Sus caminos de desarrollo personal coincidieron en Buenos Aires y se lanzaron a una experiencia transformadora.
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No se conocían personalmente pero, de alguna manera, sus caminos estaban vinculados. Coincidieron a través de Tinder y, si bien cada una por su cuenta estaba atravesando un momento de profunda transformación personal, pronto advirtieron que compartían intereses que consideraban básicos en sus vidas. Uno de ellos era el desarrollo personal.
Marianela Ducca recuerda que de adolescente había tenido varios intereses para forjar su formación profesional: quiso ser guardaparque nacional, oceanógrafa, genetista o psicóloga. Genética la descartó rápidamente porque implicaría tener que estar encerrada en un laboratorio. Amaba la ciencia, pero su necesidad de estar en contacto con la naturaleza era todavía más fuerte. La carrera de guardaparques la tachó también de la lista por mandatos familiares. “¿Cómo una mujer iba a estar sola en el medio de la montaña o en la selva? Oceanografía no existía en Argentina. Y cuando leí el programa de psicología fue amor a primera vista. Inicié un recorrido para aprender los misterios de la profundidad de mente que, me atrevo a decir, son tan amplios co.mo el océano. Inicié mi carrera a los 18 años y estudié durante tres años. Luego me casé, tuve dos hijos y dejé la carrera inconclusa. Hasta que a mis 32 años retomé y rendí las 14 materias que me faltaban. Y desde ese momento ejerzo como psicóloga”.
Lorena Lorenso, por su parte, había recorrido un camino similar. Ya desde temprana edad se reconocía como una chica curiosa e inquieta, aunque no de las alumnas destacadas por los colegios. En clase se aburría pero tenía excelentes notas en las áreas de arte y deportes. Criada entre los barrios de Ciudades y Versalles de la ciudad de Buenos Aires, creció bajo la creencia de que el frío era malo y la enfermaba. “La cultura de mi familia era: abrígate que hace frío, si tomás frío te vas a enfermar y obviamente ese era el efecto que el frío tenía en mí. Como consecuencia, vivía resfriada, con alergias por el cambio de clima, sufría de sinusitis, y siempre fui friolenta”.
Pero su forma de vivenciar las bajas temperaturas cambió cuando, a los 24 años, se mudó a Toronto, en Canadá. Trabajó en diferentes lugares, y eso le abrió la mente para aprender a adaptarse a diferentes contextos y situaciones. Durante las nevadas le gustaba salir a caminar; la atraía el paisaje, y se animaba a estar con menos ropa. ¡Ya no se enfermaba! “Allá los inviernos son largos, por lo tanto tuve que aprender a convivir con el frío y me hice amiga, era algo muy diferente a lo que estaba acostumbrada. Y, como me gustan los desafíos, busqué la forma de disfrutarlo en vez de padecerlo”. Esa fue una señal a la hora de elegir su formación. Siempre había sentido que vivía en contra de lo preestablecido, que cuestionaba las reglas impuestas, y que se rebelaba ante lo que tenía que ser. “Al día de hoy me considero un alma libre, continúo por ese mismo camino, pero ahora con fundamentos”.
Estudió fotografía en Ryerson University, en Toronto, y eso la llevó a trabajar como fotógrafa en varios eventos de Anthony Robbins. Allí conoció en profundidad las herramientas de coaching, y decidió estudiar para certificarse y poder dedicarse a acompañar a otros en el diseño de la vida que desean, no la que “deberían tener”.
El coaching le dio estructura teórica a su persona. “Cuando estudié en profundidad esta profesión, pude darme cuenta de que no estaba tan mal mis elecciones de vida, mi percepción sobre priorizar mi bienestar interno para poder estar en armonía con lo externo. Vivimos en un mundo donde nos exigen (la sociedad, los medios, las familias, el contexto, la cultura) que seamos todo menos quienes realmente deseamos ser, y eso trae mucha infelicidad Mi búsqueda, desde muy pequeña, fue en pos de ser feliz”. A sus once meses, el asesinato de su padre había dejado una huella profunda en ella. Y creció con una clara idea sobre la fragilidad de la existencia. Fue por eso que siempre se dedicó a hacer lo que le gustara. “Realmente sé que mañana puedo no estar más en este plano, y no estoy dispuesta a desperdiciar mi tiempo en esta tierra para cumplir expectativas de otros. Esta decisión que tome desde muy chica, a veces a incomodado a algunas personas, porque no me consideran fácil de manejar”.
Conocer al Hombre de Hielo
Fue en ese contexto y con ese bagaje personal que Lorena y Marianela se conocieron. Así abrieron un consultorio en Nordelta para dar espacio a quienes estaban en búsquedas similares y se acompañaron en ese proceso de asesoramiento a terceros y crecimiento personal. Pero la pandemia puso las cartas sobre la mesa y una noche, mientras veían Cold Comfort, un capítulo de la serie de Gwyneth Paltrow, The Goop Lab, descubrieron el trabajo de Wim Hof, mejor conocido como el Hombre de Hielo.
El Método Wim Hof es una herramienta mega potente para desbloquear aquello que está “congelado”: puede ser una emoción, un trauma, una creencia obsoleta, una traba u obstáculo. La práctica, que lleva el nombre de su creador, nació de la mano de un atleta holandés conocido como Iceman u Hombre de Hielo. Wim batió 26 récords Guinness y realizó hazañas increíbles como correr media maratón en el Círculo Polar Ártico, coronar el Everest en pantalón corto y sin remera, correr en el desierto de Namibia una carrera sin beber agua o encerrarse en un container de hielo durante dos horas. Wim utiliza su propio cuerpo como un laboratorio, Y demostró a través de diversos retos y técnicas, que el ser humano puede influenciar su sistema nervioso autónomo y la respuesta de su sistema inmune, algo que hasta entonces se creía imposible.
