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Guías emblemáticos de los navegantes, con casi 200 años de historia, mucho antes de que existiera el GPS, los faros supieron ser un punto de referencia ineludible y fundacional para los que se aventuraban en las aguas. Fueron construidos para ser vistos desde el mar y por eso ocupan puntos panorámicos totalmente despejados a su alrededor. Los primeros funcionaron a aceite de ballena, de pescado, u otro tipo de combustible. Siguió luego el gas acetileno, muy peligroso por su inflamabilidad. Los hubo luego a gas envasado, a kerosene, a batería y eléctricos, hasta que por fin llegaron los paneles solares.
La forma, los colores, la ubicación y la frecuencia de los destellos de luz de cada faro no son obra del azar; las características de cada uno fueron establecidas para permitir clasificarlos, identificarlos y ayudar a los navegantes a alertar la presencia de costas peligrosas. Con el tiempo fueron desplazados por las cartas marítimas y la mucho menos romántica navegación satelital.
Y si la Patagonia ya es mística de por sí, sus faros lo son aún más, por ubicarse en lugares remotos, inaccesibles, poco evidentes y casi inhabitados. Hay varios más en la región como el de Punta Delgada, Les Eclaireurs (Ushuaia), uno de los más conocidos y visitados, o el faro de Año Nuevo, los últimos dos también mal llamados "faros del fin del mundo".
A pesar de que los avances tecnológicos hayan mermado su utilidad, el hechizo de estos vigías del mar es atemporal. Aquí, cinco faros legendarios del sur de Argentina.
1. El Cóndor
(Río Negro)
En los acantilados y playas del inicio del corredor turístico costero –200 km desde El Cóndor hasta Las Grutas por la panorámica y agreste ruta 1–, asoma el faro Río Negro, en la desembocadura del río con el mismo nombre, en el paraje "La Boca", a 32 km de Viedma.
Construido en 1887, es el faro continental más antiguo que permanece en funcionamiento en nuestro país y linda con el Memorial Malvinas, erigido en 2016. Desde aquí parten las bicicleteadas para recorrer la costa y visitar la colonia de loros barranqueros. Según la estación, también se observan bandadas de cauquenes, gaviotas, playeritos, chorlos, ostreros, y los majestuosos ejemplares de halcón peregrino y águila mora.
2. Isla Leones
(Chubut)
Junto con el pato vapor –especie endémica de Chubut– , el faro es un símbolo de la zona. Está frente a Camarones, en el actual Parque Interjurisdiccional Marino Costero Patagonia Austral.. Es un faro abandonado de la Armada Argentina que se encuentra frente a la bahía San Gregorio.
El faro comenzó a funcionar en 1917, fue abandonado en 1968 y luego reemplazado por el faro San Gregorio, aproximadamente a 3 km de distancia en tierra firme. Mucho después fue declarado Patrimonio Cultural Argentino y en 2017, a 100 años de su nacimiento, se presentó un proyecto para refaccionarlo y ponerlo en valor con el fin de fortalecer Camarones como destino turístico, pero quedó en la nada.
Llegar al faro es una odisea signada por complejas corrientes, fuertes vientos y ausencia de muelle en la que, por el momento, solo se embarcan adelante científicos y guardaparques. No existen prestadores habilitados para navegar el Parque Marino Costero.
3. Isla Pingüino
Puerto Deseado
Llegar hasta esta isla y visitar su faro es también una travesía con aventura garantizada. En Pingüino, como en isla Leones, el embravecido mar local no permite colocar un muelle pero sí se están instalando pasarelas para embarque y desembarque, y hay prestadores turísticos que ofrecen la excursión. Darwin Expediciones es una de las pioneras. Realiza la salida hace más de 20 años y suelen citar a los pasajeros el día anterior para contarles acerca de la expedición.
El área protegida está en pleno mar abierto, a 18 km de Puerto Deseado y toma el nombre del emblemático pingüino de penacho amarillo, que sólo se ve aquí y en las Malvinas, las Georgias, la Isla de los Estados y el Cabo de Hornos.La isla tiene algo de la película Los pájaros de Hitchcock, algo de National Geographic y un poco de Robinson Crusoe, en lo que colabora mucho su faro de 22 metros de altura, que tiene un primer tramo de mampostería y una segunda parte de hierro.
