Los audios ya no nos pertenecen
La viralización de los mensajes de voz de WhatsApp está a la orden del día y genera cientos de memes o animaciones que ganan adhesión colectiva cuestionando la idea misma de privacidad
“Te cuento Michelle, soy una cirujana, una mujer normal pero tengo determinados códigos de estética visual y de estética moral. Te lo digo a vos porque me caíste genial, porque sos una divina (…) Me parece que la gente que compró el Acqua difiere mucho de eso. La gente no se ve mala, se ve buena, pero se ve una gente que viene de barrios visualmente no muy buenos y la verdad es que no me divierte estar en Nordelta mirando el lago y viendo gente que en una reposera de Mar del Plata se va al muelle y toma mate”. Ya todos sabemos de qué se trata, ¿no?
El audio de la “cheta” de Nordelta se viralizó esta semana y tuvo a un país pendiente de memes y actualizaciones. Pero este caso no fue el único. Desde el chat de padres que festejaban que un niño con síndrome de Asperger fuera separado de su clase hasta los audios de famosos como Araceli González, o Luciano Castro, la difusión de los mensajes privados está a la orden del día. Más allá de que los dichos en esos mensajes sean repudiables, ¿los audios que enviamos nos pertenecen o dejan de ser nuestros cuando los enviamos? ¿Dónde termina el ámbito privado y empieza el público?
“Como sociedad no estamos identificando lo público de lo privado. Sobre el tema de difusión de mensajes privados, creo que hay crear dos hábitos: cortar con la difusión o evitar que se distribuyan contenidos que son de índole privada. Tampoco se debe juzgar a la gente por conversaciones privadas como si fueran públicas. Más allá de la responsabilidad de lo que uno dice, no podemos diferenciar lo que es público y lo que es privado y eso no es sano”, dice Sebastián Bortnik, miembro fundador de la ONG Argentina Cibersegura, asociación civil que se dedica a concientizar a la población sobre la navegación segura en Internet.
Otro punto que destaca Bortnik es que en el momento en que se comparte un contenido a través de Internet o WhatsApp se pierde el control del mismo. “Cualquier cosa que compartimos hoy podría pasar rápidamente al ámbito público”.
Fernando Tomeo, abogado especialista en tecnología y profesor de la Universidad de Buenos Aires, plantea que este tipo de viralización estaría alcanzado por el artículo 151 del Código Penal. “Éste dice que será reprimido con multa el que encontrándose en posesión de una comunicación electrónica que no esté destinado a la publicidad lo hiciere publicar indebidamente, si el hecho causare o pudiera causar perjuicio a un tercero. En este caso podría causar perjuicio por difamación o por afectación respecto a esas personas de las cuales se habla en el mensaje”, resume, pero aclara que eso sería sólo desde el punto de vista técnico. “Debe tenerse en cuenta que este artículo fue incorporado al Código por la Ley de Delitos Informáticos en 2008, cuando no existía WhatsApp y el único medio que se utilizaba por aquel entonces era el e-mail. Me parece que los medios de comunicación han avanzado. Ya es necesario un ajuste legislativo en cuanto a WhatsApp, y en otros muchos temas que conciernen a Internet”.
“En el mejor de los escenarios –agrega Bortnik– si una persona es víctima de la viralización de un contenido privado podría accionar legalmente hacia quien lo envió primero, pero es imposible avanzar legalmente sobre todos los que reenviaron”.
¿Y no hay responsabilidad del autor del mensaje? Bortnik es contundente: “Sí, pero una persona que dice algo privado debe responsabilizarse de las consecuencias en el mundo privado. No está bien que la gente pierda su privacidad”.
El gran dilema es que no se sabe con certeza cuál es el límite del ámbito privado. Poniendo el ejemplo del audio de la cirujana, ¿cuánta confianza había con Michelle? ¿Era realmente parte de su ámbito privado? “Tenemos que tener en claro los niveles de confianza con el destinatario porque el cuidado que van a tener con esa información no va a ser el mismo”, resume el fundador de Argentina Cibersegura.
Gente rota
Lo interesante es, también, el fenómeno social que provocan: todos los memes y videos que se difunden a base de estas viralizaciones, que potencian más la difusión del mensaje. Entre ellos se destacan los videos animados realizados por el dibujante, animador y humorista Gabriel Lucero en #GenteRota.
Él se nutre de los audios que le llegan y arma historias animadas con ellos. “#GenteRota surgió con un audio de mi sobrino para mi abuela. Era muy graciosa la forma en la que se expresaba. Siempre me gustó la idea de animar audios reales, de películas o de series y me di cuenta de que en la Argentina la gente usa mucho los audios de WhatsApp para expresarse, más que en otros países. Suelo recibir cerca de 1000 por día. La gente hace catarsis a través de sus mensajes, hablan de cosas muy graves o muy tontas”, observa.
Aunque recibió sólo una amenaza de denuncia, reconoce que muchos autores de los audios se enojan al ver sus videos. “Cuando me piden que lo saque, borro el video”, dice.
Algunos lo acusan de hacer animaciones con audios armados. “El de la «cheta» de Nordelta lo tengo hace un mes y no lo hice porque me pareció, justamente, que era armado –dice Lucero–. Creo que debemos cuidarnos más en lo que difundimos, hablar con propiedad y estar preparados porque puede pasarnos. Es inevitable”, agrega.
Por una buena convivencia digital, Bortnik invita a reflexionar, antes de publicar un contenido o mandar un audio, sobre qué pasaría si éste se viralizara. Y apela a la responsabilidad de los receptores. “No deben difundirse contenidos privados. Todos somos un poco responsables de cuidar la privacidad del prójimo, porque mañana podríamos ser nosotros los que estemos en ese lugar”.
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