Estaba decidido. Viajarían a Polonia a realizar la certificación con Wim Hof para convertirse en las primeras instructoras mujeres certificadas en el método en Sudamérica. Para Marianela fue un desafío en todo sentido. “Siempre fui muy mala en los deportes, era aquella persona que nadie elegía en el equipo, y la profesora tenía que decirme “vos andá al equipo rojo. Probé muchos pero nunca me enganché. En mi casa me decían ojota. Lo único que me atraía muchísimo era el agua. Al vivir cerca del río, íbamos mucho a navegar al Delta, y en las vacaciones siempre llevábamos algún complemento para el agua (moto de agua, tablas, tubos) y mi disfrute estaba relacionado con la naturaleza y el agua. Mi papa es del campo, por lo que nos enseñó a conectar con los animales y la naturaleza. Le gustaba mucho viajar y acampar. Recuerdo muchas inmersiones en el Lago Futalaufquen, en Esquel o en Bariloche. Hoy vivo en un Barrio Cerrado frente a una laguna, y tengo mi kayak y standup paddle. Casi todos los días salgo a remar al amanecer”.
Se preparó mucho, tanto física como mentalmente. A nivel físico cuidó su alimentación, su descanso y sueño. Los ejercicios de respiración y la exposición al frío fueron parte de un año de entrenamiento. Durante todo el invierno realizó inmersiones todos los sábados. Así fue construyendo gradualmente su umbral de tolerancia al frío y al dolor.
Para Lorena el proceso también fue intenso. Tuvo que estudiar muchísimo en un idioma (inglés) que si bien lo habla, no tenía el tecnicismo como para interpretar resultados de investigación y comprender en profundidad el funcionamiento de la biología. A nivel físico, se preparó con una base de entrenamiento muscular para estar en forma, se hizo todos los chequeos de salud correspondientes, y continuó con la práctica del Método Wim Hof, las respiraciones y las inmersiones en hielo. “Todo el proceso fue un gran aprendizaje, y si bien por momentos lo sentí estresante, al mismo tiempo todos esos desafíos fueron la nafta para el motor de lograr la meta deseada”.
Una experiencia transformadora
Ya en Polonia, instaladas en el lugar donde harían el entrenamiento, cada una experimentó cada paso de la certificación como un momento completamente transformador. Marianela pudo conectar con su potencial físico y llegar a la autorrealización de la relación mente-cuerpo. “Poder comprenderme de forma integral, acercarme al autoconocimiento de mi funcionamiento, y de mis capacidades, es, fue y ser-a una de las experiencias bisagras en mi existencia. A partir de ese proceso ya no soy la misma”.
Lorena logró atravesar el miedo a “no poder” con algunos de los desafíos que las esperaban en la academia, de fallar en el examen teórico, o en alguno de las pruebas físicos. Sabía que tendrían que realizar inmersiones en espacios naturales, caminatas en short y top a bajas temperaturas, y si bien estaba entrenada en inmersiones en hielo, no tenia idea de lo que sería en la naturaleza. “Pude vivir la experiencia de estar conectada al extremo con el poder de mi mente y de mi biología, crear una huella emocional profunda sobre lo que soy capaz, lo que puedo lograr”.
Conocer personalmente a Wim Hof fue totalmente enriquecedor. “Escuchar su convicción sobre nuestras grandes capacidades mentales y físicas (que hoy están comprobadas por la ciencia y se lo estudia desde el 2007), su mensaje, su pasión por hacernos comprender el poder natural que llevamos dentro, me hizo tomar responsabilidad sobre cómo llevar estas herramientas a otros, para que cada vez seamos más personas, como dice él felices, fuertes y saludables sin ser presos de la pastilla que te venden en la farmacia”, asegura Lorena.
“Wim Hof es una persona que vive su vida desde el entusiasmo, la alegría y el amor. Lo transmite en cada una de sus palabras, en cada una de sus acciones. Es coherente y auténtico en su mensaje. Es de esas personas con las que podés pasar horas y no querés que el tiempo se termine. Transmite su sabiduría desde la humildad. Y su misión es que las personas sepan que pueden ser más sanas, más felices y más fuertes si conectan con su naturaleza”, agrega Marianela.
Desde entonces, ya de regreso en Buenos Aires, aseguran que no son las mismas. “Creo que cuando atravesás un desafío y conquistás una meta ya no sos la misma persona que eras antes de ese logro. Hoy me siento más empoderada de lo que me sentía antes de vivir esta experiencia, siento mayor autoconfianza de la que ya sentía, y todo lo vivido es un gran aporte al momento de compartir las herramientas con otros, porque lo puedo hablar desde la vivencia y eso es más contagioso que hablarlo desde solo una teoría. Ganamos una mayor comprensión sobre todo el potencial que llevamos dentro. Si no lo conocés, es como tener una Ferrari y no saber manejarla. Por esta razón estoy convencida de que sería de gran aporte la expansión de este método, que el conocimiento se extienda, para que cada persona no se quede solo con lo que lee, escucha por ahí, sino que pueda experimentarlo, ya que solo la experiencia es la que nos transforma”.
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