Locos de amor por Las Vegas
¿Por qué esta ciudad, cumbre del kitsch y la arquitectura faraónica, despierta pasiones en turistas llegados de cada parte del globo? La Revista viajó, la recorrió y sucumbió a su desmesurado hechizo
Las Vegas es modernidad, nostalgia y también cierta decrepitud. Un oasis para adultos en medio del desierto americano, que tiene un poder dominante sobre las personas, ya sea negativo o positivo. Ben Sanderson, el protagonista de Adiós a Las Vegas, película por la que Nicolas Cage ganó un Oscar, lo sabía bien: divorciado y arruinado, decidió ir allí para beber hasta morir. Y lo logró. Porque esta es la ciudad donde todo es posible, donde nadie te juzgará por nada. Basta con proponerte algo y hacerlo, ¡incluso dejar allí todas las esperanzas! La posibilidad opuesta es factible: hacerte millonario, encontrar el amor o realizar aquello que la moral te impide. Las Vegas da para todo y mucho más.
Eso es algo que se comprende incluso antes de que el avión aterrice. Desde la ventanilla, te chocan las dimensiones de esta ciudad artificial construida en medio del desierto. Si llegás de noche, se observan las luces a varios kilómetros y la emoción empieza a correr por tus venas, como si estuvieras aproximándote al mayor parque de atracciones para adultos del mundo. De día, creés llegar a una isla en medio de la nada, lo que te produce igual sensación de vértigo. Porque eso es Las Vegas: adrenalina en estado puro. Entretenimiento ofrecido en forma de casino, gran hotel, espectáculo musical o strippers. "La suerte aquí está en cada rincón, con una moneda de 25 centavos se puede ganar un millón de dólares", me dice la dependienta de un establecimiento donde podés encontrar cualquier cosa.
Como un parque de atracciones, conocerla como la palma de la mano es cuestión de cuatro días. Lo que cualquier visitante quiere experimentar y llevarse como perfecto suvenir (juego, sexo, alcohol, compras) reside en el Strip, así conocida Las Vegas Boulevard, una vía de dos kilómetros que recorre la ciudad de norte a sur, y donde se concentra la mayoría de los hoteles y casinos más famosos. Con fuerza física, alcanza un día para recorrerla. Es un desfile interminable de americanos y turistas europeos apabullados por la arquitectura mastodóntica de sus edificios: el Luxor, el Caesar’s Palace, el Bellagio, el Paris, el New York, New York, el Planet Hollywood. Junto a estas moles clásicas (sus dueños hacen todo a lo grande, generalmente sin la más mínima concesión al buen gusto) se levantan las más nuevas, arquitecturas llevadas al máximo, edificaciones que parecen colgar en el espacio. Hasta Frank Gehry hizo su aporte de láminas de platino al paisaje de derroche arquitectónico. Lo ultra cool se une con lo más kitsch que se pueda imaginar.
La frase es conocida: Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas. Y funciona para todo. Más que nada, para todos: acomplejados, arriesgados y gente con o sin suerte. Hay que reconocer que como lema para una ciudad cuyo objetivo es hacer dinero con unos visitantes adultos que se divierten como niños, no está nada mal. Aunque, a estas alturas, amenazar con que se puede llegar y desbarrar como un adolescente, sin más, no deja de ser una boutade. No es patente de corso para tipos duros y chicas malas, pero la verdad es que sigue siendo una simpática invitación a apurar la vida como si de un dry martini se tratara.
lanacionarTemas
Más leídas de Lifestyle
Se volvió viral. Un carnicero contó la razón por la que nunca se debe pedir pechuga de pollo
Secreto natural. Las seis plantas sagradas del mundo: cuáles son, su origen y el poder que se le atribuye a cada una
Se terminaron las dudas. Cuántas calorías tiene una palta y cuál es la cantidad recomendada para comer en una dieta balanceada