Estaba solo, sin señales de su madre ni hermanos. Su nido había sido destruido por una de las tantas obras de dragado que se realizan a diario en el Delta del Paraná, en la provincia de Buenos Aires. Allí encontraron los isleños a un lobito de río, parte de la fauna silvestre que habita en la zona. No perdieron tiempo y lo llevaron a un lugar seguro hasta que lograron comunicarse con el Centro de Rescate de la Fundación Temaikèn.
"Cuando lo recibimos, tenía apenas pocos días de nacido. Pesaba solo 153 g, aún tenía los ojos cerrados, y solo algunos dientes. El chequeo veterinario indicó que estaba en buen estado, y tenía algunos parásitos externos. Inmediatamente se comenzó a hacer una crianza artificial en incubadora, con leche formulada especialmente para su especie y su tiempo de vida. Fue un trabajo delicado", explica Cristian Gillet, Responsable de Rescate y Rehabilitación de Fauna Silvestre de la Fundación que tiene sede física en Escobar.
Según el Libro Rojo de los Mamíferos de Argentina, publicado en noviembre de 2019 por la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (SAREM), el Lobito de río (Lontra longicaudis) se encuentra en estado "casi amenazado". La misma fuente indica que, hasta la década del 80, la especie sufrió una fuerte presión de caza por el uso comercial de su piel; luego esta actividad cesó, lo que permitió una evidente recuperación de las poblaciones. Si bien en la actualidad en muchos países está legalmente protegida, en algunos lugares aún se lo caza en forma furtiva. De todos modos, la principal amenaza que enfrenta actualmente es la destrucción de su hábitat por la modificación de los cursos fluviales debido a la construcción de diques para barrios privados o terrenos forestales, el dragado de los canales principales y las represas. Además de la contaminación del agua con agroquímicos, la pesca excesiva y la deforestación.
Por eso, lograr sacar adelante al lobito era un desafío y los cuidadores lo sabían. Suplantar la leche materna en crías de mamíferos huérfanos es un asunto complejo ya que en general no se cuenta con información sobre la composición nutricional de la leche de especies silvestres. "En este caso iniciamos la crianza con una leche comercial pero al ver que no estaba funcionando rápidamente se realizó una transición a una fórmula casera que el animal aceptó y toleró perfectamente. Es importante el monitoreo constante de la cría para hacer los cambios necesarios a tiempo. Así, el lobito comenzó a ganar peso y al poco tiempo abrió los ojos.
El siguiente paso, una vez que tuvo los ojos abiertos y para evitar que se acostumbrara a la presencia humana, los cuidadores comenzaron a darle la mamadera con un muñeco de peluche y cubriéndose la cara.
"En crianza bajo cuidado humano se comienza a incorporar un alimento balanceado para cubrir los altos requerimientos de proteínas y grasa a los 30 días de vida. A los dos meses comienza a disminuir la cantidad de leche ofrecida y aumenta la incorporación de sólidos, en este caso pechuga de pollo molida. Luego se incorpora pescado, primero molido y más tarde, con el desarrollo de los dientes, se le empiezan a ofrecer al animal trozos más grandes hasta llegar al pescado entero. La leche se retira completamente de su alimentación cuando el animal acepta el alimento sólido en su totalidad y al cumplir los 3 meses su dieta se conforma únicamente de pescado entero de distintas variedades. En la naturaleza su principal alimento son peces y crustáceos, aunque también pueden alimentarse de anfibios, pequeños mamíferos y pichones de aves", aclara Gillet.
Actualmente el lobito se encuentra en un recinto más grande al que fue trasladado hace pocos días para que tenga más estímulos y actividad. Ya comenzó a comer alimento molido y pescado. En tanto que se muestra más activo, los especialistas ya están trabajando para integrarlo a un grupo de su especie en Corrientes, donde esperan poder reinsertarlo.
Pero la tarea no termina allí: una de los pilares del compromiso con los animales que tienen en Temaikèn está vinculado con la educación y el contacto con los pobladores locales. "Ellos saben que trabajamos en el delta y nos pidieron asistencia ante un caso tan urgente. También capacitamos a las personas y los trabajadores que viven y frecuentan el delta sobre los primeros auxilios que deben tener ante casos similares. Entre todos podemos hacer el cambio", dice Gillet con esperanza.
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