Locos por Japón: ¿cruce de culturas?
El país de Oriente hoy seduce desde el paisaje, la espiritualidad, la gastronomía y la educación; más allá de la moda, ya hay padres argentinos que deciden mandar a sus hijos a colegios japoneses
De vez en cuando todos fantaseamos con vivir en una película. A veces son imágenes que se quedan con nosotros, otras, situaciones que recreamos para sentirnos protagonistas por un rato. Si hay un destino que conjuga atractivo visual, historia milenaria y cierto halo de inaccesibilidad y misterio, es Japón, ya sea para sentirnos en nuestra propia Lost in Traslation, Mi vecino Totoro o en un episodio de Girls (la serie de Lena Dunham tuvo un coqueteo con Tokio en su última temporada). A los factores culturales que hacen de este destino uno de los favoritos de Asia entre los turistas argentinos, hay que sumarles variables económicas vinculadas con la baja en el precio de los vuelos, y que el costo de vida allí ya es más competitivo si se lo compara con Buenos Aires.
"En nuestro país siempre hubo mucho interés e intercambio con Japón, pero ahora cada vez más gente elige ir a trabajar o estudiar con los programas de becas que otorga el gobierno y en cuanto al turismo, creo que debido a las promociones aéreas, los argentinos se atreven más a mirar a Japón", explica Sole Uchima, argentina con raíces okinawenses, especialista en estudios Nikkei que lleva adelante Gachimaya, un blog de difusión de la cultura japonesa (www.gachimaya.com.ar).
Si bien la fascinación de Occidente con las culturas orientales es hoy casi un lugar común, el interés y estudio por parte de los argentinos, algunos con antepasados japoneses y otros que no, ha crecido significativamente en el último tiempo en nuestro país. El espectro de intereses encuentra distintos nichos: historia, moda, espiritualidad, turismo, entretenimiento, gastronomía y hasta educación.
No hace falta ver las estadísticas oficiales para darse cuenta de que Japón se ha convertido en un destino aspiracional, poblando las redes de selfies con templos budistas detrás o con coloridos collages de las calles de Tokio.
Sin embargo, ya hace dos años la embajada en la Argentina indicaba un incremento del 169% en los viajes, dejándonos en el segundo puesto luego de Brasil en cantidad de visitantes latinos en el país nipón. Asimismo, empresas como Discover The World, una exclusiva línea de cruceros, ya ofrece recorridos marítimos a través de toda la isla, y la aerolínea Air New Zeland anunció su desembarco en la Argentina con nuevas frecuencias hacia Japón con sólo una escala.
"Los amantes del animé, literatura, gastronomía, diseño, tecnología, deportes, todos encuentran un punto de interés en un país superaccesible en todos los sentidos: hospedaje, alimentación, seguridad y transporte. En Japón se puede ver mucho en poco tiempo, desplazarte con el shinkansen (tren bala) es adictivo, podés estar un día en la playa de Beppu, al día siguiente en un santuario en la montaña en Kyoto o en medio de una publicidad en Harajuku, el barrio kawaii. Japón es una sobredosis de información que hay que aprender a disfrutar", advierte Uchima sobre su atractivo casi universal, pero también la sobrecarga que implica para el viajero desprevenido.
Más allá de los que viajan por vacaciones, cuestiones puntuales (como lo fue en su momento la Copa Mundial de Clubes que trasladó a cientos de hinchas) o por trabajo y estudio, están aquellos que se sienten irremediablemente atraídos por su cultura y paisajes, y deciden quedarse por más tiempo. Es el caso de la argentina Carolina Aguirre, guionista y escritora, que viajó por placer y luego decidió volver a instalarse un tiempo allí. “Estoy hace tres meses aunque ya vine en abril porque es la primera vez que sentí que quería vivir en otro lugar que no fuese la Argentina. Me gusta que detrás de cada objeto, sistema, forma, detalle, ritual, haya una idea, una filosofía, una visión moral del mundo, la comparta o no. Comparto su austeridad y desapego, el amor por la naturaleza y por la historia y me encanta la gastronomía local. Además conocés gente muy interesante. El que conocés en Kyoto ya viajó por todo el mundo. Es demasiado lejos, nadie viene de casualidad. Quería estar en una ciudad lejana y desconocida sola por un tiempo, es estimulante para escribir porque acá todo te conecta con algo esencial, privado y hermoso. Me gustaría ver si puedo quedarme a vivir un año más”, relata entusiasmada Carolina, mientras escribe estas líneas desde el tren.
Enseñar Japón
No es necesario tener antepasados de origen japonés para sentir curiosidad o pasión por esta forma de vida y una filosofía que trasciende la geografía. Es así que muchos padres argentinos eligen como forma de educación para sus hijos colegios como el Nichia Gakuin en el barrio de Caballito. Este colegio, creado en 1927, tiene el propósito de conservar y transmitir a sus descendientes la lengua, las costumbres y otros aspectos del patrimonio japonés, y dado que es una escuela laica y abierta a la comunidad cuenta con gran diversidad cultural. Resulta interesante que los padres que no son de la colectividad japonesa también quieren mantener estas tradiciones. Desde la escuela, aseguran que aproximadamente el 75 por ciento del alumnado no es descendiente de japoneses.
Silvina Novo de Arza, de familia con raíces vascas, eligió formar parte de la comunidad de padres del Nichia. “Cuando nos acercamos por primera vez fue por su renombre académico y entrando a su sitio web leímos un lema que hablaba de valores, de respeto, de trabajo… palabras cargadas de un gran contenido que, como familia, nos interesaba conservar y reforzar en nuestros hijos. Nos encontramos con algo mucho más grande de lo que fuimos a buscar. Hablábamos de calificaciones y nos hablaban de esfuerzo; dijimos que nos preocupaban los problemas sociales de los chicos y nos hablaban de respeto. La fusión de las culturas de dos países tan lejanos no sólo es posible, sino que además potencia lo mejor de cada pueblo. Nichia es un espacio de convivencia de niños y familias, con sus diferencias, pero con tolerancia mutua, de padres argentinos y nikkei compartiendo un mate”.
