Brasil, Italia, Francia, Canadá, Inglaterra, Tailandia y las Antillas tienen jardines tan increíbles –¡o más!– que los archiconocidos Versalles y Kew Gardens. La historia, las especies y los detalles imperdibles de los pulmones que oxigenan y adornan nuestro Planeta.
Inhotim – Brasil
A 60 kilómetros de Bello Horizonte, en Minas Gerais, este parque de 140 hectáreas fue diseñado por Roberto Burle Marx, un famoso arquitecto y artista plástico que trascendió como paisajista. Inhotim es parte del museo de arte contemporáneo al aire libre más importante de Latinoamérica, con esculturas e instalaciones a cada paso. Tiene grandes bosques y una colección de 5.000 especies catalogadas con el objetivo de preservar la flora de la mata atlántica y de la sabana brasileña. La caminata a través de los jardines se hace en dos días entre adoquines, muros verdes, puentes colgantes, patios y árboles de dimensiones extraordinaria. Todo con la posibilidad de hacer un alto en el camino para recostarse en las hamacas y contemplar tanta belleza.
Villa Cimbrone - Italia
A una hora de Nápoles, en la localidad de Ravello, el banquero y Lord inglés Ernest William Beckett lideró la puesta en valor de los jardines de esta antigua casona que data del siglo XI. Convertida en hotel a principios del siglo pasado, Villa Cimbrone fue visitada por personajes entrañables como Virginia Woolf, John Maynard Keynes, Edward James, Henry Moore, Jean Piaget, Winston Churchill y Greta Garbo. Con vistas imponentes sobre el mar Mediterráneo desde la Costa Amalfitana, el jardín está repleto de miradores y terrazas entre mármoles, pérgolas, fuentes y estatuas. Todo para disfrutar de un camino imperdible entre glicinas acaudaladas, geranios de mil colores, arcos de rosas y hortensias exultantes. Para que el mar sea telón de fondo de un recorrido signado por flores que enamoran.
Botánico de Chelsea – Inglaterra
Junto al río Támesis, amurallado y escondido, Chelsea Physic Garden ocupa una hectárea y media de Londres. Data de 1621 y es el segundo más antiguo de Gran Bretaña, después del de Oxford. Fue creado por una asociación de farmacéuticos con fines curativos y alberga más de 5.000 especies de plantas. Tiene una prestigiosa escuela que, entre otras cosas, hace estudio etnobotánico: las plantas de las culturas originarias del mundo. Cuenta además un sector de helechos curativos y hierbas medicinales, entre estanques e invernaderos. Es un rincón imperdible en una de las grandes capitales de Europa, además de un gran atractivo para los amantes de la medicina natural.
Butchart – Canadá
Está en un pueblito de Victoria, en la isla de Vancouver, cerca del límite con Estados Unidos. Fue creado en 1904 por Jennie Butchart para decorar con rosas la cantera de piedra calcárea de la planta de cemento de su marido, Robert. Con el tiempo, Butchart se convirtió en un jardín de 22 hectáreas que desde la década del cincuenta administra Ian, el nieto de la fundadora. Tiene tulipanes, narcisos, jacintos, begonias, calceolarias, rudbeckias, dalias, peonias, salvias, amapolas y hortensias que florecen en primavera y verano. Cuenta con un jardín hundido de arces, helechos y geranios, ubicadas de forma escalonada. Y conserva las rosas, que hacen a su esencia, en un espacio con 300 especies diferentes. Atraídos por la belleza perfecta de su composición, por año lo visitan más de un millón de personas.
Monet – Francia
Está en la casa y taller del pintor impresionista francés que vivió en Giverny durante cuarenta y tres años, de 1883 a 1926. Queda a 75 kilómetros al oeste de París y a 4 de la ciudad de Vernon. Mil veces pintado y otras tantas fotografiado, se divide en dos sectores: Clos Normand y el jardín de agua. El primero, que está delante de la casa, juega con las perspectivas y los colores de flores sencillas como margaritas y más sofisticadas, como amapolas. El segundo, en tanto, está en un terreno vecino, del otro lado de la ruta, dónde el pintor mandó a excavar un estanque e imitó los jardines japoneses. Tiene puentes con glicinas, sauces llorones, bosques de bambúes y nenúfares por doquier, que florecen en verano. Tras sufrir los daños de la Segunda Guerra Mundial, está abierto al público desde la década del 80. Es un rincón de arte al servicio de la naturaleza.
Suan Nong Nooch – Tailandia
A cuatro kilómetros de la ciudad de Pattaya y dos horas en auto de Bangkok, Suan Nong Nooch es uno de los más visitados del Sudeste Asiático. ¿Su origen? En 1954 el señor Pisit y la señora Nongnooch Tansacha compraron 242 hectáreas para cultivar mangos, naranjas y cocos. Sin embargo, unos años más tarde, inspirados por sus viajes alrededor del mundo, se animaron a un vuelco y lo convirtieron en un jardín de plantas ornamentales. El éxito fue tal que desde 1980 recibe visitantes y en la actualidad son 5.000 por día. Tiene un sector francés, otro oriental, uno para cactus –con gran cantidad de palmeras–, además de mucha variedad de orquídeas y otras plantas tropicales. Al caminar por sus jardines entre esculturas y estanques naturales, se disfruta de ceremonias tradicionales, demostraciones de artes marciales, sesiones de masajes o paseos en elefante. Todo en un espacio tan verde como relajante.
Balata – Martinica
A minutos de Fort-de-France, la capital de la isla caribeña que integra las Antillas Francesas, Balata tiene más de 3.000 especies de plantas tropicales. Fue creado en 1986 por Jean-Philippe Thoze, un horticultor y paisajista que cuatro años antes había comprado el terreno y la casa de su abuelo. Tiene una vasta colección de árboles y flores, entre las que se destacan los hibiscos, calas, rosas, palmeras, bambúes, bromeliáceas y nenúfares. Mayores de ocho años pueden caminar por puentes colgantes entre árboles de caoba gigantes de más de 15 metros de altura. Y por momentos, en pleno Caribe, los colores se multiplican a cada paso.
LA NACION