Fue librado al servicio en 1903. Contaba con un sistema lumínico de la firma francesa Barbier, Bénard y Turenne. Estaba alimentado a kerosene, hasta 1924, cuando se cambió por gas acetileno. En 1983, se lo electrificó con paneles fotovoltaicos, que redujeron su alcance a 16 millas náuticas. En el camino, perdió a los "torreros" y los pingüinos magallánicos se apropiaron de la casa, que usan de nursery y refugio a voluntad.
4. Cabo Vírgenes
Aunque se disputa con el chileno de Punta Dungeness (que está más al sur) el de Cabo Vírgenes es el más célebre, conocido en Argentina como el más austral del continente. Su importancia creció cuando, en 2004, con motivo del nuevo trazado de la RN 40, el faro quedó al lado del mojón del Km 0 de esa importante arteria nacional. El resto del camino sigue igual que antes, cuando era la RP 1.
Cabo Vírgenes es el extremo continental de nuestro país, la preciada meca a la que Magallanes arribó el 21 de octubre de 1520 después de muchos años de navegación y zozobra. Siguieron largos siglos de piratas y buscadores de oro, hasta que llegó el emblemático faro, recién en 1904. Solo en lo alto de una colina, este vigía de hierro cambió en 2003 la compañía de su farero por la de un museo custodiado por la UNPA (Universidad Nacional de la Patagonia), en el que se da cuenta de la callada historia de la zona. Por lo demás, en esta vasta estepa convergen un destacamento de Prefectura y la segunda reserva de pingüinos magallánicos del país.
Los que hacen patria en ese confín desolado son los pocos que allí viven: el personal de Prefectura y del Museo, los Fenton –pioneros de la zona– que continúan abocadísimos a las ovejas en su estancia Monte Dinero, y abrieron hace unos años una confitería que lleva el apropiado nombre de Al fin y al Cabo, pero que no abrirá este verano 2020.
Desde Río Gallegos, por RN 40, son 130 km de ripio en regular estado. Se recomienda ir en verano por su natural aislamiento y el escaso mantenimiento del camino.
5. San Juan Salvamento
(Isla de los Estados, Tierra del Fuego)
Es el más antiguo de Argentina y el primero en ser edificado en aguas australes. La novela de Julio Verne El faro del fin del mundo, le dio fama y su apodo. Si bien el faro de la novela es una torre de piedra que nada tiene que ver con el faro real, el autor lo sitúa precisamente en el cabo San Juan de la isla de los Estados, entre la bahía del mismo nombre y la una bahía de Elgor, de nombre ficticio.
El faro es una casa octogonal de 6,50 m de altura, ubicada sobre un promontorio rocoso, a 60 m sobre el nivel del mar. Está construida en madera de cedro, con un techo de zinc. No tiene linterna, la luz es proyectada a través de una ventana que da al mar y unos paneles solares suministran la energía eléctrica necesaria.
El promontorio rocoso donde se levanta el faro fue bautizado "cabo San Juan" en 1706, por Juan de Noail, capitán de un navío; el añadido "de Salvamento" fue impuesto por Augusto Lasserre, comodoro de la División Expedicionaria al Atlántico Sur, en 1884, durante la construcción del faro para dejar clara cuál era su finalidad. Lasserre estableció en la isla de los Estados una subprefectura marítima, un penal y una estación de salvamento para auxilio de los numerosos naufragios que se producían en las inmediaciones del cabo de Hornos.
Sin embargo, por su ubicación, el faro no proporcionaba una buena visibilidad con su haz de luz y, en 1901, se decidió levantar una nueva torre: el Faro Año Nuevo, situado un poco más al norte, en la isla Observatorio. Así, el faro original fue abandonado y permaneció en ruinas cerca de un siglo hasta que, en 1994 llegó el navegante francés André Bronner, fascinado por la novela de Verne. Volvió en 1995 para emprender el proyecto de reconstruir el faro.
Las obras de construcción del nuevo faro, similar al original, fueron llevadas a cabo durante el verano de 1998. El edificio fue construido en Francia, y trasladado desmontado desde La Rochelle hasta Ushuaia. En el año 2000, André Bronner impulsó la construcción de otra réplica del faro original de San Juan de Salvamento, frente a la costa de La Rochelle.
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