La idea de Nichia, cuyo lema es el respeto entre diferentes pueblos y la autosuperación personal como valores fundamentales, es apostar a una integración de los chicos, algo que como cuentan sus padres y los maestros se da naturalmente tanto entre niños como adultos pese a la distancia cultural inicial que uno podría suponer. El compartir e incorporar tradiciones típicas de Japón es uno de los elementos unificadores en el grupo de chicos, como, por ejemplo, la práctica del otoubansan. Esta actividad diaria que los chicos realizan desde las salitas de dos años y que se practica en los colegios de Japón consiste en que los alumnos desde muy pequeños aprendan a cuidar el lugar, manteniéndolo limpio y ordenado. “Es ir fomentando en forma paulatina el respeto hacia las cosas, manteniendo el orden. De grandes, a esto se suma el respeto hacia las personas y el orden de los pensamientos”, explica Adriana Kirimoto, una de las responsables.
Para muchos padres argentinos sin ancestros japoneses, Nichia termina siendo un lugar de pertenencia y de contención para los chicos, donde todos saben los nombres de todos sin importar cuán grande sea el curso. “Nichia es Gakkou –el cole– , Nichia es estar en casa”.
El colegio aparte cuenta con un centro cultural abierto que ofrece talleres de shodo, kendo, judo, origami, comida japonesa e ikebana, entre otros. También hay cursos de idioma para padres, adultos y para niños de entre 3 a 16 años, y se organizan viajes para los alumnos de los cursos de adultos cada dos años a Japón. Este año, en el mes de febrero, 20 alumnos de secundaria tuvieron la oportunidad de viajar por una beca otorgada por la Japan Foundation.
Sabores de Oriente
El furor por la comida japonesa es otra cosa que no parece tener fecha de vencimiento. Aunque esto tampoco es una tendencia reciente, del sushi al ramen, con numerosos restós y bares abriendo cada mes, el enganche pasa tanto por el paladar como por lo experiencial, mostrando una apreciación más amplia, casi gastrocultural podría decirse. “¿Por qué alguien elegiría comer en un restaurante japonés, manejado por japoneses o sus descendientes?”, se preguntaba el chef Roy Domínguez Asato, dueño de Asato Sushi en Olivos, cuando empezó a estudiar sobre el tema. “¿Cómo de repente teníamos fanáticos, fundamentalistas, gente que viajaba a Japón a comer lo que veía en las películas, en las series? Y encontré una palabra que antes no era algo bien visto, otaku, gente obsesionada con el animé, idols (chicas japonesas), entre otras cosas. Hoy tenemos otakus de todo tipo, de comida, de cultura japonesa, de autos, y es algo que comenzó a ser más aceptado, sobre todo en Japón, donde hay una obsesión por ser los mejores. La gente viaja, hace filas durante horas para ir a comer a un restaurante que dicen que hace el mejor ramen, el mejor sushi, los mejores fideos…”.
Otro ejemplo a nivel local es la flamante Nueva Casa Japonesa, que convoca novatos y especialistas en cultura nipona. Guillermo Lerena, un chef abocado a probar nuevos sabores, llegó en busca unas salsas japonesas que no conseguía en ningún lado y ya se transformó en habitué del lugar. “Me encanta la comida japonesa: los salteados, el sushi, el ramen. La cocina japonesa toma influencias de otras culturas y las adapta a su estilo para generar una gastronomía propia que, además, le presta mucha atención al detalle, como la presentación de los platos”, dice. Todavía no conoce Japón, pero encabeza su lista de pendientes. “La asiática es una cultura que me fascina”, reconoce.
Domínguez Asato, por su parte, también menciona al conocido Jiro Ono (3 estrellas Michelin), considerado el mejor sushiman del mundo con sus 84 años, como un referente ineludible. “Hoy en día más gente elige la cocina japonesa, hecha por japoneses, y para mí esto se debe a que las personas intuyen ese trabajo meticuloso que muchas veces proviene de generaciones anteriores. La comida hecha con pasión, con conocimiento de los productos, y sobre todas las cosas, el compromiso de dar lo mejor nuestro cada día: ganbatte”.
Desde el Jardín Japonés, Sergio Miyagi, a cargo de prensa y difusión del lugar, asegura que este año el número de visitantes creció en un 20 por ciento, llegando al número de 600 mil. “El hito fue el último 4 de junio, cuando cumplimos 50 años –dice–. Ese día vinieron más de 100 mil personas”. Miyagi destaca el actual interés de chicos y adolescentes por el manga y el animé, y asegura que el cultivo de Bonsai y la Ceremonia del Té son las actividades más requeridas por el público. Para él, ambas representan la “síntesis y culminación de todas las disciplinas de la cultura japonesa” que hoy vive su momento de mayor expansión en la Argentina.
“Los viajeros vuelven con otra mirada, el contacto con otra cultura, otra etiqueta, otro respeto”, concluye Uchima. Es este espíritu de mejoramiento constante, de disciplina y superación ante la adversidad, apreciación de la naturaleza y de respeto mutuo, lo que hace que la cultura japonesa sea tan apreciada por los argentinos. Tal vez un poco por contraste, como un mejor espejo en el que mirarse. Por suerte, no es necesario cambiar de uso horario para aprender y disfrutar de algunas de estas cosas.
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