Bellis, director de Miart, la exitosa feria de arte moderno y contemporáneo de Milán que acaba de terminar con un récord de ventas. "Hoy los verdaderos actores de la Bienal son los coleccionistas, que confirman, o no, la portada de un artista consagrado. En Venecia ya no se descubren nuevos talentos, sino que se van observando los artistas y cómo prolifera su obra. En las ferias se descubren los emergentes, en la Bienal se trabaja durante dos años para monitorear cómo crecen los destacados", agrega.
El artista argentino Eduardo Basualdo, seleccionado junto con Ana Gallardo y Ernesto Ballesteros por esta edición de la Bienal, cuenta que la exhibición tiene un aire monumental y que su obra es una serie de piezas recientes, nunca exhibidas, que seleccionó el curador. "Se trata de una puerta erguida en medio del espacio, erosionada en el centro, desgastada por el rozamiento de alguna mano o herramienta hasta el punto en que se vuelve traslúcida y en parte se desintegra", cuenta el artista. Otro de sus trabajos se llama Amenaza y consiste en un mango de cuchillo que proyecta la sombra de su filo invisible sobre una mesa, y sobre la pared hay una pieza múltiple. "Son cinco columnas de metal y sobre cada una hay un dibujo arrugado que copia la misma silueta de la columna y los papeles se exhiben desplegados a medias, dejando ver los espacios en blanco entre los tramos del dibujo de la columna", detalla el artista.
La Bienal cierra cada día a las 18. Una alternativa tentadora es sentarse en el Gritti Hotel para un elegante aperitivo, o probar el Aman, un servicio oriental en un palacio tradicional sobre el Canal Grande, para cerrar una jornada perfecta.