Los atuendos de Gilda: la construcción del vestuario cinematográfico de la santa de la bailanda
Ya con minifaldas rectas de lycra o de jeans nevados que rigurosamente acompañó con chalecos en talle XS, una galería de remeras con estampas geométricas, versiones libres de la camperas Perfecto en cuero negro remixado con animal print y proliferación de flecos, cuando la actriz Natalia Oreiro irrumpe en la pantalla del cine caracterizada cual Gilda –gracias a los oficios del vestuarista Julio Súarez, del experto en maquillaje Alberto Moccia y de la directora Lorena Muñoz– recuerda la gracia de las siluetas sin curvas de la modelo Twiggy y sus contemporáneas del swinging London transportadas a la escena de la música tropical en Buenos Aires circa 1990.
Lejos de las opulentas chicas pin up cuasi porno que desfilaron por tablados de la bailanta, cuyos artificios indumentarios ilustra una escena del film donde la joven maestra jardinera esperaba para cantar en el vestíbulo de un casting; los excesos indumentarios de Gilda remitieron al uso de los aros con perlas durante el día –que en el escenario mutaban en aros argolla–, las gomitas de seda para sostener su pelo largo cortado en capas y coronar un flequillo desmechado V que enfatizaba las cejas muy depiladas, el uso de relojes pulsera en blanco o negro y el culto al rouge rosa.
Julio Suárez señala sobre su método para la construcción del personaje en Gilda: “Miré videos de sus shows hasta el hartazgo, también vi fotos personales correspondientes a álbumes de sus amigas, tuve en mi estudio un vestido que ella usó, tomé nota de su costumbre de dejar la cintura al aire, mucha minifalda, las botas de cuero y, luego, empecé a agenciarme de las telas, de mucho encaje, vinilo, cuero, animal print, polleras cortas y mucho jean apretado”. Su abordaje al diseño de vestuario resulta de una ecuación que combina tanto su oficio de actor, los años de estudios de pintura con Carlos Gorriarena y las pulsiones por el dibujo que marcaron su infancia.
“La premisa fue tener mucha ropa. Para el personaje de Gilda usé 70 trajes, porque si bien se reflejan algunos años de su vida, quise lograr que se viera mucha ropa y que ella se cambiara en cada escena. Considero que se vestía de un modo distinto a las demás mujeres y que legitimó el estilo de la bailanta. Lo más importante del proceso fue elegir sus trajes e inventar piezas nuevas, como la blusa con encaje y mangas campana.”
Y resume uno de los ardides en su oficio de costume designer: “Me gusta estar en la filmación y mover mucho la ropa en escena”. De las imágenes de las portadas de los cuatro discos de Gilda, el film rescató a modo de ícono la corona de flores blancas amarillas y violáceas y el ramo al tono que ornamentaron un vestido lila con corsage de puntillas e ilustraron la tapa de Corazón Valiente.
La biopic dirigida por la documentalista Lorena Muñoz destaca la importancia de la moda en la construcción de Gilda, la santa de la bailanta: el paso de los vestidos color oro, como el que vistió en la portada de Corazón a Corazón y que fuera producido por la factoría Magenta al corte evasée con corpiños en punta mucho más sutiles que los de Madonna. O la invención de pasos de baile para moverse con botas negras o blancas tan emblemáticas en su estilo como lo fueran para Nancy Sinatra en These boots are made for walking. También enfatizó el método de costura doméstico para sus atuendos de escenario: vestida con un bello batón a lunares de línea A, un centímetro rosa chicle a modo de collar y una pulsera alfiletera, Natalia Oreiro prepara un minúsculo atavío nocturno frente a su máquina de coser.
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