Los beneficios de decirlo por escrito
Nadie puede negar la importancia que tiene el poder decirlo. Lo que sea, lo que pienses, lo que sientas… Decirlo como puedas, pero decirlo; a pesar del pudor, del temor, de las consecuencias. Decirlo a conciencia plena, con compromiso, aunque duela, y evitar así otros dolores. Decirlo aunque, como dice Cortázar, "las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma".
Decirlo, sabiendo que siempre hay un qué, un cómo y un cuándo. ¿Qué te gustaría o es necesario decir? ¿Cuál sería el mejor modo? ¿Por qué no lo dijiste aún? Decirlo, decírnoslo. Siempre hay una forma, un tiempo. Habrá que definir cuál es el oportuno, el necesario. Evitemos escudarnos en el "no hay forma, nunca hay tiempo, nunca es fácil, no me escuchás, nunca se puede decirte nada".
Decirlo, con la voz, con el cuerpo, con el puño. Si es con el puño, que sea empuñando una pluma o un lápiz. La violencia, así como el desencuentro, comienza cuando no hay palabras.
En las últimas décadas, diversas investigaciones científicas se han encargado de destacar el valor de la escritura como herramienta terapéutica. No es necesario conocer de reglas o técnicas narrativas. Sólo hace falta lápiz, papel y animarse. Los estudios dicen que "cuando escribimos, se produce un desbloqueo emocional intenso en el que se comprometen el pensamiento, la emoción y la palabra escrita"; "a través de la escritura, las personas atravesadas por situaciones de estrés logran mejorar su bienestar psicológico y físico"; "descubrimos lo inconsciente, revertimos miedos, descubrimos las causas de tantos dolores, sufrimiento y limitaciones".
La humanidad dio un gran paso acelerado en su evolución al adquirir un vínculo entre el pensamiento y los símbolos materiales. Pinturas rupestres, símbolos, signos, retratos, diarios íntimos, autobiografías, blogs...
Cuando escribimos ocurre algo distinto a cuando decimos. El pensamiento es más lento que la emoción; así como escribir es más lento que pensar. En este cruce de tiempos del sentir-pensar-escribir, la razón libera las palabras necesarias. La escritura puede reducir la tensión arterial e incrementa el nivel de linfocitos circulantes en el torrente sanguíneo; así es como aumentan las células responsables de la respuesta inmunitaria. De este modo, la escritura, el cerebro y el sistema inmunológico se triangulan en busca del bienestar.
Algo, mucho, cambia cuando uno se dispone a escribir, cuando comienza la catarsis, el desahogo. Recomiendo profundizar leyendo al profesor James Pennebaker, pionero en la investigación y el descubrimiento de todo lo que ocurre cuando se le propone a alguien escribir, en primera persona, sobre la situación más traumática que nos haya tocado vivir. La doctora en psicología Mónica Bruder invita a escribir un cuento terapéutico, buscando un final feliz para aquello que tanto nos impactó.
Con la escritura terapéutica, en definitiva, regulamos los procesos mentales, avivamos la actividad creativa y se amplían las posibilidades de hacer productiva la actividad neuronal. El cerebro nos pide que escribamos. Quienes quieran dar un paso más en nuestro entrenamiento emocional, permítanse jugar a escribir. Acepten estas sugerencias:
• Encuentren un espacio y tiempo para escribir sin interrupciones.
• Prométanse escribir un mínimo de 15 minutos diarios, por lo menos durante 3 o 4 días seguidos.
• Escriban sobre lo que surja. Palabras, frases, cuentos, novelas.
• Escriban sobre temas en los que piensan mucho, que preocupan, o que evitan; cosas con las que sueñan; cuestiones que afectan su vida de modo no saludable.
Díganlo, escriban. Los más escépticos pueden comenzar por escribir: me niego a escribir…