Los atuendos de las Primeras Damas
Que ninguna de tus clientas tenga exactamente el mismo vestido –igual color o tela– y, por favor, sé discreto con las cifras que se gasten en mi vestuario, no quiero que me consideren la María Antonieta de la actualidad ni perjudicar la administración de mi marido.” El pedido expreso y afirmación corresponde a una carta fechada en diciembre de 1960 y que Jackie Kennedy envió al diseñador Oleg Cassini: el libro A Thousand Days of Magic –Rizzoli Books– reproduce esa y muchos otras misivas junta a los bocetos que ilustran la fórmula indumentaria con líneas simples, materiales nobles y accesorios que más influyó en la estética de siglo XX.
Acerca del método que la primera dama y su modisto ejecutaron durante tres años, se supo que las prendas tomaron forma en el taller de Nueva York, donde a diario participaban ocho costureras, un sastre, una especialista en colores y una jefa de taller de nacionalidad austríaca. Ese team, además de confeccionar los trajes sastre, abrigos y vestidos de día y de noche en base a los tres maniquíes con las medidas exactas de Jackie y que acostumbraban probarlos en el cuerpo de una modelo que debía desfilarlos en el atelier Cassini, extendió su mirada atenta a la fabricación de zapatos, sombreros, carteras y guantes. La clave de sus outfits radicó en un minimalismo calculado para diferenciarse de los excesos de armiños y de velos que habían vestido las anteriores esposas de presidentes norteamericanos, para en cambio exaltar los sombreros pillbox y las gafas negras.
El anecdotario volvió a estar en boga cuando Melania Trump recurrió a un atuendo celeste pastel de Ralph Lauren, emulando la paleta de un clásico de Cassini para Jackie. Pero la modelo devenida primera dama, que anunció la construcción de un spa y beauty parlour en la mismísima Casa Blanca, optó también por un vestido largo blanco con un tajo pronunciado y una cinta roja que encomendó al diseñador Hervé Pierre. La hoja de ruta en la moda de Pierre señala que desde que estudió Historia del arte en la Sorbona e ingresó a la chambre de la alta costura lleva treinta años en la industria (matizados entre una beca inicial en Dior Couture, labores en Pierre Balmain y la función de director creativo en Carolina Herrera, entre 2006 y 2016).
Michelle Obama quedará en las bitácoras de estilo de las primeras damas por su defensa de la moda a precios democráticos y por su reivindicación de los diseñadores vinculados con minorías: la diseñadora cubana Isabel Toledo, que junto a su pareja, Rubén, representa el underground de Nueva York, fue la autora del traje de lana que usó en la asunción, y Jason Wu, con estudios en la Parson’s y experiencia en la firma de muñecas Integrity Toys, consagrada a reflejar diversidad de etnias y de género, cuando recibió el pedido de una vestuarista para un traje para la gala debut de Obama, señaló: “Sé que puede soñar extraño para vestir a una primera dama, pero yo pensé en el brillo de la luna”.
Melania intenta forjar un estilo zigzagueando el listado de diseñadores que se pronunciaron en contra de los exabruptos de Trump y de vestirla. En sus intentos de lucir cual mujer recatada del poder, llevó una blusa de Gucci con el moño pussy-bow, que antaño se aplicaba en los cuellos de los gatitos y que popularizaron Margaret Thatcher y Nancy Reagan.
Pero la bitácora no puede omitir los estilos de Claire Underwood, la primera dama en la serie House of Cards, que lejos de estridencias vintage recurrió a trajes armaduras en tonos arena, grises, negros y blancos con etiquetas Dolce & Gabbana, Altuzarra, Marc Jacobs, Roland Mouret, The Row, Proenza Schouler, Ralph Lauren, Burberry y Derek Lam. Luego de cada capítulo se divulgaron desde un sitio de ventas, mientras que una app creada por los productores de la serie señaló cómo emular sus ropajes con menor presupuesto.
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