Subyacente a toda manufactura se tejen historias. Las artesanías son el producto último de un continuum que abarca procesos de confección, materiales extraídos del entorno, técnica y la aplicación de concepciones estéticas y simbólicas.
La geografía argentina, en su diversidad paisajística y cultural, alberga infinidad de prácticas artesanales, en ocasiones olvidadas o ignoradas, que reflejan una multiplicidad de métodos. El mayor registro de este legado es la colección de artesanías del Fondo Nacional de las Artes (FNA), que estos días exhibe en la Casa Victoria Ocampo una amplia selección de objetos, cuya recopilación originaria fue iniciativa del folclorólogo Augusto Raúl Cortazar (1910-1974).
La exposición Lo simple, lo bello, lo útil invita a reflexionar sobre los procesos: cómo se trabaja el cuero en las llanuras pampeanas, qué formas adopta la plata, con qué finalidad se incrustan los correntinos bajo la piel microfiguritas de San La Muerte, qué objetos de cestería se realizaban en el pueblo cordobés de Quilino en los 70 hasta que el tren dejó de arribar a esa localidad y el asentamiento quedó desierto.
Lucila Pesoa, conservadora de la colección y curadora de la muestra, explica que el Fondo alberga unos mil objetos, reunidos a partir del legado original adquirido por Cortazar durante su desempeño dentro de esa institución desde los 60 hasta su muerte. "La idea fue contar la historia de las artesanías en relación con la vida de este académico, docente, fundador del Instituto del Folclore y trabajador entusiasta", señala.
Cortázar viajaba por las provincias y dirigía a un grupo de emisarios encargados del relevamiento de las artesanías por todo el país para registrar procesos y adquirir piezas. Tras su muerte, esto se desarticuló y, salvo adquisiciones puntuales, el Fondo dejó de crecer. En 2006, se comenzaron a incorporar objetos a través de los concursos nacionales, pero esto se interrumpió en 2017.
La exposición se basa en las numerosas publicaciones etnográficas de Cortazar según temáticas: textiles, platería, cuero, imaginería, máscaras, madera y cerámica, e incluye videos y fotos de artesanos desde la puna jujeña a la pampa y los valles patagónicos. "Los artesanos son a la vez trabajadores y artistas", insistía el folclorólogo.
La sección de textiles reúne sobrecamas bordados y caronillas de lana de oveja de Santiago del Estero y Catamarca de los 70, ponchos de Neuquén, alforjas, fajas, redes de pesca y bolsas de fibra de yaguar norteño, randas tucumanas y pantallas de Quilino con reminiscencias "naif" en diseños de paja de trigo, plumas de pavo teñidas y flores de doca.
La selección de máscaras incluye trabajos de artesanía qom en madera de ceiba, objetos chané rituales del Carnaval, del ’68 y ’69, referenciales a espíritus y animales. Los más recientes son ornamentales. "La máscara encierra elementos etnológicos, religiosos e históricos", apuntaba el investigador.
Entre las piezas de imaginería religiosa, destaca un Cristo en cruz de cardón realizado por Hermógenes Cayo (Cochinoca, 1967), crucifijos y figuritas de San Cayetano, la Virgen de Itatí, Santa Rita y San La Muerte. Estas últimas tallas, de hueso y palo santo, son diminutas. "Les dicen de hueso de cristiano y se las incrustan bajo la piel los seguidores de San La Muerte para volverse inmortales", explica Pesoa.
En el resto de la sala conviven jarras y botellones de Santiago del Estero con ollas de cerámica oscura –por el tipo de cocción– "tradicional de Córdoba, pero poco conocida ahora", y creaciones realizadas con cuero crudo (guasquería y soguería) y curtido (talabartería). "Hay piezas que están en pocas colecciones, como las guayacas, donde se guardaba el tabaco y la chala; el gaucho se las ponía debajo del sombrero. Son de cuero de buche de avestruz, de San Luis y La Pampa, y es tradicional que tengan bordados", señala la curadora. Se exhiben boleadoras, estribos, bozales y monturas. "El lecho no pasa de ser la propia montura reforzada por algún cuero ovejuno que, por cierto, no huele a rosas", escribió Cortazar.
El poncho de vicuña que el folclorólogo usó en sus viajes, su cámara de fotos y otros objetos cedidos por su familia, como una carta enviada a su esposa relatando el interminable itinerario que debió afrontar en una ocasión para llegar a Cachi, descansan en un rincón dedicado a su figura. "Nuestra cultura tradicional es el más preciado tesoro colectivo, que cambiamos por novedades a veces insignificantes", decía el infatigable viajero.
Lo simple, lo bello, lo útil (La mirada de Augusto Raúl Cortazar sobre las artesanías argentinas). En Casa Victoria Ocampo, Rufino de Elizalde 2831, CABA. De martes a domingo, de 12 a 20 hs. Gratis. Hasta el 3 de febrero.